El sable se ha mellado Brasil
EL RESULTADO de la votación parlamentaria del miércoles en Brasilia indica que la ha ganado el Gobierno; en realidad, es una importante victoria moral, y de hecho, para la oposición.El presidente Figueiredo anunció claramente durante el viaje que le trajo a España que la oposición no tendría la menor oportunidad de pasar la enmienda constitucional que hubiera permitido que la próxima elección presidencial se hiciera por sufragio universal y no por medio de un colegio electoral de unos compromisarios designados para producir la continuidad del poder. Ni el general ni los otros generales y políticos conservadores que le rodean están decididos a que la democratización del país (que se viene produciendo por erosión de la fuerza social y económica del régimen y por una presión popular creciente, a la que responden meras concesiones cosméticas) vaya más lejos de lo que les conviene, y les conviene muy poco. El dictado se ha cumplido; el Parlamento de Brasilia ha quedado prácticamente incomunicado, se han producido medidas de censura, detenciones -incluyendo las de dos diputados- y presiones de todas clases sobre los miembros de la mayoría gubernamental de los que se. temía la defección. Se viene hablando de un ambiente de tensión: puede decirse con sinceridad que ha sido un ambiente de miedo creado deliberadamente por el poder para mantenerse. Aun así, un número considerable de los parlamentarios gubernamentales no se ha presentado a la hora de votar, otros se han pasado a la oposición; pero los recuentos finales han dejado a 22 votos de distancia la enmienda, para la que se requerían los dos tercios de la Cámara.
No se puede decir que haya sido un triunfo del Gobierno. Ha ganado exclusivamente el uso de la fuerza, como viene sucediendo en ese país desde que los militares que hoy representa Figueiredo secuestraron la democracia, si bien la brutalidad de los primeros momentos se ha reducido de una manera considerable, y las semimedidas de amnistía y regreso de exiliados, las pizcas de libertades abiertas para algunos partidos y para algunos políticos han cambiado el rostro más duro. Por el pequeño resquicio abierto han ido penetrando duras derrotas electorales para el poder impuesto, a partir de las elecciones de 1974, que modificaron sensiblemente el peso de los partidos políticos autorizados, y hasta esta misma votación del miércoles en Brasilia, que, perdiendo una enmienda, gana moralmente la situación. Se une el valor de estos resultados al de las manifestaciones que, según algunas cifras, llegaron a reunir en Río de Janeiro más de diez millones de personas en las vísperas de la reunión parlamentaria, muchas de ellas representantes de municipios, para presentar al Gobierno un desafío que le va a ser muy difícil de soportar. No tiene en sus manos las medidas reales -sobre todo la capacidad de administrar una economía que se ha disparado hacia el caos y que tiene el correspondiente reflejo social- para sostener la situación y, teóricamente, no va a poder seguir dominando por una fuerza que ya está muy menguada.
Importa ahora que los militares que dieron el golpe militar contra el régimen democrático de Joao Goulart, asimilen que ha sido la tenaz reivindicación democrática del pueblo brasileño además de sus propios errores, no menos tenaces en su acumulación, tanto en el plano de la gestión económica como en el vaivén irresoluto de su inicial marcha hacia la democracia, la que ha acorralado al sistema militar en la necesidad de ándar hasta el fin el camino de la evolución democrática. Efsable de los generales brasileños se ha mellado en el momento en el que ha servido para algo más que para dar mandobles. Toca sacar las oportunas conclusiones.
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