Estados Unidos e Israel están convencidos de la necesidad de mantener estrechas relaciones
Las conversaciones que desde el lunes mantienen en Washington el presidente norteamericano, Ronald Reagan, y el primer ministro de Israel, Isaac Shamir, se desarrollan en un clima especialmente propio entre "dos partes que están condenadas a entenderse", según manifiestan fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores en Jerusalén.Poderosas razones impulsan tanto a Estados Unidos como a Israel a mostrar un máximo grado de buena voluntad en sus relaciones. El presidente Reagan se prepara para solicitar la renovación de su mandato en 1984 y cuando llega un año electoral, la Administración norteamericana trata siempre de evitar indisponerse con su aliado israelí o con los influyentes amigos de éste en Estados Unidos.
Además por primera vez en la por prime historia, Estados Unidos está más o menos implicado en un conflicto en Oriente Próximo, y sus dirigentes saben, tras la explosión del camión-bomba en Beirut, que sus marines destacados en Líbano se encuentran expuestos a acciones hostiles por parte de diversos enemigos. La presencia de las tropas sirias en Líbano, por otro lado, no supone una amenaza solamente para Israel, sino también para las tropas de EE UU.
Evitar el aislamiento
De todo ello se desprende una comunidad de intereses entre Washington y Tel Aviv sin precedentes en las relaciones entre las dos capitales. "Si no establecemos buenas relaciones con Israel, careceremos de un hinterland seguro, de un ancla sólida en esta región. Estaríamos solos con un navío de guerra y 2.000 marines", ha declarado un alto funcionario norteamericano al periódico israelí Jerusalem Post. El Gobierno israelí tiene también buenas razones para entenderse con la Administración Reagan. Nunca como hasta ahora había sido tan dependendiente Israel del crecimiento de la ayuda económica norteamericana.La grave crisis económica israelí y la notable reducción de las divisas hace indispensable y urgente para Israel una masiva inyección de dólares. Además, el desarrollo de la industria militar necesita un aprovisionamiento de materiales estratégicos que únicamente pueden ser suministrados por los norteamericanos.
Nubes en el horizonte
En resumen, esta convergencia de grandes intereses debe, lógicamente, facilitar un acuerdo entre Shamir y Reagan. Esto, sin embargo, no impide que haya nubes en las relaciones norteamericano-israelíes. El secretario de Defensa, Caspar Weinberger, mantiene su firme oposición a una política de liberalidad financiera y de cooperación estratégica con Tel Aviv y advierte contra una "orientación demasiado israelí", que tendría, según él, "consecuencias desastrosas sobre las relaciones de Estados Unidos con sus amigos en el mundo árabe". Por otro lado, y ésta es probablemente la principal manzana de discordia en las entrevistas Reagan-Shamir, la Casa Blanca estima que Israel puede y debe ayudarla a convencer al rey Hussein de Jordania la conveniencia de insertarse en el proceso de paz, lo que permitiría descongelar la autonomía para los palestinos en Cisjordania y Gaza. Dicho de otro modo, el presidente Reagan cree que ahora que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) pasa por un momento crítico, se presenta la ocasión de relanzar su plan de paz para Oriente Próximo.
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