Atado y bien atado
Cambiaron los nombres, intercambiaron los hombres y dejaron atadas y bien atadas toda las cosas, para que las cosas fueran de los de siempre y sirvieran para lo que siempre han servido, dice el autor de este trabajo, diputado socialista, pero abiertamente crítico con la situación actual de la democracia española. En su opinión, la sociedad española sufre un ataque de corporativismo heredado por los lustros del franquismo, frente al que no vislumbra una voluntad de arreglo.
Ahora empieza a entenderse la frasecita por la mayoría de la población, a la que algunos se han dedicado a confundir diciéndole que con la sola derogación de las Leyes Fundamentales del Movimiento bastaba y sobraba para el cambio. Es evidente, por lo que ahora se ve, que tenían su muy particular interés en hacer creer que canjeando las Leyes Fundamentales por la Constitución, las Cortes orgánicas por las Cortes democráticas, la organización sindical vertical por la libertad de asociación sindical, el Tribunal de Orden Público por la Audiencia Nacional y las diputaciones por las juntas autonómicas, amén de cambiar el nombre de algunas calles y paseos, y quitar alguna estatua, éste iba a ser otro país o este país iba a empezar a ser también de otros y no de los, de siempre.La atadura no eran las leyes
Pero con dolor comprueban. ahora lo advertido, ya que la atadura no estaba, ni estará jamás en las leyes. La atadura es más profunda, tan férrea, que paradójicamente algunos, por no saberlo, están contribuyendo todavía más a su anudación.
El símil o la figura buscada por el autor de la frase para manifestar su seguridad en la continuidad era el que mejor se compaginaba con su ideario, nudos, cuerdas, sujeciones, inmovilización, violencia sobre cuerpos y espíritus, en definitiva, privación de libertad, de movimientos, impedimento al dinamismo, estancamiento y paralización.
Y, para ello, además de las necesarias, y algunas aún vigentes, leyes represivas y autoritarias hacía falta montar un conglomerado de intereses de las muy diferentes castas que, como esqueleto o estructura, conformaran un edificio al que fuese posible incluso lavarle la cara, revocarle la fachada, pero no destinarlo a otros fines. Y hacía falta que ese entramado de intereses corporativos, de alguna manera, alcanzara a la mayoría de la elite en su forma y en su fondo, en su plasmación política y en su interés económico mezquino y caciquil.
Al régimen le sustentaba, mucho más que un represivo ordenamiento jurídico, una estructuración social corporativa y burocrática, y con mayor enraizamiento en la sociedad civil que en la llamada, y siempre mal llamada, clase política, un auténtico Estado corporativo, de corporaciones jerarquizadas y controladas desde el Gobierno, al servicio de su política autoritaria.
Sobre las leyes y sobre las instituciones se ha operado, evidentemente con amplitud, una revisión, a veces tímida y a veces con errores, pero se puede afirmar que ha cambiado al menos la imagen de ayuntamientos, de diputaciones, de las Cortes Españolas, hoy Generales, y de lajefatura del Estado, en cuanto a su legitimidad democrática y función controlada por la soberanía popular.
Mera alternativa de Gobierno
Pero poco o nada se ha hecho sobre la vertebración corporativa de la sociedad civil y sus ataduras. Perdónenme la autocita, mientras unos pedíamos una alternativa de sociedad, otros pedían una simple alternativa de poder, y de esta última sólo ha quedado al final una formal alternativa de Gobierno, al parecer, también atado y bien atado por la indeformable zstructura del poder incontestado de aquellos a los que la dictadura sirvió ejemplarmente.
Los Gobiernos franquistas, al operar sobre corporaciones-Estado y controlarlas, se garantizaban la ejecución de sus acuerdos.
Mas ahora desvinculadas las corporaciones del Gobierno, dejadas en libertad frente al poder público, pero no modificadas internamente, hacen víctima al Gobierno de su presión, y se convierten en auténticos valladares frente a la democratización, contraria a los intereses de la burocracia caciquil que las domina sin legitimidad democrática alguna, sin control funcional y sin libertad pluralista.
La transición se ha quedado con lo peor del corporativismo, y el corporativismo aprovecha lo mejor de la democracia y la libertad para desfigurar ambas.
Sobre esas nuevas leyes e instituciones remozadas, desde el primer día volcaron los poderes reales, fácticos, corporativos, burocráticos, el franquismo más esencial, todo lo que al franquismo dio su esencia, su hábil presión y poderío, y ganaron la batalla. No el primer día. Día a día. Lo que pudieron perder con la reforma política lo recuperaron en la transición. Lo que la ambigúedad constitucional les disputaba la legislación de posterior desarrollo de ésta se lo devolvió y, además, constitucionalmente democratizado.
