Violencia policial
Una huelga de policías desencadena una noche de violencia. Ningún ciudadano está ya seguro, según nos dicen los directores de la película. Para demostrarlo han ideado una espeluznante historia: varios neonazis irrumpen en un casi solitario bar gay, donde con absoluta frialdad asesinan a los clientes, salvo al nervioso muchacho, que consigue por poco escapar.Refugiado el infeliz en la buhardilla de unos desconocidos que le protegen, sufrirá allí los peligrosos y crueles ataques de sus implacables perseguidores, dispuestos a no dejar ningún superviviente.
El filme es duro, tremendo, y está realizado con eficacia y precisión. La angustia de las víctimas se traslada al espectador que queda atónito ante la brutalidad que puede desarrollarse entre tan escasos personajes. Confieso el ahogo que me produjeron las imágenes, aunque muchas de ellas nazcan de la disparatada exageración de los guionistas convencidos de que en cualquier hogar pueden encontrarse: suficientes medios para fabricar armas mortales.
Venganza sin ley
Directores: Paul Donovan y Maura 0'Connell. Guión: Paul Donovan. Fotografia: Les Krizsan. Música: Peter Jermyn y Drew King. Intérpretes: Don Nardini, Brenda Bazinet, Darel Haeny, Jeff Pustil, Doug Lennox, Terry David Despres. Drama. Canadiense. 1983.Locales de estreno: Rex, Candilejas, Europa.
Rebuscado, incluso delirante, el filme no deja por ello de impactar y, quizá lo que es peor, de informar con lujo de detalles de la manera en que puede uno librarse del vecino.
La filosofía que rodea al filme -sin protección oficial, los ciudadanos se matarían entre sí; el hombre es intrínsicamente malo y hay que reprimirle- es, naturalmente, más que discutible. Tan reaccionario punto de partida puede alimentar en el mismo espectador una suerte de rechazo: la indignación que produce la tesis se entremezcla con la tremenda brutalidad de las imágenes, y así, el respiro se hace imposible. Aunque en su último minuto Venganza sin ley dé un giro completo a la hipótesis hasta entonces expuesta, desvelando que algunos de los policías no se habían quedado inactivos durante la noche de huelga, el espectador queda desvalido.
La relación que el filme puede tener, a pesar de su distorsión, con la realidad de nuestros días amplía el ahogo y le deja aventurado en su ciudad, probablemente considerando de qué artilugios dispone en su casa para prevenirse de la locura de quienes, espontáneamente, pueden erigirse como sus mortales enemigos.
El regusto por la sangre y el desprecio por la vida del hombre son ingredientes que se repiten con frecuencia en ciertas películas actuales. Hay espectadores que las consumen con delectación. Más que una crítica cinematográfica cabría hacer de estas películas un análisis sociológico sobre lo que tienen de fenómeno. El futuro que estos filmes auguran no es grato.
Babelia
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