Nuevo golpe militar en Nigeria
LO QUE ocurre en Nigeria tiene consecuencias inevitables en todo el continente. Se ha calificado a Nigeria de gigante de África, el país de población negra mayor del mundo. Por su número de habitantes, que supera los 80 millones, sus recursos, su situación geográfica, atlántica y a la vez fronteriza con el Chad, Nigeria es una de las piezas fundamentales del conjunto africano. Es demasiado pronto para poder opinar sobre las orientaciones que pueda adoptar el nuevo régimen militar recién instalado, pero, en todo caso, no parece que sea suficiente para calificar lo sucedido decir que ha sido destruida la mayor democracia de África. Es fuerte la tentación de emplear la palabra democracia con excesiva facilidad y abundancia, sobre todo cuando se trata de países escasamente desarrollados, y concretamente de África.En realidad, Nigeria, desde su independencia, en 1960, ha conocido breves períodos con un sistema de partidos políticos y Parlamento; el primoro desembocó en la terrible guerra de Biafra, en los años 1966 a 1969. Conoció después varios Gobiernos militares, hasta que en 1979, mediante unas elecciones, el poder volvió a manos civiles. Esta sucesión de Gobiernos militares y civiles (con predominio de los primeros) ha sido una característica muy general de los Estados africanos nacidos del hundimiento de los sistemas coloniales inglés y francés, y tiene, sin duda, ciertas raíces objetivas: en muchos casos, la inexistencia de las condiciones materiales, culturales, de información, para una efectividad democrática; por otro, la fuerte pervivencia de los vínculos tribales, que impiden, o al menos dificultan, que los ciudadanos del Estado se sientan como tales; ello permite una utilización artificial de las formas electorales; imbrica a los propios partidos en las relaciones tribales, lo que contribuye a la fragilidad de la democracia, sobre todo cuando se trata de afrontar los terribles problemas que la crisis y el subdesarrollo plantean a esos países. De otra parte, el Ejército es muchas veces la única entidad legada por el colonialismo con una estructura correspondiente a los límites de los nuevos Estados, superadora de las divisiones tribales.
Sin duda, los argumentos empleados por el general Mohamed Buhari y sus compañeros contra el sistema anterior, que encabezaba el presidente Shagari, al lado de la típica demagogia que emplean siempre los militares cuando se sienten llamados a salvara la patria, encierran una parte de verdad: que las últimas elecciones presidenciales fueron falsificadas es algo que ya habían denunciado numerosas personalidades democráticas. En cuanto a. la corrupción, alcanza niveles escandalosos. El presidente Shagari había demostrado un escaso respeto hacia los derechos humanos cuando, a principios de 1983, decretó la expulsión, en un plazo de 15 días, de cerca de dos millones de extranjeros. Medida que no ha servido para mejorar una situación económica desastrosa. En cuanto a los militares, gobernaron el país durante el período de auge petrolero de los años setenta, y no parece que fueran un modelo de austeridad y de eficacia; a la luz de los resultados finales, su gestión no ha sido particularmente brillante. Nigeria es uno de los mayores productores de oro negro del mundo, pero ese potencial gigantesco se ha convertido en gran parte en fuente de ruina. Nigeria se dejó arrastrar a una especie de monocultivo petrolero; éste representa el 90% de los ingresos del presupuesto. Mientras tanto, la agricultura, ayer próspera, se ha degradado. Grandes masas humanas, concentradas en monstruos urbanos, como Lagos, sufren una miseria terrible. Con la baja del precio del petróleo y la limitación de su producción, la situación económica de Nigeria se hace cada vez más catastrófica. El golpe militar intenta utilizar esa realidad para justificarse. Sin embargo, una vez que haya disuelto el Parlamento y los partidos, destituido y quizá encarcelado a las autoridades elegidas y propagado sus eslóganes de austeridad, orden, eficacia y lucha contra la corrupción, es poco probable que sea capaz de tomar medidas que estén a la altura de problemas económicos tan acuciantes.
En el plano internacional, nada indica que el golpe del general Mohamed Buhari esté ligado al enfrentamiento Este-Oeste y a las maniobras soviéticas en África. Tal hipótesis es muy poco verosímil, si se tienen en cuenta las características de la oficialidad nigeriana y las personales del general Buhari; sin embargo, sí es cierto que los Gobiernos militares en Nigeria han tendido a un mayor protagonismo internacional, particularmente en el seno de la Organización de la Unidad Africana (OUA). Nigeria fue factor importante para destacar el papel de la OUA, trabajó a favor de la causa del Sahara y de la independencia y reconciliación en el Chad y se dedicó muy especialmente a la movilización de solidaridades africanas en la lucha contra el régimen del apartheid y la política agresiva de Pretoria contra sus vecinos. No es imposible que tal preocupación vuelva a cobrar importancia; aunque los problemas económicos tendrán, sin duda, prioridad.
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