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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Líbano y la ONU

LA EVOLUCIÓN del problema libanés hacia una solución pacífica ha dado lugar a dos golpes de teatro: el viaje de Gemayel a Damasco y el veto de la URSS en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El presidente legal de Líbano, representante de los sectores cristianos de la población, una vez que se ha evidenciado la derrota e impotencia de las fuerzas militares con las que con taba, ha asumido con audacia la nueva situación y se muestra dispuesto a aceptar una solución basada en las exigencias de Siria. Las principales fuerzas libanesas que han estado aliadas con Siria a lo largo de los combates, como el dirigente druso Jumblat, habían dicho hace unas semanas: "Con Gemayel, jamás!". Ahora el presidente Gemayel es recibido por el presidente de Siria, Asad, con honores excepcionales. No se puede olvidar que una posición antigua y permanente de Siria ha sido rechazar la existencia de un Estado libanés plenamente independiente: ahora piensa obtener, con un presidente Gemayel debilitado, la anulación del acuerdo entre Líbano e Israel gestionado por EE UU, y además, a falta de un Líbano mediatizado, una solución interior del puzzle libanés en el que los sectores musulmanes desempeñen un papel mucho mayor. Tal perspectiva, comparada con la guerra civil que ha ensangrentado Beirut y otras partes del país, puede parecer positiva. Pero si se basa exclusivamente en las fuerzas militares presentes sobre el terreno, significaría la partición de Líbano. Porque Israel tendría, en esa eventualidad, todos los argumentos para mantenerse en la zona sur, que hoy sigue ocupando con sus tropas. Parte de las fuerzas cristianas, que se sienten desamparadas por el volte face de Gemayel, se refugian en la zona de ocupación israelí y desean una presión creciente de Israel para contrapesar la fuerza hoy creciente de Siria. La partición no sería una buena solución: ni para Líbano, porque dejaría intactos todos los antagonismos y prolongaría probablemente la guerra civil, ni para la paz internacional, porque sería premiar a los que violan los tratados y la Carta de la ONU y a los que utilizan la fuerza militar para resolver sus problemas.Estados Unidos, con una fuerza multinacional organizada al margen de la ONU, pretendió ayudar a una solución basada en la alianza de Israel y los cristianos libaneses con Gemayel, para debilitar a los sectores musulmanes y golpear a Siria. El fracaso de esta política ha sido rotundo; lo han reconocido al retirar los marines a los barcos. Pero es evidente que una presencia internacional es conveniente para ayudar al difícil proceso de pacificación, evitar choques entre grupos que están en guerra desde hace años y contribuir así a una solución lo más equilibrada y duradera posible. Por su composición étnica y religiosa, Líbano ha necesitado siempre negociaciones muy delicadas. A tal fin, el Consejo de Seguridad de la ONU, por iniciativa francesa, ha estudiado las pasadas semanas el envío de una fuerza internacional integrada por contingentes de diversas partes del mundo y no necesariamente por grandes potencias. El primer efecto de tal decisión sería la retirada de la fuerza multinacional que aún permanece en Beirut (los franceses, en tierra, y los norteamericanos, embarcados). En negociaciones previas a que la resolución se sometiese a voto se introdujeron en ella cambios solicitados por los soviéticos, como el alejamiento de la fuerza multinacional incluso de las aguas territoriales libanesas. EE UU, reticente al principio, acabó aceptando la resolución. Pero la gran sorpresa ha sido el veto puesto por la URSS -haciendo uso del privilegio que tienen los cinco grandes- a la resolución, aprobada por todos los otros miembros del Consejo.

Es un veto totalmente incomprensible. No cabe imaginar que los soviéticos prefieran que sigan los marines y tener así un cómodo pretexto para la propaganda. La explicación probable es que la URSS ha aceptado el deseo de Siria de tener las manos totalmente libres para imponer sus soluciones en un momento en que ve a Gemayel casi de rodillas. Pero ello indica por parte de la URSS una actitud sin perspectiva, sin seguridad y contradictoria con otras tesis suyas. En el fondo, dos concepciones se enfrentaban en el Consejo de la ONU: resolver los conflictos en el marco de la ONU, de acuerdo con sus principios, incluso con su presencia militar en caso de necesidad, o dejar que se imponga el más fuerte, la ley de la jungla. Al lado de los países europeos, China, todos los países del Tercer Mundo -por encima de discrepancias en otras cuestiones-, Nicaragua, Egipto, Zimbabue, India, Pakistán, Perú y Alto Volta han votado a favor; algunos de ellos, próximos casi siempre a la actitud soviética. La URSS ha quedado totalmente ais lada en una decisión de suma importancia. Hace mucho tiempo que una cosa así no ocurría en la ONU.

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