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El presidente Alfonsín recibe, tras dos meses de espera, a los líderes sindicales argentinos

El presidente argentino, Raúl Alfonsín, recibió ayer en la Casa Rosada a líderes sindicales que llevaban dos meses pidiendo audiencia. Alfonsín aceptó recibirlos inmediatamente después de su asunción, pero corno representantes de sus respectivos gremios y no de la totalidad del sindicalismo argentino. Finalmente, unos y otros han tenido que ceder, y a la Casa Rosada han accedido los representantes provisionales de la Confederación General del Trabajo (CGT) unificada, los (le la Mesa de Enlace y los de Los Veinte (estas dos últimas organizaciones gremiales, discrepantes tácticamente de la CGT). Saúl Ubaldini, principal interlocutor sindicalista, se mostró satisfecho del encuentro, especialmente de que el presidente hubiera desmentido las afirmaciones del ministro de Economía en su gira por Europa acerca de que el sindicalismo argentino era "mafioso y fascista". Pero todo ha quedado en palabras corteses. Sigue en pie el espinoso enfrentamiento a cuenta, de la ley sindical, que debe ser refrendada por el Senado (donde los radicales son minoría) tras haber sido sancionada por el Congreso en una sesión tumultuosa.

No obstante, la ley que democratiza y normaliza los gremios saldrá adelante pese a la oposición peronista, al contar el radicalismo con el apoyo de pequeños partidos provinciales en el Senado. Donde los sindicalistas del justicialismo se harán fuertes es en la inminente ley de Reforma de las Obras Sociales: hospitales, guarderías, hoteles, tiendas cooperativas. Los sindicalistas quieren recuperar su control absoluto; el Gobierno aspira a que todo ese tinglado económico sea administrado paritariamente por una representación de los beneficiarios y otra del Estado.

El brigadier general del Aire Basilio Lami Dozo, triunviro en la penúltima Junta Militar, declaró ayer ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas por sus responsabilidades en la guerra del Atlántico sur, y también fue detenido, aunque su caso se contempla con mayor simpatía que el de sus compañeros, también internados, Leopoldo Galtieri y Jorge Isaac Anaya. La aviación no se significó excesivamente en la guerra sucia, y durante el conflicto de las Malvinas fue la única arma que se empleó a fondo y que combatió con dignidad, inflingiendo severos castigos a la Armada británica. Dentro de las Fuerzas Armadas, los aviadores son los únicos que aún pueden reclamar algún respeto.

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