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Reportaje:Protección de la población frente al riesgo de guerra / y 2

Las opciones para la defensa civil dependen de la integración plena en la OTAN

JOAQUIN PRIETO Los sistemas de protección de las poblaciones frente a catástrofes naturales y accidentes derivados del uso de la tecnología, comprendidos en el actual concepto de protección civil, no corresponden a lo que la OTAN denomina Civil Emergency Planning (Planes Civiles de Emergencia), cuya lista de misiones es mucho más amplia y tiene una orientación distinta. Lo esencial, según se desprende de las misiones civiles de la OTAN, es asegurar la continuidad del Gobierno, garantizar los transportes, promover una legislación para casos de emergencia, disponer de mano de obra, controlar y proteger las actividades económicas básicas y mantener las comunicaciones, es decir, sostener el esfuerzo defensivo, incluso en caso de guerra nuclear generalizada, y tratar de reconstruir la economía y el sistema social de los países miembros después de la conflagración.

Es un concepto diferente al de la protección de las poblaciones civiles, que es el objetivo esencial de los países neutrales y al que estos últimos han dirigido todos sus esfuerzos. De ahí la aparente paradoja de que Estados Unidos, como cabeza de la OTAN, apenas haya desarrollado sistemas propios de defensa de las poblaciones entendiendo que la disuasión militar es la defensa más eficaz de su propia población.

En España, la situación de inexistencia de legislación y recursos para la defensa civil ha comenzado a alterarse. Ya existen algunas iniciativas (véase EL PAIS de ayer) que, si bien no cambian el nivel de desprotección de las poblaciones civiles frente al riesgo de guerra, parecen orientadas a iniciar la equiparación del sistema español con la Alianza. Un informe del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) ya advertía, en 1983, que,"por ingrato que resulte, parece conveniente una paulatina mentalización española sobre los riesgos, siempre presentes, de sufrir los efectos directos o indirectos de un ataque nuclear".

El mismo informe agregaba que "es precisamente la hipótesis de un riesgo máximo en caso de guerra lo que hace desaconsejable el montaje de una Protección Civil ( ... ) concebida solamente para casos de catástrofe y similares", y en su lugar proponía un sistema unitario de Defensa / Protección Civil, del que "sería posible desglosar una parte del aparato y confiarlo a las autoridades civiles, centrales y periféricas que ordinariamente van a utilizarlo, aunque manteniendo siempre alguna supervisión, una especie de alta inspección militar que permita introducir variaciones y progresos para conservar su idoneidad para tiempo de guerra".

La literatura militar occidental atribuye al Estado Mayor de la Unión Soviética la doctrina de "intentar ganar con rapidez" una guerra en Europa si ésta llegara a estallar. No parece aventurado suponer que la OTAN trataría de hacer otro tanto. La capacidad de sorprender al adversario constituye uno de los mayores riesgos actuales de guerra nuclear, sobre todo desde el momento en que la modernización del arsenal soviético de armas de alcance medio y la instalación en Europa de armas norteamericanas equiparables a aquéllas hace teóricamente posible un enfrentamiento nuclear en Europa sin recurrir a los arsenales estratégicos, con los cuales ambas superpotencias podrían destruirse mutuamente.

País de retaguardia

En el caso de España, la modernización de ese armamento -señalan los informes del Departamento de Defensa de Estados Unidos- coloca a toda la Península Ibérica al alcance de los cohetes SS-2O soviéticos, capaces de llegar incluso a las islas Canarias, además de los resultados de un eventual ataque con cohetes lanzados desde submarinos. Esta posibilidad, unida a la consideración de España como país de retaguardia en un eventual conflicto desarrollado en Europa (véase EL PAIS de ayer), avala el riesgo potencial de la población española.

Sea con armamento nuclear, sea como uso masivo de medios convencionales, las guerras modernas producen siempre más muertos civiles que militares. Un informe del Senado francés de 1980, destinado a advertir a su Gobierno de la necesidad de me jorar la defensa civil, incluía la siguiente estadística: la primera guerra mundial causó 20 veces más muertos entre los soldados que entre la población civil; la segunda guerra mundial práctica mente equiparó el número de civiles y de personas de uniforme muertas a lo largo de seis años de guerra. A partir de 1945, las rela ciones se invirtieron: la guerra de Corea causó cinco veces más víctimas civiles que militares, y la de Vietnam elevó las diferencias a 13 veces más muertos civiles que soldados con uniforme.

Todo parece indicar que la ac tual guerra entre Irak e Irán está provocando un número de víctimas civiles muy elevado. Estos datos se refieren a conflictos desarrollados con armamento con vencional, excepto las dos bom bas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki, que provocaron, por sí solas, el 0,5% del conjunto de muertos ocasionado por la se gunda guerra mundial. Práctica mente, todos civiles.

Ayuda insuriciente

Hay otros datos significativos mucho más recientes: la pasada semana se publicó en Londres un informe realizado por el Comité de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del que formaban parte un experto soviético y otro norteamericano. El grupo eligió Londres como escenario del posible estallido de una bomba de un megatón: el estudio arrojaba la muerte inmediata de 1,6 a 1,8 millones de personas, y de 1,6 a 1,7 millones de heridos. Añadía que ningún servicio de salud del mundo sería capaz de atender desastres similares.

A este supuesto mínimo se añaden otros diferentes: en caso de guerra nuclear generalizada (el supuesto calculado se refiere al uso de 10.000 megatones) desaparecería la mitad de la población mundial, esto es, algo más de 2.000 millones de personas.

¿Qué sucedería en España? Hay quien calcula en un millón de muertos el resultado de un ataque nuclear contra la capital de España -por ejemplo-, con destrucciones totales en un radio de 4,5 kilómetros a partir de los puntos de impacto y parciales en otros tres kilómetros. Esos supuestos consideran lugares de impacto probables las bases aéreas de Torrejón, Getafe y Cuatro Vientos, y el centro de la capital, este último con el objetivo de alcanzar las instalaciones de mando del Ejército y de la Armada. En esas zonas quedaría comprendida la totalidad de los hospitales y centros asistenciales de Madrid y localidades próximas.

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