El torero
Saber estar en el ruedo, lidiar; este es Luis Francisco Esplá, este es el torero. El momento torerista es de penuria, pero aquí hay un alicantino de escuela, vocacional y valiente, que invita a renacer la propia mística de la torería. Suya fue la tarde. Con él estoconazo del Niño de la Capea -que resultó cogido-, cuanto hizo ayer Esplá alcanzó el protagonismo de la corrida.Tuvo tres toros completamente distintos entre sí, ninguno fácil, y a los tres dio lidias distintas, lidias de maestro, adecuadas a las características de las reses. La faena que instrumentó a su primero tuvo un mérito enorme. Faena de análisis y estudio, para aficionados, en la que el torero pisaba terrenos comprometidos, con el fin de dar la exacta distancia que requería el toro reservón; consentía, aguantaba la embestida áspera, obligaba, se ceñía en la suerte, mandaba.
Plaza de Las Ventas
31 de mayo. Decimosexta corrida de feria.Toros de Diónisio Rodíguez (el sexto, sobrero); todos con gran trapío y casta; algunos, inválidos. Niño de la Capea. Estocada, de la que sale cogido (oreja). Luis Francisco Esplá. Media trasera perpendicular (fuerte ovación y salida al tercio). Estocada corta baja (palmas). Estocada baja en la suerte de recibir, cuatro descabellos y aviso (petición y vuelta). Yiyo. Cinco pinchazos y estocada desprendida (ovación y salida al tercio). Dos pinchazos bajos, bajonazo y descabello (silencio). Partes facultativos. Niño de la Capeafue asistido en la enfermería de contusión en región malar: otra, erosiva, en región lateral de cuello con probable fractura de clavícula, y contusión en hemitórax derecho. Pronóstico reservado. El picador Rafael Atienza, de herida incisa en un dedo de la mano derecha con sección de tendón. Pronóstico reservado.
Ya dominado el toro, reposó su toreo, instrumentó una serie de ayudados por alto y, en ligazón, el afarolado y el pase de pecho. Así quiere la tauromaquia pura que sea una faena clásica, de torero enterado y valiente: exponer, hacerse con el toro, adornarse. Para aquellos espectadores que tienen por iguales todos los toros, debió ser una más. La afición, en cambio, sabía que había sido una labor importante, la cual muy pocos diestros serían capaces de repetir.
El cuarto era un torazo alto de agujas, largo y muy serio, pero principalmente era bronco, de los que desarrollan sentido. No cabía más que aliñar, y es lo que intentó Esplá. Pero este muleteo de recurso también tenía peligro. Doblaba por bajo el torero y cuando iba a tomar su terreno para elsiguiente ayudado, ya lo ocupaba el toro, que lo defendía engállado, en alto y desafiantes las astas. Fue un trasteo de poder a poder, complicado, pues siempre es complicado y conlleva muchos riesgos pretender el dominio sobre un toro quedesparrama la vista, es tan ágil de cuello como siniestro de intenciones y derrota al bulto. Cuando consiguió cuadrarlo, lo mató con habilidad.
El sobrero, lidiado en sexto lugar, resultó ser un pavo impresionante, cuajado y hondo, cornalón aparatoso y astifino, de llamativa capa cárdena. El respeto que imponía el toro dio mayor mérito a la actuación del torero, que fue completísima y brillante en todos los tercios. El de banderillas encendió el entusiasmo del público, pues Esplá lo hizo espectacular y emocionante. Y aún prendió un cuarto par de propina, arriesgadísimo, por los terrenos de dentro. Sombreros y flores caían a su alrededor, mientras correspondía a la ovación clamorosa del público puesto en pie.
La faena se presumía de apoteosis cuando Esplá brindaba al público, pero nadie había contado con la casta del cárdeno apabullante, que estaba crecido. El animal punteaba en los muletazos iniciales, no se entregaba, y el torero hubo de consentir otra vez, hasta que logró centrar la embestida, y entonces la embarcó por ambas manos, con naturalidad y temple. Los pases de pecho, exquisitamente ligados, aún mejoraban la calidad de su toreo, e incrustó un precioso molinete girando entre las astas. Citó a recibir. La ejecución de la suerte, con técnica precisa y arrebatadora decisión, puso al público de nuevo en pie, aunque la espada quedó baja. El desacierto con el descabello le privó de la oreja, que tenía ganada. Pero poco importan orejas. Esplá revalorizó ayer su cartel en Madrid, donde la afición sabe que es torero; el torero.
Hubo en la tarde dos toros de extraordinaria boyantía, que fueron primero y tercero. Al primero, le hizo el Niño de la Capea su faena acostumbrada, bullidora, desigual, a trompicones, valiente y honesta. Se volcó en el volapié y salió enganchado malamente por la pechera. La estocada valió la oreja y luego se retiró a la enfermería.
Al tercero le hizo Yiyo una faena muy ligada y ahí estuvo su mayor mérito. Naturales y derechazos, en ajustadas series de tres, cargando la suerte y abrochados con los de pecho, se sucedían bien interpretados, dentro de un trasteo uniforme y correctamente concebido. Con la espada deslució Yiyo su labor. El quinto era un inválido y le dio pases incoloros. Continúa este torero en su andadura ascendente, que inició el año anterior, y así lo reconoció el público.
Pero en la tarde estaba Esplá, y luego todos los demás. Hizo oportunos quites, por su impecable colocación; manejó el capote con eficacia, variedad y gusto; lidió toros de casta, serios y difíciles; los dominó con la muleta. Este es el torero. Tiene maestría y quizá vaya a ser torero de época.
Babelia
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