"¡Al santo, al santo!", consigna isidril
Durante nueve días, Madrid se quita la máscara de seriedad y revienta en 250 actos festivos y 23 espectáculos taurinos
Francisco de Goya, al aludir a las fiestas de San Isidro en una carta escrita en 1778, hablaba de "todo el bullicio que en esta corte acostumbra haber el día del santo". Madrid era entonces, más que cualquier otra cosa, la corte: un poblachón manchego donde desde hacía dos siglos se habían asentado los monarcas y su inevitable compañía de nobles, clérigos y chupatintas. Hoy, hablar de la ciudad tan sólo en términos de corte es un anacronismo, aunque en ella estén la Zarzuela, la Moncloa, el Parlamento y los ministerios, y eso pesa mucho. Madrid es una ciudad de 3,3 millones de habitantes que tiene un alcalde tan ilustrado como Carlos III y una intensa vida callejera.De Madrid dicen algunos que es la capital europea de la posmodernidad; los más están de acuerdo en que es una ciudad marchosa, y Enrique Moral, responsable municipal de Cultura -y, en consecuencia, de las fiestas de San Isidro-, le llama "una sociedad multicolor y variopinta". El programa de fiestas de una tierra a la que el mismo autor de su himno, García Calvo, ha calificado como "de todos y de nadie" no podía por menos que reflejar todo eso.
No van a estar las fiestas de San Isidro de 1984 centradas en una actividad tradicional o típica, como los sanfermines giran en torno a los encierros y las corridas, y las fallas, alrededor de los ritos de pólvora y fuego. El madrileño o el visitante van a encontrar en las calles de Madrid más tipos disfrazados de punks que de chulos y manolas, y van a comprobar que la música de B. B. King es, hoy por hoy, tan madrileña como el chotis.
Salvo un día, el próximo martes, fiesta del patrón, la ciudad no va a suspender sus actividades laborales; pero, en cambio, va a celebrar unos 250 actos festivos organizados por el ayuntamiento, a los que hay que añadir los promovidos por entidades privadas y las corridas de toros. La mayoría de los actos municipales, en los que se calcula que habrá 1,2 millones de asistencias, van a ser de carácter musical o teatral.
Si la falta de tipismo, la escasez de pirotecnia y la limitación de los actos religiosos a la misa y procesión del patrón son algunas de las características de los festejos isidriles, su baratura puede ser otra. La organización de esas 250 actividades le cuesta a las arcas consistoriales cerca de 120 millones de pesetas, de los que unos 23 millones se recuperarán con las entradas de los con ciertos de pago. A Enrique Moral le gusta decir que todo San Isidro sale por el mismo precio que un par de buenas fallas valencianas.
Alaska y Lola Flores
El gentío, la muchedumbre, el mogollón se van a repartir este año entre cinco escenarios principales. Durante nueve noches, y sin pagar un duro, gente entre los 15 y los 30 años va a llenar de ropa vaquera, cuero, chapas, remaches, rapados mohicanos, cerveza, cannabis y anfetas el parque del Oeste, convertido en catedral del pop y rock españoles. Allí actuarán, entre otros Ramoncín, La Mode, Alaska, Loquillo, Nacha Pop, Gabinete Caligari, Golpes Bajos y Radio Futura. Van a ser veladas de bronca, polvo y decibelios.Los padres y hermanos mayores de los rockeros asistirán, a partir de las diez de la noche, a las ocho galas del Palacio de los Deportes, donde las entradas cuestan 300 y 400 pesetas. La estrella de la semana en el local de la calle de Goya será, sin duda, B. B. King, el rey del 'blues', y las actuaciones que reunirán más progres, las de Ana Belén y Víctor Manuel y las de Luis Eduardo Aute.
