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Memoria del poder

Agotados los familiares y allegados de Franco como sujetos de memorias, se renueva el mercado del recuerdo y del olvido político gracias a los procesados por aquel intento de intento que ha pasado a la historia como El 23-F, aunque también podría haber sido llamado El 18-J que no pudo ser. En cierto sentido, estos libros de memorias carcelarias avalan la justicia de una situación política que permite publicar a los condenados, en comparación con aquellos tiempos en que los hoy condenados eran corresponsables de un poder que ni siquiera admitía la existencia de presos políticos. Es más: uno de los memorialistas sigue llamando "subversivos" a los opositores democráticos del franquismo, y en algunos casos el adjetivo subversivo da la medida de su despropósito comparándolo con los adjetivados.Hay que leer estos libros como memoria de aquel poder, como elemento de identificación de la conciencia de aquel poder. Inevitable un escalofrío cuando se considera en qué manos estábamos, o peor, qué cerebros guiaban aquellas manos, qué poquedad cultural, qué insuficiencia lógica. Uno hubiera preferido centinelas brillantes, incluso cínicos, que hubieran dado la medida de lo que reprimían. El más ignorante bracero antifranquista era más sabio que ellos, era más histórico que ellos.

Por lo demás, muy poca luz sobre el apagón del 24 de febrero. Al acabar las lecturas se puede llegar a la conclusión de que todo fue un montaje de la cadena SER para dar carnaza al radioyente y de que, indudablemente, el vídeo no ha sido un invento al servicio de los valores eternos del hombre. Sin duda, la decadencia del franquismo empezó el día en que Franco inauguró el primer pantano para extender la electrificación por todo el Estado. Sobre un pueblo muerto de miedo, de horror y de hambres se construyó la prepotencia de las atalayas, y aún necesitaron de la media luz para que no se les viera la real estatura.

Memoria del poder de antaño, curiosa memoria si no contuviera una voluntad de eterno retorno a aquellos tiempos en que a los perdedores no se les dejaba ni el bálsamo de la memoria.

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