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UN AÑO DE GOBIERNO SOCIALISTA

La nueva imagen de España en el mundo no se ha traducido en logros concretos

La gestión del Gobierno socialista en su primer año no presenta grandes avances en los temas clásicos de la política exterior, como Gibraltar (salvo la apertura limitada de la verja), Mercado Común, Guinea Ecuatorial, Israel, Latinoamérica, ni en las relaciones con nuestros vecinos europeos (Francia y Portugal, pese a contar con Gobiernos socialistas), mientras ha dado, por el contrario, un giro en las relaciones con los vecinos del Magreb, acercándose a Marruecos, país con el que se concluyó un acuerdo pesquero por cuatro años de duración.

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Los cambios importantes quedan pendientes

Se ha ratificado el acuerdo de cooperación con Estados Unidos, negociado por el Gobierno anterior; España ha congelado su nivel de integración en la OTAN aunque se mantiene dentro de la estructura militar, a la vez que se difumina el compromiso de convocatoria de un referéndum, adquirido por los socialistas durante la campaña electoral. Tampoco ha podido sustraerse el Gobierno a la herencia anterior en lo que respecta a la dispersión de los centros de planificación de la acción diplomática -Presidencia, Exteriores, Economía y Comercio, Relaciones con las Comunidades, Cooperación Iberoamericana-.Pese a las poças realizaciones, el presidente del Gobierno, Felipe González, se ha dedicado en este año con intensidad al conocimiento directo de la complejidad del mundo exterior, tan determinante de los asuntos internos, a través de sus viajes, al extranjero, casi una veintena, y de las recepciones en Madrid, de miembros de Gobiernos de otros países. Su imagen de líder joven, de izquierda moderada y con un respaldo popular envidiable, le ha supuesto la confianza de Europa, de Estados Unidos y un, grado mayor de influencia en América Latina.

La presencia en Madrid, en septiembre, de 35 ministros de Asuntos Exteriores para la clausura de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) fue, en concreto, un éxito de convocatoria y de la lucha por la distensión y la paz del nuevo Gobierno socialista español.

El Gobierno socialista había llegado al poder con un conocimiento muy parcial de las relaciones exteriores y con el convencimiento de que los problemas, sobre todo en Europa, se pueden resolver con una política de buena vecindad apoyada por la solidaridad de los Gobiernos socialistas. De ese planteamiento surgieron las primeras ideas en búsqueda de un nuevo pacto de familia con Francia. Se fijaba asimismo la prioridad de un buen entendimiento con Portugal y el Magreb.

A pesar de las repetidas declaraciones sobre la mejora experimentada en las relaciones con los vecinos, sólo en el caso de Marruecos, y a un precio que algunos sectores consideran excesivo, se ha conseguido sacar adelante un acuerdo pesquero y de cooperación que por lo menos dejará por cuatro años en una relativa tranquilidad las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla. Con Tunicia no existe ningún problema, y con Argelia sigue sin alcanzarse un acuerdo sobre los contratos de gas natural.

Pacto de familia

Por lo que respecta a Francia y Portugal, esa mejora no ha sido posible. En el primer caso, el pacto de familia propiciado por Fernando Morán se ha visto replicado por el proteccionismo nacionalista del Gobierno Mauroy, que se traduce en obstáculos al ingreso de España en la CEE y por el manteniento del santuario etarra en territorio francés para evitarse problemas domésticos. En el caso de Portugal es la grave crisis estructural del país vecino lo que dificulta un buen entendimiento.En los próximos meses, la conducción de la política exterior estará mucho más en las manos del jefe del Gobierno, que espera poner en marcha, según sus colaboradores, una mayor concreción de aquellos temas más directamente relacionados con la defensa de intereses españoles. Sus visitas al exterior serán, como hacen sus colegas europeos, exclusivamente de trabajo y sin protocolo, y, especialmente durante 1984, con la vista puesta en la culminación del proceso de negociación para el ingreso de España en el Mercado Común Europeo.

Con un equipo de técnicos cada vez más centrado en la Moncloa, o en comunicación directa con ella, aunque dependan orgánicamente de otros ministerios, con un mejor proceso de informatización y recogida de datos a su disposición, y con un tratamiento absolutamente pragmático y poco ideológico de las relaciones internacionales (lo que supone una corrección de la política del ministro de Asuntos Exteriores), Felipe González se dispone también a "empezar a hablar en serio con los británicos sobre Gibraltar, a despejar los problemas que puedan existir con algunos países árabes respecto del establecimiento de relaciones con Israel y a conseguir que las naciones europeas desarrolladas inviertan sus dineros y cooperen con España en programas económicos que ayuden a Latinoamérica a salir de la crisis que padece", añaden esas fuentes.

De todos los temas, quizá el que más directamente ha llevado y seguirá llevando en sus manos el presidente es el de los intereses estratégicos de España dentro del bloque occidental. El prometido referéndum sobre la OTAN no será convocado el próximo año, y la razón está más en función de lo que suceda con la ampliación de la CEE que en función de los problemas que pueda plantear el debate en el congreso otoñal del PSOE.

Al final del primer año de Gobierno, Felipe González mantiene en secreto si tiene o no intención de efectuar cambios personales en el equipo de Exteriores, pese al desgaste indudable del titular del departamento.

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