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Treholt, el espía que pasó del ideal al dinero

El diplomático noruego fue detenido después de llevar 10 años espiando para la URSS

Arne Treholt era un alto funcionario del Ministerio noruego de Asuntos Exteriores que fue detenido a principios de 1984 por llevar más de 10 años espiando para la URSS. Su extrovertida personalidad le había granjeado un amplio círculo de amistades entre políticos de toda Europa, que sufrieron una auténtica conmoción al conocer la doble vida del diplomático. Un enviado especial de EL PAÍS ha visitado recientemente Noruega y ha hablado sobre el caso con políticos, periodistas y amigos de Treholt.

La detención de Arne Treholt, el pasado 20 de enero, por espiar a favor de la Unión Soviética cayó como una bomba en Oslo, la pequeña capital noruega, donde todos se conocen. La noticia, hecha pública al día siguiente, sábado, con la ciudad medio desierta, el país pendiente de una importante transmisión deportiva y las redacciones de los periódicos cerradas se extendió como mancha de aceite entre los medios políticos e informativos. "Fue un mazazo, algo increíble", manifiestan unánimemente todas las fuentes consultadas.Nadie puede comprender por qué un hombre de 42 años, protagonista de una carrera meteórica en la diplomacia noruega, con una desahogada situación económica y un ambiente familiar ideal -casado con una famosa periodista de televisión y padre de un hijo de seis años-, pudo haber estado espiando durante más de 10 años, quizás 15, para los soviéticos, y durante más de dos, para los iraquíes. "No se puede dar un respuesta seria", manifiesta Einar Forde, vicepresidente del Partido Laborista, amigo íntimo de Treholt hasta el extremo de ser padrino en sus dos bodas. "Hay una mezcla de motivos: dedicación política a la URSS, dinero y amor al riesgo. Son los motivos clásicos, los que aparecen en las novelas Falta la razón del amor, pero está lo de Checoslovaquia".

En lo de Checoslovaquia establecen algunas fuentes el origen de la carrera de espía de Treholt, un playboy militante. Al parecer, durante su estancia en Praga a finales de los sesenta,Treholt tuvo un hijo con una checa, ocasión que los soviéticos aprovecharon para reclutarle con la amenaza de desvelar el caso y echar a perder su incipiente carrera. Esta versión, sin embargo, no es compartida por quienes le conocen más profundamente. "No creo en la teoría del chantaje por lo del hijo. Él bromeaba con esto, pero nunca se pudo probar que tuviera tal hijo", manifiesta otro de sus mejores amigos, un prestigiso periodista.

"Era un activista; siempre estaba en acción. No estaba preparado para la filosofía o la política. Era un aventurero", asegura esta fuente, que no quiere que se dé su nombre. Treholt era un hombre que creaba confianza en tomo a sí, que hablaba con todo el mundo y en el que todos confiaban. "Era abierto, encantador, siempre ayudando a los demás", dice Geir Grung, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Antinorteamericano

Treholt tenía un fuerte sentimiento antinorteamericano -que se vio acrecentado por el golpe de los coroneles en Grecia, país al que amaba y en el que tenía grandes amigos, como Andreas Papandreu o Melina Mercouri- y sentía un especial atractivo por el mundo del Este.

"No está claro si espiaba por dinero o por ideología", dice Grung. "Al principio puede que fuera por razones ideológicas; por su antiamericanismo, consideraba que la CIA estaba detrás del golpe de los coroneles", añade. Forde insiste en la cuestión económica: "El tiempo ha demostrado que era el dinero el motivo principal para espiar". Se ignora cuánto dinero pudo recibir de los soviéticos. Hay quien considera que sus servicios fueron pagados en especie -viajes, comidas, trajes- y quien habla de cientos de miles de coronas. Sólo parece claro que recibió 50.000 dólares por parte de los iraquíes a cambio de información de primera mano sobre el conflicto con Irán en la época en que Noruega ocupó un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La carrera de Treholt, un antiguo periodista, pasó por el Ministerio de Derecho del Mar y por el de Asuntos Exteriores, desde donde se le envió, con categoría de consejero, a la delegación noruega en las Naciones Unidas, y al que volvió desde Nueva York para ocuparse de la jefatura de Prensa, cargo que desempeñaba cuando fue detenido, y realizar estudios en la Escuela Superior de Defensa.

