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Marcel Duchamp, una existencia antológica

El más extremista de los vanguardistas reconocía su pereza y afirmaba que su arte consistía en vivir y respirar

La antológica de Marcel Duchamp que se exhibe estos días en la Fundación Miró de Barcelona ha convocado a varios amigos y familiares del artista. Su viuda Alexina, su hijastra Jacqueline, su amigo Pontus Hulten -ex director del centro Beaubourg-, la fotógrafa Denis Browne, y con ellos las sombras de la extrafia familia Duchamp: Rrose Sélavy, el músico John Cage, su entrevistador Pierre Cabanne ... Los duchampianos que han visitado Barcelona estos días explican a este periódico su otra antológica, la antológica de sus íntimos sobre los episodios personales de ese artista que consideraba la vida un ready made, que es como decir un objet trouvé a completar con creatividad, imaginación y humor.

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La vida, un 'ready made'

La última obra realizada por Marcel Duchamp se encontró en un estudio que el artista poseía en un barrio comercial neoyorquino en el que coincidían los despachos sospechosos de empresas lúgubres con las razones sociales que vendían pollos al por mayor. En medio de este barullo, el apartamento de Duchamp se mantenía en el anonimato, sin ninguna huella, placa o ready made al uso, que le sirviera al visitante para seguir la pista de tan singular personaje."Guardar obra anónima" es lo que hizo Denise Browne cuando, una semana después de la muerte de Marcel, Teeny le pidió que se ocupara de "vaporizar la habitación" de su marido con el fin de que la falta de humedad no estropyara las piezas que constituían Etant donnés. "Fue entonces cuando me decidí a fotografiar el estudio", explica Denise. "Tres veces por semana, después de aquella primera visita realizada con el hijo de Teeny, iba a poner agua al vaporizador. La impresión que daba aquella sala, cuadrada con una única ventana y con pocos muebles, en la que destacaba la famosa puerta, era la de que alguien la había dispuesto de aquel modo consciente de que no iba a volver. Casi diría que Marcel quiso morir en Europa y que Étant donnés era el estudio mismo".

En las sucesivas visitas al que fue el último estudio de Marcel Duchamp, Denise descubrió o comprendió algunas cuestiones que habían quedado en el aire en las conversaciones mantenidas con él. Hay una anécdota que aparece como un símil del pañuelo de la Verónica. "Estábarnos en un restaurante de Fígueres. No había ningún cliente excepto nosotros y los hijos del propietario. Nos lamentábamos de la escasez de agua y me dispuse a tirar unas fotografías cuando, de pronto, Marcel dijo algo a los niños que, a continuación, marcharon corriendo. Al revelar las fotos aparecía una fuente chorreando. Visto y no visto. Fue algo que no comprendí hasta que me encontré con La chute d'eau en su estudio".

Por primera vez Denise descubría que toda la obra de Duchamp adquiere una dimensión estrictamente personal, visual o amorosa, propia de alguien que "definitivamente, aborrece la intelectuaflzación".

Salvarse del olvido

Pontus Hulten, que mantuvo contactos con Marcel Duchamp desde 1954 hasta su muerte, ha quedado sorprendido del interés que ha despertado la antológica: "A mediados de los años cincuenta muy poca gente sabía quien era Duchamp. Era un artista casi confidencial. Todo el mundo ha robado en casa de Duchamp, que se convirtió en una especie de banco de ideas. Pero él mismo era consciente de que sino hacía algo espectacular iba a caer en un abandono irremediable". Es en este sentido que Pontus Hulten considera las sucesivas boîtes realizadas por Duchamp como el intento de "recopilar sus ideas ya expuestas", como unas memorias con las que el artista pretendía "salvarse del olvido".Quienes le conocieron coinciden, en un momento u otro de las conversaciones mantenidas, en reconocer que "Marcel Duchamp era un gran perezoso". Él mismo, así lo declaró en varias ocasiones: "Me hubiera gustado trabajar, pero había en mí un fondo enorme de pereza. Me gusta más vivir y respirar que trabajar. Mi arte consistiría en vivir", decía en su entrevista con Pierre Cabanne. La ironía duchampiana está a un paso de convertirse en el plato fuerte de su propia intelectualización. De ahí que se genere tanta literatura sobre el secreto con que Duchamp mantuvo la realización de sus obras, y muy especialmente sobre los 20 años que gastó para fabricar Étant donnés. Pero no. "Simplemente", aclara Alexina Duchamp, su viuda, "Marcel quería tranquilidad. Le aburría soberanamente que le pidieran explicaciones sobre su quehacer".

Un 'bufón artístico'

Duchamp aparece y desaparece en la vida pública sin motivos aparentemente claros. Y lo hace en los terrenos más curiosos y contradictorios. Acepta que se organicen exposiciones de su obra cuando por otra parte denuncia la sacralización del arte. En su "afán por contradecirse", en su forma de autodefinirse como "un bufón artístico", está la clave de su fortuna."Fue un gran jugador", ahonda Pontus Hulten, "y no sólo en el ajedrez sino también en la ruleta, en la que confiaba para poder ganarse ampliamente la vida sin dificultad aunque no lo consiguió". Jugador, vendedor y comprador de obras de arte, Marcel Duchamp se recreaba inventando sistemas de ganarse la vida libre y artístícamente, sin inquietudes.

"Habría un gran proyecto posible que verosímilmente reportaría dinero", escribía a Tristan Tzara (en 1921?). Se trataba de acuñar en metal las cuatro letras de Dada y venderlas como fetiche (sic) medicinal. Duchamp era consciente de que su proyecto "provocaría una polémica con muchos Dadas Verdaderos, pero todo eso sólo iría en beneficio del rendimiento financiero". Ésta era su idea: "Nada que sea literario artístico; pura medicina, panacea universal, fetiche en tal sentido: Si le duelen las muelas vaya a su dentista y pregúntele si es Dada".

Chatarra perezosa

El interés del personaje salta la frontera del arte y se instala en la literatura, en donde puede manípular e insistir sobre la trascendencia de algo que, en un principio, no quiere que lo sea pero que luego se ve obligado a justificar, a pesar de los pesares. "Entre nuestros artículos de quincallería perezosa, recomendamos un grifo que cesa de manar cuando no le escuchan". "La roña de tímpano y no La Consagración de la Primavera" escribe refiriéndose a la obra de Igor Stravinsky. "Del dorso de la cuchara al culo de la viuda", es uno de sus escasos juegos de palabras que, de entre su abundante material escatológico, consigue pasar la censura. Siempre se manifestó en favor de un erotismo poco poético. Guapo y elegante, se caracterizó sobre todo por sus dotes de seducción.Alexina le recuerda cuando le conoció, muchísimos años antes de casarse con él, en una fiesta celebrada en el París de los americanos que describieron Hemingway y Scott Fitzgerald. "Era un palacio en el que estaba toda la intelectuafidad y los artistas de los años veinte europeos. Marcel llegó acompañado de alguien y, sin saludar a nadie, se dirigieron hacia la escalera de caracol que dominaba el gran salón. Desde lo alto, los dos recién llegados soltaron una fuentecilla de pipí".

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