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Antoine Vitez afirma que el teatro actual está volviendo al camino de los clásicos

Vitez habló durante cerca de una hora y media, en una conferencia de Prensa, convocada de tal forma que apenas había Prensa, respondiendo a las preguntas que se le formularon sobre las características del Théâtre National de Chaillot y las actividades que en él se llevan a cabo. También habló Vitez de los montajes que piensa presentar en Chaillot este año: La gaviota, de Chejov, y La garza, del también ruso Vassili Axionov, una especie de paráfrasis sobre la mencionada pieza chejoviana.Pregunta: Usted, que es un espectador privilegiado, ¿cómo ve la actual situación del teatro? ¿Hacia dónde cree usted que se encamina?

Respuesta: ¿El futuro del teatro? Mire usted, me parece -hablo, claro, de una manera más profética que objetiva, a partir de intuiciones- que estamos pasando de la era de la historia a la era de la filosofía. Hemos llegado a un momento en que el teatro parece reemprender el camino de los grandes interrogantes. Me explicaré. Durante 30 años, hemos estado obsesionados en inscribir toda obra, todo texto teatral en la historia, en demostrar en qué punto de la historia nos encontrábamos y, al mismo tiempo, en desbaratar esa historia, luchando, por ejemplo, contra la intimidación de los clásicos, en el sentido que Brecht daba a esta intimidación. Ha habido un empeño, post o pseudo brechtiano, en demostrar que no estábamos engañados por el texto. Hemos utilizado métodos parasicoanalíticos o paramarxistas para demostrar que el texto era una mentira, para hallar la significación escondida, verdadera, del texto. Para devolver el espíritu a los textos, en especial de los autores clásicos. Todo esto está a punto de desaparecer, si no ha desparecido ya. Hoy se va detrás de los grandes interrogantes, de los grandes significados. Parece como si no hubiese tiempo que perder y, de hecho, estoy convencido de que en el mundo no hay, ciertamente, mucho tiempo que perder. Mire usted; anteayer se presentó en Chaillot un texto de Peter Handke, Par les villages, aunque la traducción del título no me parece demasiado afortunada, se trata de una pieza sublime, de un texto formidable, un texto que recoge, seriamente, todos los grandes problemas, todos los grandes interrogantes de la humanidad. Ante un texto semejante, uno no siente ya, como años atrás, el deseo de ironizar, de emitir un punto de vista guasón sobre la historia, de preguntarse de qué está hablando Handke, sino más bien de escuchar lo que dice, sin más. Escuchando el texto de Handke, muy bien traducido al francés, en un montaje de Claude Régy, pensé que estábamos frente a una obra maestra, una especie de post-Goethe. Sí, el teatro se encamina hacia una resurrección de Goethe, de Calderón.

P: Usted es director de un teatro nacional, ¿cree usted en la actual razón de ser de monstruos con el Théâtre de Chaillot?

R.: Monstruo, Chaillot sólo lo es en apariencia. Lo monstruoso es el edificio. Pero, aparte de la arquitectura y de su situación, Chaillot cuenta con una subvención más modesta que otros teatros de Estado y con un personal muy inferior al Garnier (la ópera de París). Aunque pueda parecer extraño en una persona como yo que posee un origen anarquista extraño pero no contradictorio yo me siento un gran partidario de las instituciones. Es bueno que haya instituciones teatrales como Chaillot. Porque, aunque esas mismas instituciones tiendan a academizarse, ayudan a generar contra-instituciones que a su vez permiten establecer una dialéctica rica, muy beneficiosa para él propio teatro.

P: Vilar llevó personalmente el teatro a las asociaciones de espectadores, a los comités de empresa, en una palabra, lo puso en contacto con el sindicalismo, ¿qué puede hacerse hoy para dar un paso hacia adelante?

R: Cierto; Jean Vilar fue más allá del público normal, habitual del teatro, de la gente informada a través de los medios de comunicación, y se dirigió directamente a las asociaciones de espectadores, a los comités de empresa. Pero hoy ese público obrero es un público esencialmente conservador, en cierto sentido más peligroso que el público burgués. Yo confío que ese ir más allá se está ya produciendo, a través de corrientes de opinión, muy sensibilizadas, y que no pasan necesariamente por la vía de las instituciones, sindicales o estatales.

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