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CATALUÑA

Dos atracadores hieren gravemente a un joven en un banco de Barcelona y roban 300.000 pesetas

Un joven de 22 años resultó ayer herido de suma gravedad en el transcurso de un atraco a una sucursal del Banco de Vizcaya situada en la barcelonesa calle de Pujadas, en el extremo oeste del barrio del Poble Nou. Los dos delincuentes, que durante el asalto a la entidad ocultaron sus rostros con unas medias, lograron huir con un botín no superior a las 300.000 pesetas antes de que llegara la primera dotación de la policía. El joven herido, José Antonio Bordería Gracia, fue operado en el Hospital del Mar y ayer su estado continuaba siendo crítico con tendencia a mejorar, dentro de un marco comatoso profundo.

José Antonio Bordería Gracia, de 22 años, entró en la agencia del Banco de Vizcaya sobre las 9.30 horas. Había dejado el coche en doble fila delante del banco para no perder tiempo buscando un aparcamiento. El joven tenía que cobrar un talón y no quería invertir demasiado tiempo en la operación.Cuando llamó al timbre del banco, dotado con toda clase de barreras antiatraco, José Antonio Bordería no dio mucha importancia al hombre que se hallaba tras de él. Cuando la puerta se abrió, después de que uno de los empleados accionara el interruptor correspondiente, el joven fue empujado violentamente al interior del banco. Antes de que uno de los asaltantes lo dijera en voz alta, José Antonio y los empleados del banco sabían ya que se trataba de un atraco.

Historia confusa

Según la versión oficiosa recogida por este periódico en fuentes policiales, uno de los atracadores utilizó al joven como rehén, mientras los oficinistas se negaban a abrir la puerta que cierra el paso al interior de las dependencias del banco y, lógicamente, a la caja fuerte.Nadie se explica cómo pudo suceder, pero lo cierto es que el revólver del atracador que amenazaba al joven Bordería se disparó cuando el cañón del arma se apoyaba en la parte trasera inferior de la cabeza del rehén. Nadie sabe aún si fue un accidente o un intento efectivo de atemorizar a los empleados, pero cuando el cuerpo de la víctima cayó al suelo la puerta blindada fue abierta de inmediato. Se demostraba una vez más una teoría policial que alerta a los bancos blindados del peligro que corren sus clientes, posibles víctimas propiciatorias de la impotencia del atracador.

Los delincuentes penetraron en el bunker cuando ya habían visto que el cuerpo del cliente estaba lleno de sangre. Sólo tuvieron tiempo de coger unas 290.000 pesetas. La llegada de la policía sólo sirvió para acelerar el traslado del herido al Hospital del Mar.

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