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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Argentina, epilogo para un exilio

Comenzamos a llegar en los 76-77. Algunos, al puerto de Barcelona, en el último viaje del Cristóforo Colombo. Vimos primero a la Santa María y la pensamos con su tripulación de presidiarios rumbo a un mundo nuevo. Nosotros veníamos del Nuevo Mundo.Algunos adelantados nos espeaban después de la aduana con datos de interés: nombre de pensiones reconocibles en cualquier puerto del mundo; teléfonos de abogados; el restaurante de la calle de Tallers, con menú de dos platos-pan-vino-postre-café, por 100 pesetas; el domicilio de un pariente o amigo; consejos útiles como esos de "acá el micro no se toma, se coge el autobús" y "el idioma de esta gente es el catalán; también el castellano", y el consabido "si precisas una ayuda, podés encontrarme en las Ramblas, tengo un puesto de bishuta".

Otros entramos por Barajas. El comandante de Aerolíneas Argentinas nos entregaba el pasaporte tan pronto pisábamos tierra española. Eran pasaportes con retrato de presidiario en manos de turistas que nos sentíamos incómodos, bajo las recobas de la plaza Mayor o en el inmenso cambalache del Rastro, entre esas mansas muchedumbres de rubios y japoneses venidos con el objeto evidente de sacar a pasear sus cámaras fotográficas.

Porque los argentinos entramos acá con visa de turista.

Éramos de todo. Artistas sin trabajo que al incendio de sus teatros debieron agregar el candado de la censura. Delegados de fábricas corridos a tiros de las asambleas. Médicos y funcionarios expedientados. Sindicalistas sustituidos por coroneles en sus sindicatos. Psicoanalistas que se quedaron sin pacientes en un país en que miles de yocastas, tocadas con pañuelitos blancos, consumaban el atávico incesto cada jueves en las plazas. Periodistas amordazados. Políticos acusados de subversivos por el enorme pecado de defender la voluntad popular frente a los usiurpadores del poder constitucional. Economistas incapacitados para digerir las recetas del Chasse Manhathan elaboradas por el manipulador de Chicago. Hombres y mujeres perseguidos por la injusticia. Niños de mirada absorta ante el horrendo espectáculo del mundo. Gentes amantes de la libertad.

Hacer de todo

Y salimos a la calle "a gastar los tamangos buscando ese mango que te haga morfar". Así nos desparramamos por aquí, diría Forges, y comenzamos a hacer de todo, incluso de lo que no sabíamos, en cuyo caso nos pusimos a aprender. Y se nos vio de artesanos en Ibiza, de periodistas en la Prensa democrática, de actores en el nuevo cine español. Fuimos a curar enfermos en las cooperativas de Mondragón. Aparecimos en las plataformas petrolíferas por las costas de Tarragona. Fuimos butaneros en las grandes, ciudades. Ingresamos en los sindicatos, en las universidades y en las escuelas. Tocamos la guitarra en los pasillos del metro. Pusimos restaurantes de asado y pizza. Nos presentamos en concursos de poesía. Llenamos miles de solicitudes y pasamos por aún más exámenes de selección de personal. Aprendimos a pedir la vez en todas las colas de España, también en las formadas por los parados ante las oficinas del INEM.

Por último, sin ánimo de agotar la lista, y para no agobiar al lector, organizamos la Casa Argentina en Madrid y Barcelona, y comisiones para la solidaridad con nuestros presos y desaparecidos. Escribimos libros y publicamos cartas en los periódicos. Intentamos explicar el peronismo. Denunciamos a la dictadura en cuanto foro tuvimos al alcance. Sacamos a relucir nuestra variada gama de símbolos políticos. Cantamos en festivales solidarios.

Entramos con visa de turista en una España con su democracia por hacer, en un país sin comité de recepción, con un pueblo que nos acogió como uno más de los suyos.

Padecimos los obligatorios y ociosos viajes a Perpignan para mantener actualizada nuestra condición de turistas y soportamos pacientemente el laberinto de pólizas, instancias, permisos de trabajo, permanencias y otros artilugios burocráticos con que el ministro Martín Villa se empeñaba vanamente en desalentar nuestra recalada. Y salimos en manifestación, junto al pueblo de San Cugat, con nuestra pancarta y las de otros latinoamericanos, para protestar contra ese afán ministerial.

Saludamos con alegría la Constitución democrática de España y deseamos a los amigos más cercanos que les durase mucho tiempo.

El 23-F nos pilló por sorpresa, como a casi todos. A mí me retuvo insomne, en la avenida de los Toreros, 5, junto a un pequeño grupo de ugetistas. Después enmudecimos con las fábricas, calles y plazas para hacernos escuchar, con ese instante de silencio, por la conciencia del mundo. Por fin, nuestra pequeña presencia en la gran multitud de la España democrática decidida a no dejarse arrebatar la libertad.

Nuestra guerra de las Malvinas nos reavivó la realidad de esta España solidaria con todas las reivindicaciones del pueblo y la nación argentinos.

Con el tiempo, muchos de nosotros sumamos una segunda nacionalidad a la imperecedera, y nos pusimos a ejercitarla sin prejuicios; asistimos a mítines, votamos en las elecciones acá.

El 28 de octubre, nuestros compatriotas fueron a las urnas para rescatar la soberanía popular. Nosotros no pudimos emitir el voto en las elecciones de allá, los fundadores de la República fueron incapaces de imaginar la emigración en la Argentina. 1984 nos encuentra sin exilio. Entramos con visa de turistas en una España sin ley de Asilo. Muchos hemos comenzado el retorno cuando los españoles estrenan esa conveniente herramienta para la solidaridad. Otros nos estamos quedando por acá, Todos agradecemos la mano franca, tendida sin esperar al legislador, despojada radicalmente de paternalismo.

Francisco-Solano López Romito es economista y sindicalista argentino que vivió exiliado en España.

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