El miércoles, andaluces de Vallecas, Villaverde y Carabanchel y altos cargos de la Administración socialista subirán hasta el barrio de Salamanca para escuchar a Camarón, Lebrijano y Burra de Jerez, entre otros artistas flamencos. Dos días después, Lola Flores, Sara Montiel y Chiquetete actuarán en el Palacio de los Deportes ante un público de señoronas y tías Marías entradas en años con sus respectivos esposos, sin que falte una nutrida representación de gays y calés.
Los amantes de la charanga con chocolate y churros, de la juerga caliente y vacilona pueden citarse, durante nueve noches, en las Vistillas, desde donde estos días puede contemplarse uno de los atardeceres más bellos del mundo. Las verbenas gratuitas de las Vistillas contarán con actuaciones de solistas y orquestas que tocarán pasodobles, rumbas, mambos, jotas y sobre todo tendrán mucha salsa. Y mientras esto ocurre, un público de 25 a 40 años, minoritario, culto, tranquilo y muy adicto, ocupará la carpa del Conde Duque para asistir a las IV Jornadas de Jazz.
Para la gente mayor, el territorio favorito durante San Isidro será la plaza Mayor, donde el programa incluye, tarde y noche, orfeones, corales, bandas, festival de folk castellano y recital de cantautores. La chiquillería, tal vez el sector más desatendido de las fiestas, tiene organizada una buena movida de títeres y payasos en el Retiro, y los devotos del teatro, siete actuaciones teatrales diarias en calles, plazas y recintos cerrados madrileños.
Si la noche es el tiempo de las verbenas, los conciertos, las actuaciones teatrales y las conquistas amorosas, las horas de luz permiten pasear por los varios zocos que le surgen estos días a Madrid. En Recoletos están los libros antiguos y de ocasión. A la sombra del convento de las Comendadoras de Santiago, los pucheros, ollas, jofainas, aguamaniles y lebrillos de la Feria de la Cacharrería. Y bajo los plátanos y acacias de los jardines del Conde Duque, la cerámica de los nuevos creadores madrileños.
Mentideros taurinos
Madrid celebra también durante estos días la más importante feria taurina del país. La exigente afición torista de Madrid tendrá sus principales mentideros, donde comentar el mérito de ganaderías y diestros, en los aperitivos mañaneros de la calle de la Victoria, donde están instaladas las taquillas oficiales de la plaza de Las Ventas, y en las tertulias nocturnas del hotel Wellington.San Isidro es todo eso y aún más. La fiesta está dedicada a un labrador que oraba mientras los ángeles le labraban las tierras, y del que se cuenta que era muy hábil para descubrir pozos de agua. Tal vez por eso apenas hay fiestas de San Isidro en las que no llueva y en las que no sople ese viento que, como dice el castizo, "mata una vieja y no apaga un candil".
La tradición de acudir en romería a la ermita de San Isidro arranca del siglo XVIII. Al grito de "¡Al santo, al santo!", los madrileños los que éstos denominaban isidros -es decir, los forasteros, en su mayoría campesinos llegados desde sus pueblos- llenaban la pradera de San Isidro, a la vera del Manzanares. Tiovivos, merenderos y puestos de botijos eran los principales alicientes de la fiesta, en la que se pregonaba el requesón de Miraflores y las fresas de Aranjuez.
El calor popular de esas romerías murió en el franquismo. A partir de 1981, siguiendo la consigna de Tierno de que "el ciudadano no convierta su hogar en una madriguera", el ayuntamiento de izquierdas se lanzó a crear unas fiestas acordes con el Madrid actual.
Los festejos isidriles empiezan a atraer a visitantes de otros lugares de España. Entre los modernos isidros destacan los estudiantes que toman el Madrid en fiestas como objetivo de sus viajes de paso del Ecuador o fin de curso. La ocasión la pintan calva, porque, además de participar en los actos bullangueros, los visitantes pueden ver la Carmen de Antonio Gades, el Teledeum de Els Joglars, las exposiciones de Edgar Munch y Marcel Duchamp, y también, si son jóvenes, pueden bailar en las salas Rock-Ola, Morasol y El Baile, las más modernas de la capital.
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