Diferencias entre los 'hombres económicos' del presidente Reagan a la hora de valorar él déficit
Los déficit federales no constituyen un serio peligro para la recuperación económica estadounidense, en opinión del presidente Ronald Reagan. Arropado con los índices positivos de la reactivación económica, el presidente Reagan parece estar por encima de la principal polémica que hoy domina la vida económica en EE UU: el control de unos déficit públicos cuya dimensión hipoteca el alcance de la recuperación económica. Esta postura no es compartida por la totalidad del equipo económico ni tampoco por el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker. La polémica sobre las medidas a adoptar ha superado los límites de la Administración y los expertos disputan respecto a si es conveniente o no que en Estados Unidos continúe el crecimiento de la actividad económica sin que el Gobierno ponga freno a sus números rojos. La circunstancia de que éste sea un año electoral puede sobreponerse a la necesidad, argumentada por algunos, de controlar el déficit para evitar la recesión.
En medio de la disputa, en la batalla presupuestaria, no sólo se enfrentan los partidos republicano y demócrata, ambos comprometidos en año electoral, sino también los principales protagonistas de la escena económica de la Administración Reagan: el secretario del Tesoro, Donald Regan; el directo de la Oficina del Presupuesto, David Stockman; el jefe del equipo de consejeros económicos del presidente, Martin Feldstein y, aunque sin estar sujeto a las políticas del presidente, el hombre más poderoso de EE UU, el sobrio Paul Volcker, presidente del Federal Reserve o banco central estadounidense.Al comienzo de este año 1984 los indicadores de la economía norteamericana no pueden ser mejores, vistos desde la perspectiva electoralista, de la Casa Blanca que presenta a la reelección del próximo 6 de noviembre al actual equipo Reagan-Bush. El crecimiento del producto interior bruto (PIB) llegó al 4,9% en el último trimestre de 1983, "lo que indica que la recuperación sigue siendo fuerte", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Larry Speakes. La capacidad de producción de las empresas se situó en el 79,9% en enero último, en correcta correlación con la subida del consumo, que ue del 1,2% en enero, superando el 1% de diciembre pasado, considerado siempre como un buen mes para el consumo. Pero el indicador quizá más espectacular del pasado mes de enero fue la subida del 15% (mayor desde 1978) en la construcción de nuevas viviendas. En definitiva, los norteamericanos estimulan la economía con un incremento del gasto.
La hipoteca del déficit
La publicación de los datos trimestrales sobre el crecimiento del PIB, el último de los indicadores aparacidos que abonan la idea de una economía en fase de fuerte crecimiento, han levantado, sin embargo, temores de que una expansión económica rápida reavive la inflación y haga subir los tipos de interés. El Federal Reserve parece dispuesto a intervenir en esta coyuntura. Los rumores de fin de semana apuntaban a que el FED podía aumentar en un punto su tipo básico de descuento, situado actualmente en el 8,5%¿Hasta dónde llega la reactivación económica? Visto con una óptica política 3, desde la Casa Blanca no hay que inquietarse por la salud de la economía de EE UU. La inflación está controlada (3,8% en 1983 y proyecciones del 5% para el año en curso) y el desempleo (7,9%. en enero) seguirá bajando, al incrementarse la mano de obra en unas industrias otra vez con carteras repletas de pedidos.
En un nivel teórico, la Administración Reagan ve confirmado el éxito de su teoría. de estímulo de la demanda, donde la rebaja de los impuestos directos (25% en los últimos tres años) ha inyectado dinero en la rueda del consumo y ha generado sobre todo una vuelta a la confianza popular en la situación económica.
Sin embargo, los expertos financieros disputan respecto a si es conveniente o no que en EE UU continúe el crecimiento, de la actividad económica, cuando el Gobierno es el primero en estar en números rojos.
Los altos déficit presupuestarios (del orden de 195.200 millones de dólares para el ejercicio fiscal de 1985, que comienza el próximo 1 de octubre) acabarán arrastrando la recuperación económica, convirtiéndola en recesión. El presidente Reagan no opina lo mismo, siguiendo la tesis de que "el déficit es controlable", y propone, por otro lado, la creación de un comité mixto -de republicanos y demócratas- para acordar reducciones del presupuesto.
