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Bevilacqua: "El cine italiano ha tenido que soporortar a muchos traidores"

El escritor y director de cine italiano Alberto Bevilacqua se encuentra en Madrid con motivo de la presentación de su filmografía en el instituto Italiano de Cultura y en la Filmoteca Española. Bevilacqua, de 49 años, hablará también de su producción literaria, alguno de cuyos títulos ha trasladado a imágenes. El director italiano comenta la ausencia de una política gubernamental cinematográfica en su país cuya consecuencia es "haber tenido que soportar a muchos traidores dentro de nuestros propios cineastas".

A sus 49 años, Bevilacqua considera que tiene la edad ideal para luchar contra los productores, "contra ese perverso sistema europeo" que obliga a un autor a perder gran parte de su vida en la pretensión de hacer cine: "Cuando nos admiramos", dice, "de que Fassbinder realizara tantas películas, olvidamos que él no debía emplearse en encontrar quien las financiara, en convencer a nadie, porque existía un sistema deprotección del Gobierno alemán destinado a ayudar a cineastas como él".

Falta de política cultural

De ahí que Bevilacqua insista en que la diferencia del cine italiano actual respecto al de otros países europeos sea la ausencia de una política gubernamental destinada a favorecer el desarrollo de la cinematografía. "Y, por otra parte", añade, 'hemos soportado a muchos traidores dentro de nuestros propios cineastas", refiriéndose a cuantos se entregaron a los cómodos brazos de la comedieta o a los de las películas de estrellas, "que son las que han arruinado al cine de mi país". Las fabulosas cifras ganadas por esas coyunturales estrellas animaban a distribuidores y exhibidores, pero dejaban exhaustas las arcas para proyectos más serios: "Era un cine que no se veía en el extranjero y que no podía amortizarse en el interior del país, y que ahora, además, ha dejado de interesarle al público".Tiene Bevilacqua la lógica preocupación del cineasta que desde 1970 sólo ha filmado cinco largometrajes, pero también la perspectiva de quien ha dedicado lo mejor de su trabajo al mundo de la novela, 10 en 25 años, y al de la poesía, sobre la que ha publicado cinco volúmenes.

Hombre batallador

Tras ese aire distinguido, educado y sonriente se oculta un hombre batallador. Como crítico de TV en Corriere della Sera, denuncia en cada momento las injusticias que pueden cometerse con los realizadores de talento olvidados por la televisión en beneficio de otros de menor valía, y dice tratar de apoyar cuanto aparece con algún atisbo de talento. Hace años, el mismo Bevilacqua intentó unir a los distintos novelistas que se habían volcado al cine (Alain Robbe-Brillet, Marguerite Duras, Pasolini, Alexander Kluge, a los que luego se unió Fassbinder), con la intención de crear un posible frente común. "Pero el Gobierno de mi país no nos ayudó. Ahora vemos que en Francia, Alemania o España se ha estructurado un fomento del cine que en Italia no existe. No sé si ocurriría también en estos países, pero es terrible pensar que el pobre Valerio Zurlini -La chica con la maleta, Crónica familiar- murió como consecuencia del olvido al que se le sometió, contratado por una televisión que no filmaba los guiones que le obligaba a escribir: Zurlini se escapó en el alcohol".La presencia de Bevilacqua en Madrid se debe al homenaje que le ofrece actualmente el Instituto Italiano de Cultura, que, entre otros filmes no conocidos en España, ha presentado La Califfa, su primera película, única que aquí se había estrenado, y que se inspira en una novela del propio director también publicada en España: un filme sensible a los movimientos, reivindicativos de 1968 y que hoy ofrece un cusioso espejo de aquellas inquietudes.

Tragedias nucleares

El cineasta Alberto Bevilacqua cree que han cambiado los términos de ese cine político y él mismo se empeña ahora en la filmación de la tragedia que crean las centrales nucleares, "porque ésa sí es una auténtica tragedia. Su historia será la de un actor que regresa a Italia y descubre con dolor la destrucción de su viejo paisaje, de aquel río, el de Parma, ya contaminado y muerto. Una doble reflexión del artista ("reivindico también la expresión de nuestra soledad, de nuestros problemas íntimos") que alterna lo poético con la denuncia social: "Nuestro país está en manos de los camorristas, de la Mafia, y me temo que los cineastas de nuestros días no se sensibilizan lo bastante con esta situación".

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