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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Signos de optimismo económico

DESDE HACE nueve meses se registran signos de recuperación de la actividad económica no sólo en Estados Unidos y Japón, sino también en algunos países de la Comunidad Económica Europea. Aunque sería insensato echar las campanas al vuelo y asegurar que la pesadilla de la crisis mundial ha concluido, tampoco pueden infravalorarse esos indicios. En cualquier caso, el crecimiento cero de 1981-1982, acompañado de altas tasas de inflación, aumento del paro, debilidad de las cuentas exteriores e incremento de los déficit del sector público, está dejando su lugar a un panorama menos pesimista.En los países de la CEE, el producto interior bruto (PIB) en términos reales -es decir, descontadas las alzas de los precios- ha crecido en una tasa próxima al 2% durante el primer semestre del presente año. También la producción industrial muestra una tendencia al alza en ese grupo de naciones. El desempleo ofrece, igualmente, alentadores síntomas de haberse detenido a un nivel del 10,7%. de la población activa (los últimos datos muestran incluso un descenso en las cifras de paro, gracias a las mejoras registradas en el empleo de la población femenina y a la recuperación general de la ocupación en el Reino Unido). La tasa de inflación anual en la CEE se sitúa en torno a un 8,4%, frente al 11 % de 1982 y el 13 % de 1981. Sin embargo, la evolución descendente de los precios se ha detenido desde comienzos del verano, como consecuencia de la depreciación de las monedas europeas y del alza en los precios de las materias primas. Ambos factores -apreciación del dólar y mayores ingresos obtenidos por los países en vías de desarrollo- han ejercido, en cambio, una influencia saludable en la evolución de las cuentas exteriores de los países de la Comunidad Económica Europea, cuyo déficit comercial es ahora sólo el 40% del registrado en los peores momentos de 1980.

Aunque en épocas normales una recuperación del 1%-2% hubiera sido considerada por los economistas como una recesión encubierta, en tiempos de crisis la noticia resulta excelente. Las perspectivas para el conjunto de los países industrializados de la OCDE son todavía más alentadoras. El crecimiento del PIB durante el primer semestre ha superado el 2% y las estimaciones para esta segunda mitad del año sobrepasan el 3,5% de incremento anual. En Estados Unidos, el crecimiento de la producción se ha traducido en un auténtico descenso del paro; además, la inflación se ha situado en una tasa de crecimiento anual del 2,6%, muy, lejos del 13,5% de 1980, año en que Ronald Reagan ganó las elecciones presidenciales. El incremento del empleo y el descenso de la inflación en Estados Unidos son imputables a los grandes aumentos en la productividad, que han motivado un descenso en los costes laborales por hora trabajada. La incertidumbre sigue concentrándose, sin embargo, en la tenaz resistencia a la baja de los tipos de interés. El déficit presupuestario norteamericano asusta a la comunidad financiera de Wall Street, que lo contempla como una amenaza latente de inflación. Algo semejante ocurre en los mercados internacionales respecto a los déficit presupuestarios europeos que no pueden financiarse con ahorro interno y acaparan una cantidad muy elevada de recursos.

La recuperación en el área de la OCDE ha reanimado -aunque insuficientemente todavía- el comercio internacional. Los países productores de materias primas, pero carentes de petróleo, han visto aumentar sus precios de exportación en dólares en tomo a un 30%. Esta elevación resulta decisiva para aquellos países que necesitan mantener tasas de desarrollo del 2%-3%, a fin de evitar el deterioro del nivel de vida de una población que tiene un crecimiento demográfico de ese orden de magnitud.

A la hora de explicar el origen de la recuperación no cabe olvidar que tanto las naciones en vías de desarrollo como los países industrializados se han visto favorecidos por una caída, en tomo al 15%, de los precios del petróleo. El descenso de la cotización de los crudos ha permitido estimular el consumo de otros productos, contener la inflación y mejorar las cuentas exteriores. La duda estriba en saber si esta recuperación se mantendrá. No es muy seguro que la bonanza producida por la caída de los precios del petróleo pueda repetirse. En la lucha contra la inflación corresponde ahora el turno a la corrección del fuerte déficit del sector público, sobre todo en Estados Unidos y en aquellos países cuyo ahorro interno no permite su financiación. Si los Gobiernos se mantuvieran firmes y pacientes en la prosecución de los objetivos antiinflacionarios es posible que también los tipos de interés mostrasen una tendencia a la baja y que estas modestas tasas de crecimiento, en tomo al 2%, acabasen provocando una recuperación de la inversión productiva.

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