Grandeza y servidumbre del arte gitano
Á. ÁLVAREZ CABALLEROCasi por sorpresa ha aparecido en un escenario madrileño este espectáculo, que ciertamente merece una respetuosa atención, y no sólo de quienes se interesan por el arte flamenco, sino de cuantos aspiran sencillamente a la contemplación de una oferta cultural digna y gratificante. Espectáculo total y rigurosamente gitano, la connotación racial marca todos los tramos del mismo con su grandeza y también con su servidumbre.Grandeza hay, qué duda cabe, en el baile de Manuela Carrasco, una de las primeras oficiantes en la aciu-alidad del arte que dio a la historia nombres como los de La Macarrona, La Malena, Carmen Amaya y Pastora Imperio. Su juego de pies, sobre todo en un desarrollo formal del baile en que prima sobre todo un profundo entrañamiento, una permanente búsqueda de las esencias. Todo los contrario que Faíco, en quien es visible en primer lugar lo exterior, haciendo un baile saltarín y trivial, que gusta, pero que dice poco.
Ayer, hoy y mañana del flamenco
Una idea de Rafael Fernández, escrita por Miguel Acal y presentada por José de Santiago. Baile: Manuela Carrasco, Faíco y otros. Cante: Juana la de Revuelo, Galanesy otros. Toque:Joaquín Amador, Pedro Carrasco el de Jero y otros.Madrid. Palacio del Progreso, 29 de octubre.
Es el otro aspecto, el de la servidumbre del arte gitano, que tantas veces se queda en la periferia de lo jondo, en los fuegos de artificio de lo puramente visual y adjetivo. Se ve esto sobre todo en el género más específicamente gitano, el buleariro, que se multiplicó toda la noche en el escenario y que, junto a muestras verdaramente enduendadas, ofreció otras, demasiadas, deleznables. Juana la de Revuelo sabe mantenerse en la línea de lo auténtico. Hace un cante yun baile festerois propios, con enorme gancho popular. La ancha humanidad de esta mujer se mantiene con increíble dignidad y señorío en un arte que es una pura fiesta, jocunca, vital, una de las raras ocasiones en que al flamenco no se le echa en falta para nada el quejío. Susi combina también el cante con el baile, y conecta con el público formidablemente. Mejor en el cante, aunque sin querer uno descubre en su voz los ecos camaroneros que amenaz an con invadir todo el flamenco joven actual, y sin embargo, yo pienso que Susi tiene capacidad y condiciones para sentarse junto a un tocaor y darnos un excelente cante.
Ya propiamente en el cante, tres nombres con tres personalidades distintas. El Moro es quien más se atiene a la memoria del tiempo, a las raíces; su voz bronca y hermosa, afillá, fue la más pura. Ricardo Losada el Yunque yo diría que está en medio del camino; hizo de manera excelente alegrías y tangos y tientos que el público le j aleó, pero en las bulerías ya se fue a lo espurio, a lo que ahora invade. Más en esta línea se produce El Turronero, que a veces llega al cuplé, lo que es lástima, porque sabe cantar -y debería cantar por derecho. Galanes, un poco comodín para todo, hizo una labor muy meritoria. Excelentes los guitarristas Joaquín Amador y Pedro Carrasco el del Jero, importantes elementos en una noche de arte gitano que complació a la concurrencia.
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