La hoz y el martillo en el Bolshoi
Pocas cosas han cambiado durante 67 años de poder soviético en el teatro Bolshoi (Gran Teatro) de Moscú, en el que ayer los Reyes de España pudieron ver la representación de El lago de los cisnes. El millar de artistas que componen su elenco siguen trabajando día a día dentro del más puro estilo clasicista, adheridos a un repertorio que se mantiene impermeable a las innovaciones.La arquitectura y el decorado interior del Bolshoi, fundado en 1776, se mantienen prácticamente intactos desde la reconstrucción de que fue objeto el teatro en 1853, fecha en que se produjo un incendio de grandes proporciones. Hay detalles nuevos, claro está: el águila imperial fue sustituida cuidadosamente por la hoz y el martillo, que hoy están presentes en las molduras de los palcos, los frescos del techo y el cuidadoso bordado en oro del inmenso telón del teatro.
El público también ha cambiado, aunque los soviéticos de hoy, como los nobles y burgueses de antes, elijan lo mejor de su vestuario, logrando con frecuencia pintorescos efectos, para acudir al Bolshoi. Conseguir entradas no es fácil, y aquí no basta con dejar caer una propinilla o un regalito para las taquilleras.
Para un soviético de a pie es necesario, además, mover muchas influencias. Pero la fe es lo último que se pierde, y cada día, antes de comenzar el espectáculo, los aficionados se dan cita en la puerta principal del teatro para tentar la suerte en la reventa .
Hay moscovitas que, con resignado humor, afirman que el jefe de las taquillas del Bolshoi -un personaje, por lo demás, desconocido- es el hombre más poderoso, y posiblemente el más rico, de toda la Unión Soviética.
Al llegar al poder, los soviets decidieron conservar el teatro y todas sus actividades artísticas. Aún hoy se usa con frecuencia para ceremonias políticas oficiales, y se recuerda que el mismo Lenin habló en su escenario en más de 30 ocasiones.
En el teatro Bolshoi se reunió, además, el primer Congreso de los Soviets de la URSS, en diciembre del año 1922. En aquella ocasión fue proclamada la unificación de todas las repúblicas, para constituir lo que desde entonces se denomina Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Dos años antes, en ese mismo escenario se hizo la demostración práctica del eslogan leninista que afirma que "comunismo es igual a poder popular más electrificación": en el VIII Congreso de los Soviets de todas las Rusias se instaló un mapa en el escenario para enseñar cuál iba a ser el plan de electrificación anunciado por Lenin.
Para iluminar el majestuoso teatro, cuentan las crónicas de la época, hizo falta usar toda la energía de que disponía la ciudad, dejándola a oscuras.
Cerca del teatro aún quedan recuerdos del antiguo régimen. El restaurante Savoy -hoy llamado Berlín- conserva todavía bandejas de plata con su antiguo nombre y el aspecto, sólo el aspecto, de burdel romántico. Allí los oficiales del zar eternizaban sus fiestas después de la función, acompañados de las bailarinas del teatro Bolshoi. Eran otros tiempos.
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