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El Papa condena la opresión y hace un llamamiento a la reconciliación en Corea del Sur

Juan Arias

JUAN ARIAS ENVIADO ESPECIAL, Juan Pablo II hizo ayer un llamamiento a la reconciliación nacional en Corea del Sur y pronunció una dura condena de la opresión, durante la Segunda jornada de su visita a este país. "La paz está amenazada donde se oprimen los derechos del hombre". "El rostro de la opresión es una arrogancia que esconde un deseo de muerte y provoca un caos moral", fueron frases pronunciadas por el Papa en un Estado sometido a un régimen autoritario.

Juan Pablo II pasó ayer su según la jornada en Corea del Sur fuera de la capital. Visitó por la mañana la ciudad, industrial de Kwangju, donde bautizó a 72 surcoreanos conversos. La tarde la pasó en la isla de Sorokdo, con 2.000 de los 80.000 leprosos de Corea. A su regreso a la capital, por la noche, mantuvo un encuentro con el cuerpo diplomático acreditado en Seúl.El Papa dijo a los diplomáticos lo que no creyó oportuno decir en público, según el esquema seguido en ocasiones anteriores cuando visitó regímenes con fuertes conflictos sociopolíticos. Mientras grupos de estudiantes intentaban de nuevo manifestarse contra el Gobierno surcoreano sin conseguirlo, a causa de la represión policial y militar, Juan Pablo II decía a los embajadores que Ia paz está amenazada donde se oprimen los derechos del hombre, donde se subordinan a la ambición del poder y de la fuerza, donde los pobres se ven explotados por los ricos, los débiles por los fuertes, los ignorantes por los cultos, sin escrúpulos".

Por la mañana un grupo de estudiantes había expresado su decepción porque el Papa no había condenado con mayor fuerza a los responsables de la matanza de estudiantes y obreros de mayo de 1980 en la ciudad industrial de Kwangju, donde en el enfrentamiento con el Ejército enviado por el actual presidente, el general Chun Doo Hwan, murieron 600 personas, según la Prensa local, y más de 2.000, según la oposición.

Precisamente en esta ciudad estuvo ayer Juan Pablo II, donde ante 80.000 personas bautizó a 72 conversos. Durante su discurso el llapa recordó "los trágicos acontecimientos" de hace cuatro años, pidiendo al mismo tiempo a la gente que se "liberasen del odio y del rencor" y que, como cristianos, trabajasen por la reconciliación y fuesen apóstoles de la libertad. Lo que el Papa no juzgó oportuno decir en aquel lugar y en aquel momento, como hubiesen deseado los jóvenes, lo dijo horas después en la capital al cuerpo diplomático, recordándoles el documento conciliar Gaudium et Spes: "La paz no puede ser impuesta a los pueblos con el terror de las armas". Y les añadió que como diplomáticos en Corea podían observar mejor que muchos otros "que el rostro de la opresión es una arrogancia que esconde un deseo de muerte que provoca un caos moral, en el cual, antes o después, todos acaban siendo víctimas".

Gases lacrimógenos

El Gobierno ha lamentado que el Papa y su séquito hayan recibido molestias el día de su llegada a causa de los gases lacrimógenos lanzados cerca del seminario para dispersar a la manifestación de 1.000 estudiantes que pedían libertad y democracia.

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Un ministro ha afirmado en una conferencia de prensa que los participantes en las protestas no han superado los 10.000, frente a los 800.000 universitarios del país.

Un grupo de 500 estudiantes, atacados también con gases lacrimógenos por la policía, pertenecía a un colegio de jesuitas de la capital que Juan Pablo II tiene intención de visitar.

Un momento de profunda tensión humana lo constituyó ayer el encuentro del Papa con más de 2.000 leprosos en la isla de Sorokdo. Las escenas de emoción de aquellos enfermos, algunos completamente desfigurados, ponían la carne de gallina. Juan Pablo II abrazó y besó las llagas, con naturalidad, a muchos de ellos, recordando que estos enfermos, entre los que hay católicos, protestantes y budistas, vivan en perfecta armonía.

Juan Pablo II señaló ayer que cada año en Corea se convierten al catolicismo 100.000 personas. De ellas, el 10%, es decir, 10.000, provienen de las filas de los oficiales de las Fuerzas Armadas, según informó el cardenal primado de Corea, Hwan Kim.

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