Una ley de Carlos III, alegada en favor de un periodista cordobés juzgado por calumnias
Una ley dictada por Carlos III en 1783 fue alegada por el defensor del periodista cordobés Joaquín Alfredo Abras, durante el juicio oral por los presuntos delitos de calumnia e injurias en medio escrito y con publicidad, celebrado en la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Córdoba.Por querella de la Cofradía de Nuestra Señora la Virgen de Araceli, patrona del municipio cordobés de Lucena y del campo andaluz, fue procesado el director del periódico local La Gaceta Lucentina, al estimarse por el juez instructor que la publicación en este medio de una carta firmada con seudónimo contenía incriminaciones punibles en torno a los miembros de la junta de gobierno de la cofradía, identificables por ciertas veladas alusiones, tales como "las arcas cebadas como el sacristán".
Alegando secreto profesional, el periodista procesado asumió, como director, las eventuales responsabilidades. En un segundo escrito, firmado ya por Joaquín A. Abras, recomendaba "no publicar las cuentas de las propiedades de la Virgen para evitar escándalo público".
Mientras el fiscal y la acusación privada, manteniendo sus conclusiones, solicitaron las condenas a un año y tres meses y una indemnización de un millón de pesetas por daños morales, el defensor, el senador socialista Joaquín Martínez Bjorkman, asesor jurídico de la Unión de Periodistas, de la que el acusado es miembro, negó el animus iniurandi de las publicaciones.
La alegación, con carácter doctrinal, de la ley dictada por Carlos III trató de contribuir a la impugnación de la querella, en virtud de que en aquélla se exige la sanción del rey sobre las cofradías, no bastando con la del obispo, al establecer que "las cofradías erigidas sobre materias o cosas espirituales o piadosas, pueden subsistir, reformando los excesos, gastos superfluos y cualesquiera otro desorden" y prescribiendo su examen y aprobación por el Real Consejo.
Las propiedades de la Virgen de Araceli, de acendrada devoción en la comarca, son cuantiosas y, además de olivares, tierras calmas de labor y censos, comprenden un valioso y rico tesoro, custodiado en la bóveda de seguridad de un banco local, recientemente valorado en una cifra superior a los 1.000 millones de pesetas.
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