Pero teniendo en cuenta que en EE UU es año electoral, Ronald Reagan se niega en redondo a hacer en el presupuesto economías que supongan tanto la entrada de nuevos ingresos -con el aumento de la presión fiscal- como la reducción del gasto, con la moderación consiguiente en el espectacular crecimiento del gasto de la defensa militar (305.000 millones de dólares, con un crecimiento del 18,1%, en relación con el anterior presupuesto).
Los observadores más pesimistas ven en el programa económico de Reagan un calendario electoralista, del que los ciudadanos norteamericanos podrían comenzar a pagar la factura a partir de 1985 con recesión y nuevos impuestos.
Críticas de los 'disidentes'
Además de los debates en el Capitolio entre republicanos y demócratas, el asunto del déficit del presupuesto se ha convertido también en un tema de discrepancias en el equipo económico del presidente Reagan. Entre los fieles del presidente destacan el secretario del Tesoro, Donald Regan, y el jefe de la Oficina del Presupuesto, David Stockman. Regan confía en que "los déficits son manejables", en que "no habrá recesión", y que "todo indica que se mantendrá la recuperación de la economía". Para Stockman, el arquitecto del presupuesto, la lealtad al presidente (después de unas declaraciones tumultuosas en las que definió el programa económico de Reagan como "el caballo de Troya de los ricos contra los pobres") se muestra con repetidos hachazos a casi todos los sectores del gasto público -incluidos los sociales- y dando rienda suelta al gasto militar.Entre los disidentes -con poco futuro dentro del equipo Reagan- destaca el jefe de los consejeros económicos, Martin Fe1dstein, que no duda en denunciar que los déficit constantes conducirán a la economía hacia otra recesión marcada por el crecimiento de los tipos de interés bancario y la subida de la inflación. Feldstein pide nuevos impuestos para disminuir el déficit y, al mismo tiempo, moderación, por no decir recortes, en el gasto de la defensa.
Desde su experiencia de ex presidente de la potente firma de inversiones Merrill Lynch, Donald Regan ironiza sobre las ideas del ex profesor de Harward, Martin Feldstein, tildándole de teórico.
Un tanto desde la barrera, pero con poderío innegable para moderar las diferencias, Paul Volcker, el presidente del Federal Reserve, no entra directamente en las disputas partidistas de la Administración. La categoría del Federal Reserve de instituto independiente -aunque el nombramiento de su director lo decide el presidente de la nación- permite, a Volcker ver el tema con mayor perspectiva. Empero, Volcker, en recientes declaraciones ante comités de la Cámara y del Senado, habló igualmente del "riesgo de la recesión" si no hay control y reducción en el déficit público.
Restricciones monetarias
Volcker, cuyo cargo cumple un control de la masa monetaria, parece decidido a regresar a una política de restricciones monetarias, para encarecer el crédito y maniatar la inflación a índices razonables. No es de extrañar que el pasado miércoles el presidente Reagan conversara durante 45 minutos. con Volcker en la Casa Blanca, en una entrevista que no fue anunciada previamente.Al término de la misma fue el secretario del Tesoro, Donald Regan -y no Martin Feldstein, como era habitual-, quien informó a los periodistas acreditados en la Casa Blanca de que el presidente Ronald Reagan estaba satisfecho de la estrategia del Federal Reserve y que no había pedido a Volcker que lubrificara con medidas monetaristas la campaña electoral, de la que el actual presidente espera salir vencedor para poder continuar otros cuatro años en la Casa Blanca.
En definitiva, el presidente Reagan parece ser el primer convencido de lo imperceptible, al menos a corto plazo, que resulta el déficit público para el ciudadano/elector. Lo que cuenta en un año electoral como este es que crezca la economía y no suban los precios'al consumo, a pesar de la variedad de opiniones entre los hombres económicos del presidente.
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