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Nuevos narradores intentan definir la posmodernidad

Gabriela Cañas

Tratar de definir un término de nuevo cuño, como es el de posmodernidad, es como debatir el sexo de los ángeles. El coloquio sobre Narrativa en la posmodernidad celebrado el martes en el Círculo de Bellas Artes fue un agitado diálogo donde casi nada quedó claro. Hubo un par de manifiestos en pro de la posmodernidad, porque "sucede, simplemente, que vivimos en la posmodernidad y que hay autores que son más sensibles a este hecho", mientras otros negaron rotundamente su existencia.

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Cervantes y Lope de Vega son precedentes de la posmodernidad, según informó a los asistentes Gregorio Morales Villena, escritor, 32 años, que leyó un pequeño escrito intentando delimitar el nuevo concepto. Morales hizo un canto contra los años cincuenta y los sesenta y en pro de los primeros treinta de este siglo -Gómez de la Serna, Eugenio d'Ors-, de donde ha de mamar la posmodernidad. Abogó por un escritor vividor, que conozca de cerca los mundos que le rodean, que conozca la calle, y, después de tres folios, terminó apostando por la literatura española de este tiempo, posmoderna o no.La Luna de Madrid, revista literaria de reciente creación, es para muchos el símbolo por excelencia de la posmodernidad. Algunos de los invitados al coloquio son colaboradores asiduos de la misma, como Javier Barquín, Gregorio Morales y José Luis Moreno. El moderador, Juan Carlos Delaiglesia, es jefe de diseño de la revista, y otro de los invitados, José Tono, es redactor jefe. El director, Borja Casani, formaba parte del público, y desde su silla proclamó la importancia del movimiento, aunque sólo fuera por su función de "agitación y de convulsión". Y meditaba en alto: "Aquí se acepta cualquier etiqueta que venga de fuera sin rechistar, ya sea el funky o la imagen de Michael Jackson, y se desecha cualquier innovación interior".

José Tono, al igual que Morales, hizo su manifiesto. Habló de este siglo como del "siglo de la decepción", calificó a Bergamín de posmoderno y defendió a la nueva literatura, "cargada de pasión, aventura, desenfado o una esnifada de perico". Luis Mateo y José Antonio Gabriel y Galán confesaron desconocer absolutamente el fenómeno del que se estaba hablando, aunque admitieron la existencia de un cierto movimiento urbano y de un afán de nuevas formas de creación. Otro invitado-escritor, Ramón Mayrata, manifestó su escepticismo ante el nuevo término. Una joven asistente exigió, incluso, la elaboración de un manifiesto en contra de la existencia de la llamada posmodernidad, porque ésta sólo se ha manifestado "fundamentalmente en la arquitectura y la música".

Casani fue el más optimista. "Creo que el arte español necesita este tipo de análisis", dijo. "Es la primera vez que una generación sumida en el marasmo consumista se pone a analizar". Tono corroboró esta opinión. Al menos, la palabra posmodernista supone un "esfuerzo teórico de análisis; si no se definen unas cuantas claves, nos perdemos un poco".

Javier Barquín, visiblemente colocado y con las pupilas desmesuradamente dilatadas, dio la chispa de humor al coloquio. Defendió la escritura telegráfica, porque ya no hay tiempo para escribir y leer gruesos tomos, y puso el punto final a la discusión. "Lo único evidente", dijo, "es que el pueblo unido siempre será machacado".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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