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Escasas perspectivas en las negociaciones hispano-argelinas

Los enemigos del gas natural

Los argelinos contra su voluntad e intereses, proporcionan argumentos a quienes se oponen al desarrollo del gas natural en España

Los numerosos sectores que en España se oponen, por razones prácticas, al desarrollo del gas natural han encontrado un imprevisible colaborador en el Gobierno de Argel. Con su firme actitud, que ha dificultado un rápido entendimiento en las difíciles negociaciones para la renovación del contrato de suministro de gas natural a España, el Gobierno argelino ha contribuido a que los planificadores energéticos españoles, con el apoyo silencioso de importantes sectores del país, realicen una previsión mínima de consumo de esta limpia y cómoda fuente energética para el próximo decenio, según se desprende de la última revisión del Plan Energético Nacional (PEN), a punto de enviarse a discusión parlamentaria.Tres años de negociaciones (uno de ellos, entre delegaciones a nivel gubernamental) no sólo han resultado infructuosos, sino también inútiles, a la hora de convencer a las dos partes de que la renovación del acuerdo firmado en 1974 entre la Empresa Nacional del Gas (Enagas) y la argelina Sonatrach era más que una simple cuestión que afectaba al campo exclusivo de dos empresas. Según fuentes del sector energético, el fracaso de las negociaciones con Argelia se ha traducido en la paralización de las inversiones en infraestructura gasística en España, en la limitación física del consumo de gas natural dentro de las previsiones del PEN y en un temor fundado de que más de 80.000 millones de inversiones e intereses intercalarios de obra en curso por parte de Enagas no sirvan absolutamente para nada.

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Un cierto temor a la guerra fría

El bloqueo de las negociaciones con Argelia ha provocado incluso que un Gobierno como el actual, firme partidario en la oposición del desarrollo del gas natural como una fuente alternativa al petróleo y a otras energías, se haya convertido, en un proceso de sólo 12 meses, en un escéptico y haya recurrido a limitar notablemente, sobre planes anteriores, su desarrollo dentro de la perspectiva del recién presentado Plan Energético Nacional de 1983.

El gas en el PEN

El capítulo del gas natural contenido en el PEN socialista tiene, hasta cierto punto, su lógica. Pese a condenar esta fuente energética a un tímido 4,7% de importancia dentro de la estructura de la energía primaria española durante el próximo decenio (frente a un 15%-20% en Europa), todos los números y análisis realizados en la fase de elaboración del documento han puesto de manifiesto que no es posible confiar en una energía que ofrece tantos imprevistos como el gas.Limitados por una infraestructura gasística deficiente, una errónea comercialización anterior y sujetos a los intereses cambiantes de un suministrador inestable, el desarrollo del gas natural por encima de lo razonable podría convertirse, dentro de un decenio, en uno de los mayores errores históricos de un Gobierno obsesionado por el aprovechamiento óptimo de los recursos disponibles. Sobre todo cuando se parte del principio filosófico -o de la constatación de la realidad- de que el sector energético español está sobredimensionado y tiene un proclamado exceso a medio plazo de capacidad en refino y de producción eléctrica.

En sus negociaciones con España, los argelinos parecen haber ignorado los escasos enamorados que, por razones prácticas, tiene el gas natural en España. Con excepción de Cataluña, y a corto plazo algunas zonas del País Vasco (que pronto tendrán su propio gas natural, procedente de los pozos del Cantábrico) y de Levante, los futuros consumidores de esta fuente de energía se encuentran ante el dilema de tener que realizar fuertes inversiones para reconvertir las instalaciones industriales o domésticas con que utilizar un producto cuya viabilidad económica, por su alto precio, no está garantizada.

La caída de un mercado

Los mismos vendedores mundiales de gas, así como los Gobiernos y compañías clientes, admiten que el comercio internacional del gas natural ofrece hoy un futuro incierto. Franceses, italianos y belgas, grandes consumidores de gas así lo han admitido y han tenido que subvencionar fuertemente su consumo con el fin de aprovechar unas redes comerciales y unas instalaciones amortizadas hace muchos años. Algo similar, aunque muchos años antes, ha ocurrido con los norteamericanos, también con alta dependencia del hidrocarburo gaseoso, pero aún mucho más vulnerables a la ley de la oferta y la demanda. De los tres importantes clientes estadounidenses que tenía -El Paso, Eascogas y Penhalden-, Argelia se ha quedado sin ninguno, y éstos ni siquiera se han tomado en serio la posibilidad de que el Gobierno argelino les reclame daños y perjuicios ante los tribunales internacionales.Un reciente artículo publicado el pasado 19 de marzo en la prestigiosa publicación Petroleum Intelligence Weekly venía a demostrar las incongruencias de una política gasística, por parte de los productores, que buscaba repetir en el gas natural el fenómeno de la OPEP en el mundo del petróleo. Desde 1980, cuando Argelia emprendió por iniciativa propia una política de altos precios, equiparable a la llevada en la OPEP, el comercio del gas natural se ha hundido. Basta señalar que en sólo tres años los precios mundiales del gas han caído un 30%, y en el proceso se han llevado por delante multimillonarios proyectos de desarrollo de esta fuente energética. El fracaso del proyecto conjunto entre Argelia y la US Trunkline, el abandono de las inversiones en plantas licuadoras en Nigeria, el enfriamiento de los planes exportadores de gas de Qatar y el negro futuro de la propuesta española de construir el gasoducto norteafricano son cuatro ejemplos evidentes de ese futuro incierto.

Demanda a la baja

Por de pronto, la OCDE y la CEE han modificado a la baja sus ya mermadas perspectivas de incremento de la demanda de gas en Europa y en el área desarrollada. Para compensar, los productores han tenido que recurrir a soluciones momentáneas que intentan basar sus consumos energéticos internos en este hidrocarburo, hasta cierto punto un subproducto de sus pozos petrolíferos. Ante esta perspectiva, todo indica que, de mantenerse la situación, sólo una política de precios más bajos y de flexibilidad en los cumplimientos de los contratos convencerá a los consumidores de que son rentables políticas a largo plazo de desarrollo de este consumo.Argelia, sin embargo, parece tener sus ideas propias sobre estos hechos, como demuestra su firme postura en las negociaciones con España. En lo que es, sin duda alguna, una prueba de fuego ante futuras negociaciones con otros clientes (Francia y Bélgica, sobre todo), el Gobierno argelino muestra una inflexibilidad que puede volverse contra ella a largo plazo, aunque pueda ser efectiva a corto. Expertos energéticos españoles llegan a sospechar que el problema del gas en Argelia puede obedecer a una subterránea guerra interna en las altas esferas del Ministerio de Petróleo e Industrias Químicas y de la propia Sonatrach.

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