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Árboles a la basura

El creciente despilfarro de primeras materias que llevan a cabo los países industrializados ha pasado a ser de un simple enunciado teórico a una angustiosa realidad evidente para todos. Pero hay determinados productos naturales cuyo deterioro pasa más o menos inadvertido. El carbón, por ejemplo, y otros productos minerales disminuyen dramáticamente, pero, ello es un dato referencial o estadístico poco ligado a la percepción que tenemos del hábitat que nos rodea. Sin embargo, hay otras materias, como la madera, cuyo despilfarro se traduce directamente en la destrucción de los bosques y, por tanto, en todo lo que este medio natural nos ofrece: aire limpio, perfume" goce estético y toda la vida animal que pulula a su amparo. El agotamiento de las zonas arboladas es, por ello, una de las formas más llamativas del continúo expolio al que este planeta se ve sometido.No deja de constituir una triste paradoja que sea la necesidad de .papel, vehículo de información y de cultura, la principal causa del acoso al árbol; de que los bosques del planeta tengan que trocar sus umbrías, sus susurros, sus nidos y sus vientos por pura pasta para papel. Estremece pensar que un periódico de gran tirada puede consumir al año 500 hectáreas de verde y maravilloso pinar. Y no es esto lo peor. Basta fijarse en nuestro buzón de cada día, atestado de anuncios, soflamas e informaciones que nos ofrecen viajes a países a los que nunca iremos, pisos de ensueño en urbanizaciones de pesadilla o métodos para aprender por correspondencia la cría de canarios, el cultivo de grosellas o el desarrollo parapsicológico. O las mañanas que siguen a determinadas fiestas, como las de Navidades y Reyes, en las que las basuras recogidas duplican a las de cualquier día normal y aparecen atestadas principalmente de papeles usados y botellas vacías.

Y continuando con las paradojas, asombra que sigamos inmersos, a pesar de la crisis, en esa nefasta way of life, impuesta al mundo por los norteamericanos, que exige que la mayor parte de los productos,de consumo sean desechables. Mientras el mundo se empobrece, cantidades ingentes de basuras, cada vez mayores, van a los vertederos o a los hornos crematorios. Con ellas se tiran al menos un 10% de hierros viejos, otro tanto de envases de vidrio y un 30% de papel y de cartón. Y todo este dinero -se obtendría, sin duda, con un correcto aprovechamiento de tales productos- se quema, cosa que, aparte de ser un despilfarro estúpido, aporta no pocas dificultades a la combustión de las basuras.

Ciñéndonos al papel, cifras cantan. Según un informe recien te de AEPDEN (cualquier interesado en estos temas ecológicos puede dirigirse a esta asociación, calle de Campomanes, 13, teléfono 241 10 71), entidad que al pa recer es la única que se preocupa de fomentar la utilización del pa pel viejo y de los envases vacíos, en España se tiran anualmente a la basura cerca de dos millones de toneladas de papel usado. Ello quiere decir que se volatilizan casi 10.000 millones de peseta (el precio corriente del papel usado es de cinco pesetas el kilo). Pero lo más triste es que este papel, de ser utilizado por las empresas pa peleras, salvaría di la destrucción a unos 20 millones de frondosos y perfumados árboles cada año. ¿Puede imaginarse una repoblación mejor? Y téngase en cuenta, además, que para fabricar una tonelada de papel a partir de la pasnela ta de madera se hecesitan 108.000 litros de agua; si se trata de papel reciclado, sólo 45.000. El coste de la energía utilizada si se emplean papeles viejos es de 200 a 400 kilovatios/hora; empleando pastas mecánicas o químicas, de 700 a 1.200.

Ignoramos los cálculos que,al respecto hará el Gobierno del señor Reagan, supuesto que es el patrocinador de la nueva civilización del "úselo y tírelo". Allá ellos con sus enormes riquezas en bosques y materias primas, pero que en este país nuestro, en creciente deforestación y ya con graves problemas de erosión, se deje en manos de la buena voluntad de la gente el aprovechar correctamente el papel usado es cosa que causa la más profunda extrañeza. Asombra que las grandes papeleras y las fábricas de envases de vidrio no hagan mancomunadamente una propaganda efectiva sobre este tema a través de los medios informativos, especialmente la televisión. Y en última instancia, si el Estado debe siempre suplir la falta de iniciativa privada, tampoco se explica que preste tan poca atención a este problema. Según parece, sólo la Diputación de Navarra está realizando una activa campaña para el aprovechamiento de todo cuanto en la basura es capaz de ser reconvertido en materia utilizable. Países con grandes masas de bosque, como Suecia, empiezan ya a administrar avaramente sus tesoros forestales, mientras que en el nuestro, por el contrario, parece como si todos -fabricantes, vendedores y, Administración- sólo se interesaran en una desatinada política forestal, responsable de la mayor parte de los incendios que asolan -nuestros montes, principalmente encaminada a obtener más árboles cada vez y de crecimiento más rápido, como si, se hubieran contagiado del clásico grito de los hermanos Marx:¡Más madera!"

Que los fabricantes de pastas químicas conocen las ventajas económicas del reciclado del papel viejo es indudable. Un 40% del papel obtenido en España procede de este origen, pero este porcentaje, presentado algunas veces en forma capciosa cuando se quiere hacer triunfalismo patrio, no es real, y ello porque en nuestro país sólo se produce la mitad del papel que se consume; el resto se importa. Esto añade otro argumento más a la necesidad de intensificar al máximo la recogida de papel usado.

Con muy poco trabajo, todos podríamos contribuir a la conservación de los bosques y al ahorro de divisas. Una caja en un rincón, en la que ir tirando todo el papel desechado, y un paquete cada dos o tres semanas, que los porteros de las fincas harán llegar a manos de los compradores de papel viejo.

No todos tenemos la posibilidad de plantar un árbol, pero todos podemos indultar a unos cuantos cada año. Algo más de 100 kilos de papel usado y un árbol nos deberá la vida. Parafraseando aquel conocido eslogan sobre los incendios forestales -"Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema"-, podríamos decir: "Cuando un bosque se conserva, algo suyo se conserva".

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