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Centenario de un clásico del siglo XX

Edgar Varese, un libertador musical

Pobre, hasta el exceso, ha sido la conmemoración española del centenario de Edgar Varese. Ninguna de las tres primeras orquestas españolas ha programado nada del compositor francoamericano (París, 22 de diciembre de 1983-Nueva York, 1965) y ojalá se equivoque mi memoria. En Madrid, el Centro de Difusión para la Música Contemporánea, pilotado por Luis de Pablo, ha salvado la carencia con un programa monográfico que dirigió Jaime Bodiner.

La música de Varese, con todo lo que tiene de riesgo y fuerza original, cuenta en los medios normalmente informados entre la de los clásicos del siglo XX. A nadie puede escandalizar y, por el contrario, a muchos puede seducir desde su inventiva multicolor y pluriforme.Si alguna nota general puede caracterizar la obra de Varese no es otra que la de un concepto, hecho principio, de la libertad. Sin ataduras con el pasado ni contra el pasado -que suelen ser más graves-, Varese hizo su mundo sonoro o, por mejor decir, estableció una fascinante galaxia en la que tantos y tan diversos cuerpos musicales armonizan su existencia. Paul Valery escribió un día sobre Miguel Ángel Asturias palabras que se me antojan transferibles a la música vareseana, cuando decía de las leyendas: "Me han dejado traspuesto. Nada me ha parecido más extraño, quiero decir, más extraño a mi espíritu, a mi facultad de alcanzar lo inesperado, que estas historias-sueños-poemas donde se confuden tan graciosamente las creencias, los cuentos y todas las edades de un pueblo de orden compuesto, todos los productos capitales de una tierna poderosa y siempre cenvulsa".Pero el pueblo y las tierras de Edgar Varese, a veces concretas, eran por lo común un universo completo, un lúcido y movil juego de constelaciones, una expedición a lo descortocido. Edgar Varese estuvo ligado, en mayor o menor medida, a grades nombre de la cultura hispana: Huidobro, Carpentier, Alberti, Miró, Picasso y, mínimamente, Manuel de Falla. La relación entre el compositor y Miguel Ángel Asturias da lugar a la única partitura en la que el infatigable inventor y más infatigable catalizador Edgar Varese canta en castellano Equirtorial, para coro, trompetas, trombones, pianos, órgano, ondas Martenot y percusión, escrita en 1934, tres años después de Ionisation, para 13 percusionistas.Culto a lo pintorescoEl año 1933, Varese ha visitado España (Barcelona, Madrid, Vigo), en donde le espera el matrimonio Jolivet. Rinde culto a lo pintoresco con visitas a los toros y a los barrios barceloneses; adquiere una guitarra y unas castaflulas destinadas a su hija Claude Varese, que estudiaba danza española.

Para las horas de reposo y lectura, Varese ha traído la traducción francesa de Leyendas de Guatemala, de Asturias, realizada por Miomandre, cuya dedicatoria nos habla del músico como "maestro mago de los sonidos". Como es sabido, en la leyenda titulada Ahora que me acuerdo, Miguel Ángel Asturias, se sirve de algunos pasajes del Popul Vuh, el libro sagrado de los Maya-Quiché. La lectura aviva la imaginación de Varese al hilo de la invocación de la tribu perdida en las montañas, después de abandonar la Ciudad de la Abundancia.

El texto antiguo y la idea nueva para Equatorial son ya una realidad a la que da título un término que, según confesión del músico, sugiere las regiones en las que el arte precolombino alcanzó mayor florecimiento. "Deseaba dar a la música", escribe Varese, "la misma intensidad ruda, elemental, que caracteriza estas obras extrafías y primitivas. La interpretación, debía resultar encontatoria y dramática, impulsada por el fervor implorante del texto y siguiendo las indicaciones de la partitura".Tensión de la plegaria .Para su obra, no utiliza Varese la traducción francesa del Popul Vuh, ni la de Asturias, sino la del padre Francisco Ximénez, publicada a finales del XVIL El texto musicalizado se enriquece con sorprendentes efectos sonoros, entonaciones vocales que, como estudia Odile Vivier, "amplifican la tensión de la plegaria y deslizan el lenguaje hacia la expresión instintiva, informal, del hombre que se dirige a Dios".

Ni Equatorial, ni ninguna otra de sus creaciones, resumen la personalidad musical de Varese, tan rica que se resiste a síntesis. La resurreción de una obra, desatendida durante años, ha sido definitiva: su novedad no estriba en este o aquel procedimiento sino en la misma sustancialidad que determina forma y lenguaje. Sin Varese, la evolución. de la música de nuestro tiempo habría sido distinta y, en cualquier caso, menos rica y libre.

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