Vicente Molina Foix presenta 'Los padres viudos' premio Azorín de novela
Vicente Molina Foix presenta hoy su cuarta y, por el momento, última novela, Los padres viudos, con la que ha merecido el Premio Azorín de Novela 1983. A sus 36 años, el que fue uno de los nueve novisimos que en 1970 antologó Castellet, no olvida recalcar que "una novela es un proceso que camina hacia adelante, algo vivo que va enriqueciéndose a medida que se enriquece el autor".
Vicente Molina Foix, que es profesor de Ética en la Universidad del País Vasco, que escribe crítica de cine y televisión, cuando se pone a narrar, estilográfica en mano -método inevitable para él-, nunca planea de antemano lo que va a suceder. "Digamos que parto de un núcleo mínimo, de un acontecimiento. En el caso de Los padres viudos fue la muerte del padre. Aunque no se trata de una novela autobiográfica, la idea me la dio la muerte de mi padre, la evidencia inesperada de que yo ya no era hijo, de que yo ya era yo; todo eso cobró un peso simbólico, me marcó. Y esa ausencia se convirtió en el punto de partida de la novela que fue una forma de objetivar lo que sentía".
Los padres viudos tiene tres partes muy diferenciadas: "La primera rescata las raíces de esa primera idea; es la parte de la vida familiar, de la muerte del padre, y a partir de aquí la novela se convierte en una reflexión sobre la relación entre paternidad y filiación en todas sus variantes: el maestro, el amigo más infuyente que tú, las sustituciones que la familia empieza a hacer de la figura del padre... Hasta llegar al momento en que no te puedes acoger más a esa trampa, y eres padre a tu vez en algún sentido. Todo ese proceso mezclado, a su vez, con la aparición de la figura femenina".
Cuatro años ha tardado Molina Foix en escribir esta novela. "Es que yo escribo muy lentamente, y no veo otra forma. Conforme pasa el tiempo me cuesta más, y eso no me preocupa, al contrario, porque pienso que eso quiere decir que me produce mayor respeto".
Con regocijo comenta que es una novela "muy de familias, y eso me encanta", y los progresos que supone la orquestación de largas escenas en las que intervienen muchos personajes. El premio Azorín, aunque no es el primero que recibe -le dieron el Barral de novela hace 14 años por Busto-, le halaga y le divierte, y afirma que está contento con lo que ha conseguido, que es, en definitiva, lo que pretendió ser cuando dejó Alicante y empezó a hacerse un futuro.
Babelia
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