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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La deuda sin límites

EL PASO de la década de los años setenta a la de los ochenta ha supuesto, entre otros cambios, la traslación de la crisis económica del campo de los recursos (escasez y encarecimiento del petróleo en el otoño de 1973) al de las finanzas. Contemplamos ahora continuas amenazas de ruptura del sistema financiero internacional, motivadas precisamente por la liquidez que se generó en el sistema, al prestar la banca la mayor parte de los petrodólares que se generaron a partir de la guerra del Yom Kipur a países del Tercer Mundo, muchas veces sin hacer caso de la ortodoxia financiera suficiente.Los países latinoamericanos cuentan con una deuda externa de más 330.000 millones de dólares, lo que supone que cada uno de sus ciudadanos, por el hecho de serlo, debe 136.000 pesetas. En algunos de estos países la renta per cápita anual no llega ni con mucho a esta cifra. Los números son expresivos de la imposibilidad de resolver el endeudamiento externo (manifestación más explícita de la crisis financiera internacional) por los cauces ortodoxos habituales. El voluntarismo de Gobiernos, técnicos del Fondo Monetario Internacional y banqueros sobre la renegociación continua de la deuda, queda roto una y otra vez por la tozudez de los hechos.

Así se explica por qué Argentina (uno de los países cuya riqueza interna convierte a sus ciudadanos en privilegiados respecto a otros del mismo continente) ha suspendido la repatriación de los dividendos a las empresas extranjeras que operan en su territorio y ha anunciado que pedirá a sus acreedores un período de gracia de cuatro o cinco años sin pagar ni el principal (45.000 millones de dólares) ni el servicio de la deuda, lo que supone un modo elegante de repudiar negociada y transitoriamente su endeudamiento con el exterior en un momento en el que la coyuntura que atraviesa el Gobierno de Alfonsín parece de economía de guerra. Los nostálgicos del régimen militar genocida que gobernó Argentina desde 1973 comienzan a decir algo tan cruel como que "la economía serán las Malvinas de Alfonsín".

La posibilidad de que algún país latinoamericano importante llegue al extremo de suspender pagos, de que se formalice un club de deudores -que hace pocos meses parecía imposible y que ahora, día a día, cobra más fuerza-, ha hecho tambalearse el corazón del sistema financiero. Wall Street sufría el pasado jueves una de sus jornadas de mayor tensión, descendiendo las acciones de los bancos norteamericanos más comprometidos en sus riesgos con América Latina. La posibilidad de un desastre parecido al de 1929 (período en el que América Latina suspendió en cadena sus pagos al exterior) parecía sólo alarmismo hasta hace pocas fechas. La sofisticación del mercado financiero y los mecanismos de defensa así lo hacían intuir. Sin embargo, hay hechos que inducen a la duda. La ayuda que ha necesitado el Continental Illinois Bank (el octavo banco de Estados Un¡dos) de la gran banca y de la Reserva Federal para hacer frente a los problemas que el impago de la deuda le genera, quiebra los mecanismos de mercado y la filosofía de que cada palo aguante su vela; los rumores sobre dificultades de liquidez en instituciones de primera fila, como el Chase Manhattan o el Manufacturers Hannover Trust, indican que el nerviosismo comienza a apoderarse de los acreedores.

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En los próximos dias habrá una reunión de cancilleres y de ministros de Economía de Argentina, Brasil, México y Colombia para estudiar salidas al endeudamiento exterior. Hay un viejo aforismo que dice "si te debo un dólar, tengo un problema; si te debo 1.000 dólares, el problema es tuyo". Hoy, efectivamente, este es un problema cuando menos de todos: de los que deben dinero y de los que amenazan quiebra porque no les pagan. El sistema financiero internacional entero corre un serio riesgo con la situación y por eso las soluciones -los sacrificios- han de hacerse por todas las partes, no solamente por los países latinoamericanos. La política de subida de los tipos de interés en Estados Unidos ha contribuido mientras tanto a hacer imposible, o casi sin salida, el problema de la deuda exterior de los países pobres. La crispación financiera internacional se parece mucho a la de los periodos de pre-guerra y muchos se preguntan si ésta no hubiera estallado ya de no existir el tremendo, y terrorífico, disuasor del poder nuclear. La cuestión está en saber durante cuanto tiempo el miedo puede sustituir a la confianza en las relaciones entre los países.

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