Respuesta a Joaquín Leguina: inventa un fantasma, que algo queda
El presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Joaquín Leguina, ha publicado un artículo en EL PAÍS (22-2-1984). En dicho artículo, Joaquín Leguina se convierte en notario público de la política del PCE en la etapa de la dictadura y en acusador privado del PCE y de CC OO en la etapa actual. Desgraciado papel el que le toca a un hombre con raíces en el pasado de lucha democrática y con posiciones políticas de izquierda, no desdeñables, en el presente. Yo entiendo las servidumbres que comporta un cargo político y público en el partido del Gobierno, defendiendo su política. Pero no comparto ni los contenidos ni los métodos con que se intenta defender esta política.Por ello, mi escrito no tiene ninguna agresividad personal, aunque sí una clara confrontación política con las afirmaciones, ideas y opiniones que Joaquín Leguina expresa. Por dos razones principales: una, porque no se puede falsificar la historia impunemente, y menos una historia, por reciente, tan conocida; y otra, porque no se pueden manipular los datos de la realidad política y social para sacar conclusiones públicas que, eludiendo las propias responsabilidades en la marcha de los asuntos del país, intenten buscar un chivo expiatorio en otros. Ello no es ético desde una concepción democrática y de izquierdas y, sobre todo, no es rentable a medio y largo plazo, aunque coyunturalmente pueda rendir unos ciertos dividendos.
El PCE ha destacado en la historia de los últimos 45 años no por haber desempolvado el fantasma de la Huelga Nacional Política (HNP), sino por otras cosas que han representado una importante contribución de los comunistas a la causa de la libertad y la democracia y a la defensa de los intereses de los trabajadores. Una de ellas fue la decisión política, adoptada en 1956, planteando la reconciliación nacional como elemento imprescindible de la lucha por la democracia, en la vía de liquidar los efectos dramáticos de la guerra civil y la división que ésta había creado en el pueblo, abriendo una nueva etapa que nos permitiera construir una sociedad de convivencia y tolerancia.
Protagonismo en el movimiento democrático
Otra, ligada estrechamente a ésta, fue la participación activa de los militantes del PCE en las luchas y movilizaciones obreras, estudiantiles e intelectuales, contribuyendo así a la organización de un fuerte movimiento reivindicativo y democrático que, en su desarrollo, fue configurando en España una alternativa de izquierda y progresista al secular dominio de la derecha más conservadora. Analizando objetivamente la historia encontraremos, en los 11 millones de votos que en octubre de 1982 optaron por un cambio en la política española, profundas raíces en este movimiento democrático y reivindicativo que se inicia inmediatamente después de la guerra civil -y no en 1959-, y en el que el PCE tuvo un protagonismo que le reconocen todos los historiadores.
Un movimiento plural que fue capaz de generar en su seno cosas tan importantes como CC OO, el Sindicato Democrático de Estudiantes y diversas plataformas unitarias de intelectuales y profesionales, que jugaron un importante papel en la generación de una mentalidad democrática abierta y progresista.
En esta etapa de nuestra historia reciente no se ventilaban ni votos ni cargos de ningún tipo. El ideal de la libertad frente a la dictadura, las justas reivindicaciones laborales, sociales y culturales frente a la explotación y el oscurantismo presidían el trabajo abnegado y el sacrificio de los comunistas y los demócratas. El compañero Leguina, que algo sabe de ello, rinde un flaco servicio a la verdad histórica en un escrito que más que un ataque al PCE y a CC OO es un insulto a los miles de comunistas, socialistas y antifranquistas que en duras circunstancias, pagando muchas veces con la cárcel e incluso la muerte, defendieron la necesidad de un régimen democrático para España, abierto a las necesarias transformaciones económicas, sociales y políticas.
El PCE se ha equivocado muchas veces en su política. Se ha equivocado porque ha actuado. Si el PCE se hubiera mantenido quieto en los meandros o cuchitriles donde se han cobijado otros, seguro que no se hubiera equivocado. A lo mejor la conciencia de la izquierda española estaría más atrasada de lo que lo está ahora.
Es por ello esperpéntico que un titular de polémica política sea ¡Por fin!, la Huelga Nacional Política. Es una boutade gratuita, desligada de todo rigor político, analizar bajo este signo instrumentalizador lo que está ocurriendo en España.
Esta actitud denota un craso desconocimiento de las causas que generan la actual movilización social en España, al tiempo que un desprecio por los trabajadores que, de forma responsable y masiva, expresan su disconformidad con un tipo de política económica que, lejos de abrir camino de solución a los problemas y fenómenos derivados de la crisis, engendra situaciones más negativas y, por tanto, más conflictivas.
Guiños al Oeste
Aquí, amigo Leguina, ni el PCE ni CC OO plantean la Huelga Nacional Política. Ni el PC ni CC OO hacen guiños al Este. Otros sí hacen guiños tan al Oeste que reciben el télex directamente de la Casa Blanca, que con su teoría de la locomotora ha subordinado a muchos maquinistas que están perdiendo la ruta, al tiempo que nos impone a Europa y España el coste de su crisis y de su política armamentística.
Y esta teoría de la locomotora, que se expresa en un tipo de política económica y salarial, que define un tipo de reconversión mala para el país, que acentúa la dependencia de España de los grandes trusts internacionales, es la que empieza por no crear la parte de 800.000 puestos de trabajo y sí a liquidar más de 200.000 en 1983, la que reduce la masa salarial en más de un punto en 1983 sin crear empleo, la que sitúa el nivel de cobertura del desempleo en un 26,7%, la que sigue con una política fiscal regresiva, la que reprivatiza Rumasa, la que avanza proyectos de privatización de la Seguridad Social, la que reduce las prestaciones a los jornaleros agrícolas, la que lanza globos sonda para reducir las pensiones, etcétera.
Esta política es la que genera fenómenos de amplia contestación social. Es la política que la derecha aplaude por lo bajo, aunque sus tribunos exijan todavía más dureza en su concepción y más vigor en su aplicación.
Amigo Leguina, éste es el problema y no el fantasma de la HNP, que, en extraña coincidencia, ahora se desentierra desde la derecha pertrechada en sus intereses y desde alguna relevante personalidad del PSOE. Los fantasmas sólo salen de noche, son seres nocturnos y habitan en los castillos, no en los barrios populares.
Cuando se pierden los papeles, programas y carpetas en tanta reunión de banqueros y notables de las finanzas nacionales e internacionales, deben volverse a encontrar, recuperar el hilo conductor del discurso progresista de antaño y, sin caer en demagogias, pero tampoco en claudicaciones, articular la fuerza social que en España ha votado cambio para que éste se haga realidad y no genere una nueva frustración. Efectivamente, como dice Leguina, la solidaridad y la justicia son más que adornos para los mítines. Por ello, los comunistas queremos una política económica y social diferente, que haga la unidad de los trabajadores y no fomente su división.
Estoy convencido de que sólo con la unidad de los comunistas y socialistas en el terreno político y sindical será posible hacer la unidad de los trabajadores, y nuclear en tomo a ella la fuerza social popular capaz de hacer los cambios y transformaciones que España necesita.
es responsable de Política Sindical del Comité Central del PCE.
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