Soledad, ecología y mundo rural en un certamen sin estrellas
ENVIADO ESPECIAL, No hay un denominador común que identifique a todas las películas que se presentan al 37º Festival Internacional de Cine de Cannes, pero sí es cierto que muchas de ellas se remiten a las raíces para una mejor comprensión de la actualidad desde la película de Vincent Ward hasta Paris-Texas, de Wim Wenders, la más aplaudida de esta edición.
En caso de poderse establecer un contacto entre las muy distintas películas presentadas hasta ahora, habría que señalar ese afán por remitirse a las raíces, por reencontrar en el origen las bases que permitan una mejor comprensión de la actualidad. Y, naturalmente, ello acerca el cine al mundo de la ecología.Werner Herzog, por ejemplo, revisa en su película El país donde viven las hormigas verdes la realidad de la primitiva cultura de unos indios a los que las multinacionales expulsan de su territorio. Aunque no muy apreciada en el ámbito del festival, ya que inspira sus fuentes en la defensa esquemática de los militantes ecologistas, esta película permite una síntesis de algunos de los problemas presentados en las pantallas de Cannes.
Los santos inocentes, de Mario Camus, aun ofreciendo lecturas más complejas, también se refiere al mundo rural, como por su parte hace Regreso a Citaria, del griego Theo Angelopoulos, que retorna el mito del regreso de Ulises para reconsiderar algunas posturas políticas de nuestros días, y Un domingo en el campo, del francés Bertrand Tavernier, que localiza su acción a lo largo de la jornada de un anciano que tiene oportunidades para sintetizar el conjunto de su vida para acogerse finalmente a su propia soledad. Son tres de los títulos mejor considerados por los 12 periodistas de todo el mundo, y entre ellos este corresponsal de EL PAIS, que representando a sus distintos países votan las mejores obras de la competición.
Ward, Meszaros, Wim Wenders
A estas películas también se acerca Vigilia, de Vincent Ward, el pretencioso filme neozelandés que sitúa su anécdota en el ámbito de un páramo en el que los personajes no tienen más referencia que la de sus propias pasiones o la del desértico decorado que les rodea. La recuperación del pasado, el intento por descubrir en él razones del presente, tiene, aunque en situaciones urbanas, la misma inspiración en otras películas. En este sentido cabe citar Diario íntimo, de la húngara Marta Meszaros, que por primera vez ofrece un tratamiento documental de la siniestra época estalinista vivida en aquel país; el filme soviético El día más largo que la noche, de Lana Gogoberidze, que revisa la historia de su protagonista desde una época anterior a la revolución, u Otro país, del británico Marek Kanievska, que denuncia la represión vivida en los colegios de Inglaterra durante los años treinta, hasta la película del exiliado polaco Jerzy Skolimowski El éxito a cualquier precio, donde el director finge reflexionar sobre la posibilidad de regresar a su país de origen y establecer desde él los términos de su lucha política.Hasta la película más aplaudida por el momento en el marco del festival, Paris-Texas, de Wim Wenders, coloca a su personaje principal, que huye angustiado de su realidad, en un decorado desierto donde por toda compañía le contemplan los cuervos. Cierto que el filme no se mantiene luego en su referencia al mundo del campo, pero sí a la revisión que ese mismo personaje debe hacer de su pasado, ya que ha llegado a olvidar todo cuanto a él se refiere.
Ingmar Bergman y el volcán de John Huston
No sería lícito exigir ahora que las películas presentadas en la competición de Cannes deban responder a este presunto común denominador, ya que algunos de los filmes más esperados se refieren a temas dispares. Basta citar Después del ensayo, de Ingmar Bergman, que insiste en los dramas personales del autor al enfrentar el odio o el amor de dos personas; Bajo el volcán, de John Huston, que trata superficialmente la famosa novela de Malcolm Lowry, o Broadway Danny Rose, de Woody Allen, que sirve de nueva referencia al complejo mundo del espectáculo norteamericano y a las no menos complicadas pasiones del autor.Casualmente, son producciones exhibidas fuera de la competición, aunque dentro de la sección oficial, como si el propio festival de Cannes marginara aquellas películas que no corresponden a la imagina constante: no existe tal lógica, pero sí la constancia de los decorados abiertos.
Una vez más se dice que este festival de Cannes ha ofrecido un pobre panorama de la realidad cinematográfica. Cada año se discute si la convocatoria de turno es mejor o peor que las anteriores, a la espera de que alguien recuerde que dichos comentarios son siempre inevitables. El festival probablemente se prolongue más de lo necesario como para no notar el cansancio tras tantas y tantas horas de sentarse ante una pantalla. En este caso, la crítica a la selección quizá se ha visto acrecentada por el mal tiempo que ha presidido el desarrollo del festival.
La lluvia constante ha obligado a acercarse con más intensidad a la contemplación de mayor número de películas, y parece lógico que ello produzca una más clara sensación de desaliento. La ausencia de estrellas o de rumores sabrosos limita la conversación a cuanto se exhibe. Sin embargo, no es peor la selección de este año a la de los anteriores: un tan amplio número de películas debe ofrecer, lógicamente, un panorama de desigualdades, de aciertos y errores, de obras maestras y productos despreciables, tal como ocurre en la vida real.
El mejor portavoz
Pase lo que pase, sigue siendo el festival de Cannes el mejor portavoz de las corrientes cinematográficas del momento, no sólo por lo que se muestra en sus distintas secciones como por cuanto informan las importantes marcas de producción. Cada día en los variados boletines que se publican aparece amplia información de otras películas no seleccionadas para Cannes o que aún están en vías de rodaje. No es extraño, por otra Parte, toparse con argucias publicitarias que tanto se traducen en un insólito caballista vestido de Robin Hood, en un transeúnte disfrazado de extraterrestre o en las espectaculares pancartas que arrastran 12 avionetas sobrevolando la bahía.
Añoranza de los camareros
En todo caso, es frecuente oír a los viejos camareros de la ciudad añorar aquellos tiempos en que enormes multitudes acudían a festejar la presencia de una actriz famosa en el hotel Carlton, otrora centro de reunión del certamen. No sólo éste ha cambiado su ubicación desde que hace dos años se creara un nuevo palacio del festival, sino, que esas famosas estrellas han dejado de hacer acto de presencia. Ahora, el volumen de periodistas destacados hace angustioso el paseo de cualquier figura por la inevitable Croissette, y si alguna llega a Cannes procura mantenerse aislada hasta que sus obligaciones la exijan presentarse al público.Por ello puede destacar cualquier figura menor o las que no tengan reparos en mostrarse con generosidad. En esta ocasión ha sido Nastassja Kinski, en avanzado estado de gestación, quien se ha prodigado entre los fotógrafos, quizá en la seguridad de que la película de Wim Wenders, en la que interpreta el principal personaje femenino, es una de las favoritas del certamen.
Babelia
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