La moderación es continuismo
Y al lado de esas leyes, de esas instituciones, sobre los propios partidos de izquierda, sin estupideces puristas, ni pudores o falsas dignidades, lanzaron no sólo sus sofistas planteamientos, sino sus propios hombres, o los hombres cómplices que les servirían cual si fueran propios. Había que atar también hasta la dinámica y la política de los nuevos-viejos partidos con las ligaduras del mal llamado realismo y de la moderación. (En España se llama moderación a la reacción, y revolución a la más modesta y prudente reforma.) Y el realismo y la moderación significan para muchos que todo siga igual.
Compromisos y promesas han venido a reanudar la más reciente historia y de ello es víctima en primer lugar el propio Gobierno, víctima tan inocente que algunos de sus miembros ignoran siquiera la tela de araña en la que se les permite moverse.
Atada y bien atada quedó la política internacional, pero no a quien deberíamos estar libremente unidos, a Europa, a la América Latina, al mundo que grita y se levanta, sino a quienes atan a todos y cada uno de ellos.
Y atado y bien atado se ve el Ministerio de Asuntos Exteriores a los depositarios de la representación del corporativismo diplomático, a su secta, a su endogamia y a su clasismo.
Ligada y bien ligada quedó la política económica, con una crisis sobre sí, como losa del valle de los sacrificados al becerro de oro, en una situación en que mandan más los intereses de la calle de Sevilla que el programa de la Moncloa, pues el Consejo Superior Bancario, los representantes orgánicos de los altos cuerpos de abogados del Estado de los inspectores tributarios, de los colegios de economistas, de los censoras jurados, en suma, la oligarquía de la gremialización sigue siendo depositaria de un poder real frente al cual el BOE es un sarcasmo.
Sujeta y bien sujeta está la cultura y la educación tradicional al imperio de hechiceros, oráculos y libelistas del ¿antiguo? régimen, constitucionalizados y constituidos ayer y hoy en el monopolio de la difusión de lo que ellos consideran moral, digerible y apto para ser conocido.
Debida y previamente repartidas las emisoras de onda normal, media y modulada, los imperios periodísticos, las cadenas de colegios privados, los circuitos cerrados de catedráticos y profesores y su cohorte de aspirantes pendientes de recibir el favor del maestro para acceder a su cuadra, de ellos pende y depende el producto ideológico ordenado sin competencia en el mercado.
Y amarrada queda la interpretación de la cosa pública, del público servicio, a las variadas jerarquías de los altos y mediocres cuerpos que administran a su aire las decisiones del Gobierno, el interés de los ciudadanos, el espíritu de las leyes, y la aprobación o condena de su aplicación, en un maridaje de territorios adquiridos, privilegios abusivos, tráfico de influencias y nuevos caciquismos y poderes, a veces incluso amparados los antiguos gestores con nuevos carnés de históricas organizaciones, y para quienes no hacen falta elecciones ni sufragios, y gane quien gane, ellos siempre ganan.
Las castas franquistas
Todas estas variopintas castas obtuvieron del régimen franquista, a cambio de dejarse designar decanos y juntas, para la proscripción de todo talante liberal y tolerante, la defensa de sus imperios económicos, su propio mecanismo de autoselección y de cooptación de los nuevos iniciados, y el monopolio de la representación de todos los obligados a censarse en el control de sus colegios y escalafones, que se convirtieron hasta en reductos familiares y hereditarios, en historia de sagas y de clanes tribales.
Los jueces seleccionan a los jueces, los notarios a los notarios, los registradores a los registradores, los catedráticos a los catedráticos, los diplomáticos a los diplomáticos, los militares a los militares y así sucesivamente, para mejor control de su pureza racial y nazi-profesional.
Y el Estado siguen siendo ellos. Son otra vez los de siempre contra el Gobierno y contra su pueblo, o si ustedes lo prefieren, contra el pueblo y su Gobierno.
Para vertebrar una situación democrática hay que desvertebrar una estructura orgánicacorporativa, como para pasar de un estado policiaco-militar a un estado democrático- social de derecho, además de las leyes hacen falta policías, jueces, abogados, funcionarios, militares y, en suma, profesionales democráticos, en libertad y no aherrojados en una anterior estructura de finalidad autoritaria.
Por eso repetimos, cuando se hable históricamente de la transición dirán los textos: "Cambiaron los nombres, intercambiaron los hombres y dejaron atadas y bien atadas todas las cosas, para que las cosas fueran de los de siempre y sirvieran para lo que siempre han servido".
Pablo Castellano es diputado por el PSOE en el Congreso de los Diputados y presidente de la Comisión de Justicia e Interior de dicha cámara.
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