Sensible adiós a la vida

Última película de la filmografía de Luchino Visconti, si aceptamos El inocente como innecesario estrambote, Confidencias fue estrenada en España ligeramente distorsionada por la censura: se suprimieron fragmentos de la secuencia erótica entre los jóvenes protagonistas y se alteró una frase del diálogo de forma que los contactos del industrial fascista que huye de Italia por preparar un golpe de Estado no fueran con los Villaverde, en España, sino con los Giscard de Francia.En la reposición que se anuncia íntegra se han incluido, efectivamente, los desnudos secuestrados, pero no así el diálogo original. Los distribuidores aseguran que, alertados por la Dirección General de Cine, preparan para una versión ajustada ala auténtica: mientras se ultima el nuevo doblaje, algún cartel anuncia junto a la taquilla la realidad de lo que se oye en la pantalla. Poco es para los espectadores que madruguen, pero algo más que la mentira de aquella reciente reposición de Rocco y sus hermanos que defendió la versión fuertemente mutilada, o el disparate de Con la muerte en los talones, por el que los personajes hablaban en inglés cuando la censura los había eliminado hacía años. Será probable que se repitan tales casos si permanece la costumbre de reponer-viejas películas en su versión doblada.

Confidencias sigue siendo una de las más hermosas obras de Visconti: una nueva reflexión sobre el papel social de la aristocracia, como ya era El gatopardo, pero traspasado por la autobiografía. Cercana ya su muerte, Visconti quiso detenerse en la pacífica vida de un anciano intelectual que vive de espaldas al mundo (no hay un solo exterior en el filme), y que no sabe definirse ante la lucha vital de- los jóvenes que han invadido su palacio. Inquieto ante su simple presencia, no puede evitar tampoco el dejarse fascinar por ellos: le alteran y le enfrentan a la vacía realidad de sus últimos días. Cuando muere, la soledad familiar resume su soledad histórica.

Película que puede contemplarse desde el ángulo del símbolo, es también una lección maestra del hacer dramático de Visconti. Limitado a seguir la historia anecdótica del profesor, el espectador puede sentirse igualmente involucrado, gracias, sobre todo, a Burt Lancaster que, en su interpretación, llena de matices secretos tan complejo personaje: se crece en su ligero optimismo, decae ante la incertidumbre, expresa con la piel cualquier alteración de ese hombre hosco que sólo al final de sus días entendió en qué dirección iba a encaminarse el mundo.