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FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE IMAGINARIO

Cuando la propia imagen es el peligro

El cantante Sting, del grupo The Police, es el actor de una de las más sugestivas películas presentadas en el festival madrileño: Brimstone and treacle. Él es, al menos, el mejor aliciente del filme. Su perversa expresión, su pasotismo ácrata y una curiosa elegancia son los atributos ideales para encarnar a ese ángel o demonio introducido en el hogar de una pacífica pareja que sufre por la larga y penosa enfermedad de su única hija. Como el turbador protagonista de Teorema, el fascinante filme de Pasolini, este ambiguo ser ataca los cimientos morales de esa familia, que no volverá ya a relacionarse como hacían antes de conocerle.Una película a medio camino entre lo inquietante y lo humorístico, que se acompaña con inteligentes partituras del propio Sting -que saben reafirmar el carácter mítico de la historia- y también de un excelente reparto en el que Sting sobresale por su carisma, pero también, como es lógico, por la importancia de su cometido. Joan Plowright, la esposa de Laurence Olivier, y Denholm Elliot confirman de nuevo la excelente calidad media de los actores británicos.

La sugestión de este filme se encuentra en las antípodas de la película colombiana Carne de tu carne, confusa en su simbología y pretenciosa en su meta: a través de la relación incestuosa entre dos hermanos de la alta burguesía, Carne de tu carne quiere denunciar las injusticias vividas en Colombia, muy especialmente en la década de los cincuenta, bajo la dictadura militar de Rojas Pinilla. Según el filme, los viejos fantasmas de la mitología popular son, en realidad, los elementos que utiliza la burguesía para sumir al campesino en la pobreza, y el incesto de los adolescentes, una nueva forma de prolongar el vampirismo de la clase dirigente. Éste es el juego dramático del director Carlos Mayolo, en el que se ha movido con más ilusión que acierto, aunque cabe aceptar su película en términos que respeten el esfuerzo por fomentar una cinematografía colombiana que acabe expresando sus peculiaridades.

Un filme norteamericano, Looker (Mirada mortal), levantó algunos aplausos en la sala, premiando más sus eventuales aciertos que el conjunto. De nuevo se nos cuenta el peligro del vídeo, de la imagen publicitaria, del poder de quienes la manejan para seducir al receptor. La publicidad subliminal que se pretendió hace tres décadas se transforma en esta película en un científico sistema de creación de imagen por computadora por el que ningún espectador entregado a contemplar esos anuncios podrá desprenderse de su maléfico encanto, aunque en apariencia sean spots vulgares. Todos contienen una señal de la que no se puede escapar. Como las pistolas de los malvados, que en lugar de balas proyectan haces de luz, o como la cirugía estética, que condena a muerte a las ingenuas modelos que se entregaron a sus cuidados: una fantasía saludable que nos previene del peligro del atontamiento masivo. Como media, un hombre, se dice en la película, contempla cada día 50 minutos de televisión, o un año y medio íntegro de su existencia. Realmente, hay que pensárselo.

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