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La muerte de Jorge Guillén

"Mi ciudad es fuego, y yo soy chispa"

"Debo a mi ciudad mi ser, mi vivir y mi lenguaje, y mi ciudad es fuego del que soy chispa". Con estas palabras resumió Jorge Guillén su vinculación a Valladolid cuando el ayuntamiento de la capital castellana le dedicó una semana de homenaje en noviembre de 1982. El poeta estuvo a punto de viajar a orillas del Pisuerga por aquellas fechas, pero finalmente optó por quedarse en Málaga. En su decisión pesó, más que su ya precario estado de salud, el miedo a encontrarse con una ciudad desconocida. Guillén sabía que todos aquellos rincones, aspectos y vericuetos que él recordaba con cariño de su ciudad habían caído bajo la piqueta y que el Valladolid de hoy no era el suyo. Por eso no quiso arriesgarse a una aventura que hubiera supuesto un descalabro anímico, aunque él a veces se resistiera a pensarlo. "Sé que si voy a Valladolid no vuelvo con ustedes, y aquí estoy bien y me tratan maravillosamente", le había dicho al alcalde de Málaga.Jorge Guillén, pese a que vivió pocos años en Valladolid, estuvo siempre muy unido a su ciudad. Sus prolongadísimas ausencias y sus cada vez más esporádicas visitas no hicieron sino vincularle más y más a todo lo vallisoletano. "Si algo me gusta", declaró en más de una ocasión, "es que todo el mundo sepa que soy de Valladolid". Su ciudad, en cambio, vivió bastantes años de espaldas al que en 1982 nombraría hijo predilecto. La relación se normalizó y alcanzó el grado de noviazgo cuando en 1979 accedió a la alcaldía el socialista Tomás Rodríguez Bolaños. Su discurso de toma de posesión finalizó con un poema de Guillén con el que llamaba a la reconciliación y al olvido de odios ancestrales. Fue el punto de arranque. A partir de entonces, Guillén y Valladolid estuvieron más unidos que nunca. La idea de un gran homenaje de su ciudad al autor de Cántico comenzó a gestarse. El primer intento fracasó cuatro años antes. Todo estaba preparado, pese a los recelos oficiales, pero corría el mes de septiembre de 1975 y los fusilamientos de dos miembros de ETA y tres del FRAP cercenaron de raíz la iniciativa. El propio poeta puso el veto: "No están los tiempos para homenajes".

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A ver qué marea hay

Varios años más tarde las cosas habían cambiado. El alcalde de Valladolid viajó a Málaga para entrevistarse con el poeta y le llevó uno de los regalos más apreciados por Guillén: un pan lechugino, joya de la gastronomía vallisoletana. Los canteros se humedecieron con las lágrimas de un anciano que no acertó más que a decir: "¡Pero qué bien huele el pan de Valladolid!". Jorge Guillén se emocionó también con el proyecto de un gran homenaje. Y para agradecerlo compuso el mismo día en que era nombrado hijo predilecto de Valladolid, en noviembre de 1982, uno de sus últimos poemas. Lo leyó con voz entrecortada para una emisora vallisoletana. Decía: "Y yo por fin he de decirte / en acto cordial, mi Castilla, que tu bajel reencuentre Circe / que es una maravilla / tanto generoso homenaje / de mi profunda gratitud / jamás hallaré una salida/ oh castellana juventud / gracias".

Por el color

Pocos meses antes había escrito una carta a Antonio Machón, director de la galería de arte Carmen Durango, para mostrarle su asombro por un libro editado por esta entidad. Titulado Por el color, era todo un hallazgo: poemas de Guillén con pinturas de José Guerrero. El poeta agradecía al editor que "esta maravilla se haya hecho en mi Valladolid". Fue una de las muchas cartas que el autor de Mare Mágnum envió en los últimos años a sus paisanos.

En el homenaje de 1982 se volcaron escritores, pintores, instituciones oficiales, asociaciones, etcétera. Nadie quiso faltar a la cita. El homenaje, al margen de conferencias, debates, estudios y actos, se reflejó en dos importantes realizaciones culturales tangibles: la edición de un libro, titulado Voz acorde, y la colocación junto al Museo Nacional de Escultura, en la zona monumental vallisoletana, de una obra de Eduardo Chillida inspirada en el verso de Guillén Lo profundo es el aire. En el libro se recogen escritos y dibujos de Chillida, Umbral, Aberti, Aleixandre, María Victoria Atencia, Bousoño, Caballero Bonal, Alfonso Canales, Antonio Carvajal, Gerardo Diego, Salvador Espriu, Gil de Biedina, Claude Esteban, Francisco Giner de los Ríos, Mario Hernández, Ivard Ivask y Francisco Pino y una antología de la obra de Guillén seleccionada por Antonio Piedra, uno de los hombres que mejor conoce la obra del poeta vallisoletano y quien está preparando la edición de todos sus poemas, patrocinada por la Diputación.

Florencia renacentista

Desgraciadamente, Guillén no ha podido conocer ni esa edición, cuyos derechos de autor pensaba ceder a la corporación provincial de Valladolid, ni la colocación definitiva de la escultura que Chillida le dedicó, y que estará ubicada al lado de la impresionante fachada que Gil de Siloé ideó para el colegio de San Gregorio.

Tal fue la intensidad del homenaje que Valladolid rindió a Jorge Guillén que su hijo aseguró que durante aquellos días la capital castellana se podía comparar a la Florencia del Renacimiento, y el Pisuerga, al Arno. A través de todas las intervenciones se pudo comprobar que todos quienes conocían al poeta sabían que Valladolid y Guillén no podrían separarse nunca. Quizá la mejor anécdota en este sentido la aportara Claudio Rodríguez. "La primera vez que hablé con don Jorge", dijo, "le pregunté que definiera su poesía. Él se limitó a indicarme: usted es de Zamora, ¿no?; pues sepa que mi poesía es un calco de lo que hay en su tierra y en la mía. No me ha contestado, le repliqué. Sí, hombre, en Zamora y en Valladolid, o sea, en Castilla, hay sobre todo luz y espacio; eso es mi poesía".

Los muchos años de Guillén -cumplió 91 hace pocas semanas- se han resuelto, como él mismo había escrito, en una perspectiva pesadísima. El adiós que en ese poema no quería aceptar le ha llegado, pero la esperanza no la ha perdido. Hace pocos meses le confesaba al alcalde de Valladolid algo que éste no olvidará nunca: "Amigo, no pierdas nunca la esperanza, ni aun cuando seas viejo, porque si se pierde la esperanza uno se vuelve reaccionario, y eso sí que no". Ese es el testamento que muchos vallisoletanos conocedores de esta frase quieren recordar del poeta que mejor reflejó Valladolid cuando escribió: "Villa por villa en el mundo / cuando los años felices / brotaban de mis raíces / tú, Valladolid profundo".

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