En este periplo, Treholt tuvo acceso a numerosos documentos y secretos de Noruega. En determinadas épocas asistió a los Consejos de Ministros, y se especula con la información que pudo pasar a Moscú, tanto sobre la propia Noruega como sobre la OTAN.

El espía fue detenido en el aeropuerto de Oslo con documentos confidenciales que se disponía a pasar a sus contactos en Viena, con los que ya había sido fotografiado en agosto por los servicios del contraespionaje noruego. "No se conoce el valor de los documentos que Treholt haya podido pasar a los soviéticos", dice Thorleif Andreassen, autor de Espías y objetivos de espionaje en Noruega. "Quizá por separado pueden hallarse cosas sin importancia, pero la información en su conjunto era muy valiosa".

El amigo periodista de Treholt que no quiere ser identificado hace hincapié en que a la policía le va a ser difícil probar toda la información que Treholt pasó, "porque los papeles no son lo más importante. Lo principal eran las conversaciones y los informes personales. Treholt hablaba y hablaba... Habría que probar qué es lo que dijo".

El asunto de este miembro destacado del a la izquierda del Partido Laborista no parece haber afectado seriamente a la credibilidad del partido, que ahora está en el 39% de las expectativas de voto, muy cerca del porcentaje que da la mayoría absoluta en el sistema noruego. "Algunos periódicos han intentado manipularlo políticarnente", dice el vicepresidente de los

Treholt, el espía que pasó del ideal al dinero

laboristas. "El Gobierno podría usarlo, pero no es probable", agrega Forde. Jo Benkow, presidente del Partido Conservador, el principal de la coalición gobernante, niega taxativamente que el asunto vaya a utilizarse como arma electoral: "Es un caso policial, no político".Ajeno al pacifismo

La Prensa conservadora también intentó en un principio establecer una relación entre Treholt y el movimiento pacifista noruego, pero todas las fuentes niegan tales lazos. "Se hubiese sabido; aquí no se puede ocultar nada", dice una fuente. Cuando se replica que ahí está el caso Treholt para demostrar que no se sabe en Noruega, la fuente contesta que el espía "trabajaba sin relación con nadie. En este país , lo que saben dos personas lo sabe todo el mundo". Ole Kopreitan, líder del movimiento No a las Armas Nucleares, el más influyente y extendido de Noruega, dice humorísticamente que Treholt "estaba tan ocupado con los soviéticos que no podía trabajar con nosotros". Ya en serio, explica que su grupo "está absolutamente descentralizado, y sólo tenemos tres consignas, que todos conocen (no a las armas nucleares en el Este y en el Oeste; no al uso de las armas nucleares en Noruega en paz y en guerra; el área nórdica, como zona libre de armas nucleares), por lo que resulta muy difícil influir en el movimiento".

Donde Treholt sí tuvo un papel importante que desarrollar fue en las negociaciones soviético-noruegas que desembocaron en el Tratado de la Zona Gris. Oslo y Moscú mantienen un contencioso sobre límites fronterizos en el mar de Barentz, con implicaciones económicas (se cree que puede haber petróleo en las aguas en disputa) y militares (la base naval de Murmansk, sede de la flota soviética del Norte, que cuenta con el 65% del potencial nuclear estratégico submarino soviético, se encuentra a unos 100 kilómetros de la frontera noruega). El conflicto estriba en que, mientras Noruega pretende establecer los límites fronterizos siguiendo el principio de la línea mediana que desplaza la frontera hacia el Este, los soviéticos quieren obtenerlos según el principio de la línea del sector que lleva la frontera hacia el Oeste.

Entre ambas líneas quedan 155.000 kilómetros cuadrados, sobre parte de los cuales soviéticos y noruegos acordaron en 1977 establecer un área de explotación pesquera conjunta. A cambio de ceder 23.000 kilómetros cuadrados de las propias aguas, Noruega obtuvo el derecho a pescar en 3.000 kilómetros escasos en aguas soviéticas y en 41.500 del área en disputa. El tratado fue asumido como el mejor posible por el entonces ministro de Derecho del Mar, Jens Evensen, que tenía de segundo en la negociación a Treholt, y hubo de ser aceptado por el Gobierno. El tratado fue aprobado por una escasa diferencia en el Parlamento, con el rechazo de la oposición, que ahora, en el Gobierno, ha venido renovándolo anualmente por temor a que su denuncia creara tensiones con los soviéticos.

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