¿Dónde está la música de Pecos?
Parecía que el movimiento de fans, el fanatismo de féminas adolescentes hacia los guaperas de turno, gallardos, ivanes, pedromarines, hernaldos y hubertus, se extinguía poco a poco. El éxito de Hoy no me puedo levantar, de Mecano, presagiaba hace tres años un cambio positivo en la elección de los discos adolescentes. Que muchas chicas compraran lo último de Mecano en vez de lo último de Pecos significó una evolución excelente de su criterio.Personajes con imagen de bellos varones heterosexuales, proyectados hacia las quinceañeras con vidas amorosas continuas en las revistas de fantasía -matrimonios que nunca llegan, enlaces y desenlaces-, se prodigaron a mediados de los setenta. Y no se trataba de los cantantes clásicos -Raphael, Camilo o Bertín-, que inevitablemente siempre disfrutan de sus clubes de fans. Eran Pedro y Javier, Leif Garret, Shaun Cassidy, príncipes marrones que cantaban insinuaciones para atontar, que no despertar, a niñas o chicas con problemática-despedida en el-portal a las diez en casa.
Actuación en el Palacio de los Deportes
Gran musical. Cadena Ser. 20 de mayo 1984.
Eran, por encima de cualquiera, Pecos. Su éxito era inversamente proporcional a la cultura o libertad de criterio de su audiencia adolescente.
"Este es el reencuentro con... Pecos. Porque todo sigue igual", exclamó ayer el locutor de El gran musical. Casi 4.000 quinceañeras histéricas gritaban: "Queremos ver a Pedro y a Javier"; pancartas colocadas por los propios organizadores rezaban "Pecos, todas tuyas" o "Las pequistas siempre con vosotros"; y una orquesta de 10 músicos y tres vocalistas con esmoquin y pajarita tocaba para una pareja de emocionadas y débiles gargantas.
El fenómeno todavía es rentable. ¿Qué pensará el psicosociólogo Ignacio Martín Poyo de tan entregado platonismo de las fans? Volvería a explicar aquello de la necesidad de comunicación interpersonal con los vecinos, tenderos y carteros, en vez de esa comedura de coco sin mensaje que imponen los medios. Pecos es un fenómeno impulsado por los medios, en que el fenómeno conviene a los medios y éstos al fenómeno.
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