La libertad de las martas cibelinas
Los guionistas han trasladado a las calles de Moscú una típica historia de espionaje que habitualmente se desarrolla en los decorados de Estados Unidos o Europa. Esa novedad, sin duda, tiene atractivo, y aunque el rodaje no se haya celebrado en el lugar de la acción, sigue siendo el posible encanto de la película.La historia -bien narrada- no deja de ser tópica: tres cadáveres sin rostro aparecen congelados en un parque, y un policía destartalado tiene que luchar contra el hermetismo del KGB para identificar a los muertos y descubrir al responsable.
Propaganda
Gorky Park
Director: Michael Apted Guión: Dennis Potter, según la novela de Martin Cruz Smith. Fotografía: Ralf Bode. Música: James Horner. Intérpretes: William Hurt, Lee Marvin, Brian Dennehy, Ian Bannen y Joanna Pacula. Policiaca. Norteamericana, 1983. Locales de estreno: Palacio de la Prensa, Velázquez.
La historia comienza a adquirir más sentido cuando los guionistas giran la simple anécdota policial para transformarla en panfleto de guerra fría. Las martas cibelinas que motivan los asesinatos y el tan grave follón que a duras penas logra seguirse en sus últimos minutos representan a toda la Unión Soviética, y por eso persiguen su libertad. Cuando pueden salir de las terribles cárceles en que las encerraron los gánsteres de la historia, sube la música a tope y la imagen se hace bellísima: estamos en Estocolmo.Vuelven a aparecer, pues, estas películas propagandísticas que tanto recuerdan la hornada que se produjo en los primeros años cincuenta. Se trata de reducir al tópico lo que desde fuera se conoce de la Unión Soviética y englobarlo en una historia de buenos y malos en la que los americanos malos son los que comercian con los rusos, y los rusos buenos, los que huyen de su país. Directa o indirectamente, no se trata de otra cosa.
Sin embargo, Michael Apted ha realizado su película con solvencia y seguridad. El excelente trabajo de sus actores principales y su sabia herencia del mejor cine negro convertirían Gorky Park en un buen filme de su género si no fuera porque la elementalidad de sus pretensiones anegó también su propia estructura dramática: es todo tan ingenuo que ni la confusión final aporta mayor enjundia.
Babelia
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