La falta de dotación y la dispersión de centros son los males de la investigación en la URSS, según el diario 'Pravda'
Un gran número de instituciones científicas especializadas en distintas ramas de la investigación, y radicadas en los más diferentes lugares de la geografia de la URSS, carece de las condiciones materiales necesarias para desempeñar su labor de una forma eficaz, según ha revelado el diario Pravda. En una serie de artículos críticos dedicados a la investigación científica, el órgano oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética denuncia la proliferación de establecimientos faltos de espacio, de dotación económica o de infraestructura técnica.El periódico sugiere una mejor planificación de la investigación que racionalice medios, la ligue más estrechamente con la producción industrial y la haga más eficaz, ya que las malas condiciones laborales y la falta de equipo son un "lujo impermisible" en la época de la industrialización.
En diferentes regiones, ramas científicas, escuelas superiores e instituciones se encuentran colectivos de investigadores "vegetando en la desorganización", y ello es aplicable, señala Pravda, "desde el pequeño laboratorio a institutos completos". Como ejemplos el diario cita el Instituto Geográfico de la Academia de Ciencias, cuyas dependencias están repartidas en 24 sótanos de Moscú, y donde el número de mesas sólo basta para uno de cada tres colaboradores. Otro caso es el de la Academia de Ciencias de Moldavia, donde el 70% de los colaboradores en el campo de las humanidades no tiene sitio para trabajar.
El origen de estos "absurdos" señala Pravda, se remonta a dos o tres decenios atrás, a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, cuando el número de instituciones y el personal a ellas adscrito experimentaron un gran crecimiento, necesario para el desarrollo industrial. En este proceso se formó el potencial científico gracias al cual "la URSS resuelve las más complejas tareas" y superar "el miedo al embargo y a las limitaciones en los contactos científicos".
A finales de los sesenta y en los años setenta se abrieron en la URSS nada menos que 1.100 instituciones científicas. Sin embargo, la preocupación por la cantidad no siempre iba acompañada del mismo empeño en la calidad. La proliferación de centros de enseñanza superior llegó a ser una "moda" y una "cuestión de prestigio". Pravda comenta el caso de un instituto de microbiología que se hallaba construido en 1978 y que sigue sin funcionar porque no hay quien instale el equipo trabajosamente buscado por todo el país durante años.
Los que piensan que el tiempo no importa en la investigación científica "se equivocan", señala el artículo, según el cual son necesarios de tres a cinco años para poner en marcha una institución científica en la URSS, y en ese tiempo los adelantos dejan atrasados muchos esfuerzos.
Otros ejemplos de mala organización citados por Pravda incluyen la dispersión de 10 organizaciones científicas estatales en 99 domicilios diferentes de Moscú y de ocho departamentos del Ministerio de Petróleos en 38 domicilios. Por otra parte, el 40% de los científicos que trabajan en el telescopio óptico instalado al norte del Cáucaso (el más potente del mundo en su género) no tiene viviendas porque las obras de dos bloques de 144 apartamentos se han paralizado por falta de pago a los obreros.
El artículo propone que la infraestructura técnica disponible se utilice de un modo más racional y se comparta entre diferentes instituciones, ya que no resulta posible abastecer a todas ellas individualmente del equipamiento necesario. Como casos encomiables de instituciones científicas en la URSS se citan el Instituto de Investigación Biológica de Puschino (cerca de Moscú), el Instituto de Física de Protvin y el Instituto de Cardiología y Oncología de Moscú.
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