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El horizonte europeo

La VanguardiaEl amplio consentimiento que se ha concretado en torno al proyecto nacional catalán que representa la opción política ganadora de las últimas elecciones debería servir para acabar de una vez con el victimismo y el provincianismo que tantas veces han actuado como vicios corruptores de las enormes potencialidades de Cataluña. Por eso es lícito pedir que a partir de ahora desde los órganos de poder catalanes no se piense sólo en la realidad interna de Cataluña -primera preocupación de toda gestión política-, sino también en su proyección exterior, en la capacidad de ocupar un papel y un lugar en el mundo moderno.En este sentido hay que pensar muy seriamente en la cuestión europea. En primer lugar, porque la integración de España al Mercado Común planteará un sinfín de dificultades que sólo los sectores avanzados de las clases dirigentes están en condiciones de asumir plenamente. De forma que la burguesía catalana está llamada a hacer un papel capital de puente. En el Gobierno de Madrid se tiene perfecta conciencia de este hecho y todo hace pensar que en los próximos meses no se ahorrarán las posibilidades de establecer vías fructíferas de colaboración y entendimiento. ( ... )

Pero, además, si Cataluña quiere acabar de una vez con su eterno papel de nación en tránsito, si quiere realmente pasar del estadio permanente de proyecto al de realidad autónoma consolidada, es absolutamente imprescindible que juegue a fondo las cartas europeas. Europa es la gran esperanza de Cataluña para hacer realidad el sueño de sí misma en el que diferentes sectores sociales convergen. Y en este terreno Cataluña tiene una arriesgada pero muy seria apuesta que jugar. Las dificultades de la Europa de los Estados abren, sin duda, la perspectiva de la Europa de las regiones. Cataluña puede encontrar un papel de liderazgo en la construcción de esta Europa enraizada en la sólida textura social de las regiones de largo trayecto más que en el simple juego de los compromisos de Estado.

No es una tarea fácil. Para ello se requieren, sin duda, una clara y atrevida decisión política de buscar ¡a proyección exterior y de jugar a fondo la carta de las relaciones internacionales propias en todos los órdenes. Pero esta opción sería inútil si no fuera acompañada de un gran esfuerzo interior para abordar con imaginación y eficacia los desafíos del momento presente. Requiere, por tanto, un esfuerzo cultural de primer orden que las instituciones catalanas deben potenciar. Esfuerzo que permita transmitir a Europa las experiencias que una sociedad civil viva y fuerte ha ido cosechando en la tarea de mantener su propia au tonomía frente a los proyectos estatalistas y centralizadores y de responder a los desafíos del progreso.

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La amplia mayoría de apoyo que el presidente Pujo¡ ha conseguido ( ... ) le da la posibilidad de afrontar un desafio histórico: potenciar la construcción en Cataluña de unos mecanismos de solidaridad civil, de convivencia, que permitan a la sociedad afrontar las dificultades de los tiempos de crísis con sistemas de regulación interior, sin necesidad de dejar las grandes soluciones en manos del Estado. ( ... )

En estos tiempos de tránsito, en que el trabajo no puede ser criterio absoluto de distribución de la riqueza, porque significaría la condena de amplios sectores de ciudadanos a la miseria, encontrar fórmulas de una auténtica solidaridad civil no es sólo un deseo más o menos bien intencionado, sino una u rgencia. Es la única manera de evitar que el reparto se haga a trayés de fórmulas totalitarias. La conciencia cívica de una sociedad como la catalana hace pensar que este desafío no tiene por qué ser del orden de la estrictamente utópico. ( ... )

5 de mayo

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