Homenaje a un batería muerto
Los más inquietos de la villa, para complacerse en estos días, tendrán que acudir al parque del Oeste. Allí no respirarán el polvo arenoso que otros años soportaron en el Retiro. En la jornada primera, entre las orquestas Burbujas y Versalles, canciones simples de funky y pop contentaron a miles de oídos -quizá también a alguna oreja- en un buen montaje.El cuarteto británico Level 42 salió a las 23.45 horas, con Mark King a la cabeza, un bajista enérgico que toca el bajo por profesión: "Admiro a guitarristas como John McLaughlin y a Miles Davis con trompeta". Más calientes de lo que suelen ser en sus grabaciones, actuaron ante una audiencia que en su mayor parte desconocía los tres elepés ya editados por el grupo.
Conciertos de San Isidro
Level 42 (5 7 minutos) y Pistones(65 minutos). Paseo de los Camones. 12 de mayo de 1984.
Crearon fases suaves de funky sinfónico y enlazaron sin titubeos con su funky animoso y bailable. "Ahora es el momento de bailar", exclamaba en inglés King, que invitaba una y otra vez a tararear los estribillos, ignorados por un público que, por las servidumbres de la precaución, estaba muy distante de un escenario de grandes proporciones. Quien quería, podía escuchar con volumen medio a todo lo largo del paseo de Camoens, repleto más allá de su mitad, donde se iba y se venía, se bebía y se comía, se fumaba y se retozaba.
Level 42, mejor que en los discos, sonaban con voces diferentes de King y del teclista, de aspecto mulato, Mike Lindup, que soleaba jazz con punteos rápidos de Boon Gould y con los ritmos contagiosos de su hermano Phil. Los últimos minutos sirvieron para aumentar el calor entre emisor y receptores. El "buenas noches, Madrid", en castellano, sorprendió a los oyentes, quienes necesitaron la presencia de Carlos Tena: "Que vienen otra vez". Un tema de seis minutos bastó a unos y a otros.
En la espera a Pistones, la noche fría y húmeda aparecía enarbolada, iluminada y adornada en el parque del Oeste, envuelto en una nube oscura en la que se distinguía un gran punto claro, que era la luna opaca. Se sentía. Chirinos, Ambite, López y Jolivete, con Julián Infante, ex guitarrista de Tequila, salieron simpáticos y tiernos. Empezaron y acabaron, siempre con parecidos compases, con El pistolero, la canción que más ha hecho por nosotros". Tocaron La cazadora, pop; Las siete menos cuarto, pop; Mientes, y más pop con la compañía rockera de la guitarra de Julián, que hacía dibujos y punteos bien conectados con la rítmica de Chirinos.
Este tímido y sonriente cantante de voz siempre potente y ayudada dedicó su canción El último soldado a Pedro A. Díaz: "A Pedro, el batería de Los Secretos, que ha muerto en accidente de tráfico".
Ritmos de galope, balada clásica de pop, Lo que quieras oír, lo más fuerte de su repertorio, Galaxia, Los Ramones y Metadona, todo sonó con precisión. Pistones no necesitaba a Peter McNanee, su último ingeniero. Finalmente, un bis con dos canciones y felicidad para quienes fue "una delicia tocar con tanta gente". De verdad, y a bailar.
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