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La muerte de Jorge Guillén

Guilleniano

Me he confesado repetidas veces guilleniano a lo largo de los últimos y penúltimos años. Guilleniano es para mí adjetivo que indica mucho más de la condición de lector y admirador de Jorge Guillén; es una calificación claramente partidaria y, dentro de los límites de la historia literaria, casi ideológica. Significa haber escogido como la más afortunada y mantener casi como propia una formulación ejemplar -en la moderna poesía castellana- de la intencionalidad poética y del carácter de su elocución.Tras esta confesión no parecerán tan excesivas afirmaciones, también repetidas, con cierta insolencia, relativas a que esté, desde hace años, personalmente convencido de que Cántico es el poemario, el libro unitario de poesía, más importante de los que se han escrito durante el siglo veinte en lengua castellana. Su mera comparación con cualquier otro, más o menos contemporáneo, con más relumbrón político, a la postre, e incluso con más asentada fama universal, me parece acto de barbarie. Exageración guilleniana.

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A los lectores de poesía de mi generación, que no tuvieron parientes especialmente atentos a la actualidad de la poesía en los años 30, los primeros versos de Guillén nos llegaron precedidos de la devoción guilleniana. Los heredamos por vía sacramental, en el interior de una secta. Yo, guilleniano de oídas, sólo a partir de la lectura de las piezas recogidas por Diego en su Antología, en 1931, y por la definición de su quehacer que en ella incluye el poeta, recibí, en préstamo, un ejemplar de Cántico, de la primera edición, en 1947, de manos de un guilleniano leonés, el que años más tarde sería el escritor y novelista Ramón Carnicer. Camicer lo sacó del fondo de un baúl disimulado bajo la cama de su cuartucho de pensión y me lo prestó para poco tiempo. Yo lo guardé mucho más de lo debido, por lo me que era constantemente reclamado. Cuando, por fin, me decidí a restituirlo, me ocurrió lo casi increíble. En el anaquel de la biblioteca había dos ejemplares del libro, uno con la firma del dueño y el otro en blanco. Nunca sabré cual de los dos había leído ni de donde procedía el segundo o primero. Milagro guilleniano.

Luego, en los años 50, cuando ya poseíamos ejemplares del segundo Cántico, de 1945, y no tardaríamos con hacernos con el tercero y definitivo, los análisis de Cántico, el estudio de variantes y de cambios en la ordenación de partes de poemas, fue tema de diálogo casi cotidiano con otro guillenista, Jaime Gil de Biedina, éste con aspiraciones a la profesionalidad, y yo creo que ese tópico de la conversación es cimiento fundamental de nuestra vieja y viva amistad literaria. Liturgia guilleniana.

He contado por escrito, con mucho detalle anecdótico, mis primeros encuentros con Jorge Guillén, ya en la época en que era autor de Aire nuestro, a punto de ser publicado en Italia, por la intransigencia de la censura española ante un poema que puede ser una caricatura del dictador, y que según aquellos cancerveros, había ofendido mucho al general. No parecía el general persona capaz de preocuparse por la hermenéutica de un poema de Guillén. No estaba capacitado para ser guilleniano o antiguilleniano. Aire nuestro, es decir Cántico, seguido de Clamor y Homenaje, libro que incluye la poesía completa tal como el autor la concibió al término de Cántico, se publicó en Milán en 1963, en el 70 aniversario del nacimiento del autor. Sobrevivencia guilleniana.

Cuando conocí a don Jorge, llevábamos ya años escribiéndonos cartas editoriales y personales. Yo había publicado o estaba por publicar una pequeña antología de su obra y quería, deseaba vivamente, publicar su obra completa, la que él consideraba ya tal y la que seguiría. Pero no pudo ser entonces. La autoridad consideró que era pronto para inclinar a más lectores españoles al guillenianismo, sistema moral tanto como poético.

Con el tiempo he sido el editor de Aire nuestro, completo hasta hoy con la edición de Y otros poemas y Final, y a la espera de lo que el poeta haya podido escribir después, que no será poco. Y éste ha sido para mí cumplimiento guilleniano. En realidad, los cuatro libros que siguen a Cántico, que quiso ser universal, los ha escrito Jorge Guillén para guillenianos.

Crea el lector que en esta hora tristísima, ser guilleniano conforta a los admiradores de la poesía de Jorge Guillén y, sobretodo, de Cántico.

Carlos Barral poeta y editor, publicó en su editorial Barral un homenaje comprensivo de toda la obra del autor de Cántico

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