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Raymond Aron, uno de los grandes pensadores franceses, fallecido en París de un infarto

Francia se encogió ayer cuando, a media tarde, supo que Raymond Aron acababa de ser fulminado por un infarto, al abandonar el Palacio de Justicia de París. A los 78 años de edad, Aron había rozado la crestade su celebridad y de su influencia en Francia. Las Memorias, que publicó el mes pasado, son como un testamento de su liberalismo incorregible, de su independencia, de su saber económico-filosófico y de sus capacidades de analista político. Fue muy amigo de Sartre en sus tiempos jóvenes, pero el procomunismo del autor de La náusea chocó con el proamericanismo del liberal Aron.

Las editoriales de Raymond Aron en Le Figaro hasta 1976 y, después, L'express, han sido catecismo para sus contemporáneos. Iba a participar en el coloquio que sobre José Ortega y Gasset se celebrará, en París, el próximo mes de noviembre.Aron era valorado en Francia como el último de "los cuatro grandes" del medio siglo de la historia de este país que comenzó por 1930. Los otros tres eran Sartre, Camus y Merleau-Ponti. Habría que añadir quizá a su amigo André Malreaux para completar el panteón de "los intelectuales y pensadores franceses que han dominado el siglo".

El autor de El opio de los intelectuales, a pesar de una obra abundante, de sus artículos periodístico y de su carrera universitaria, no llegó al gran público hasta hace poco. Considerado como un autor ilustre, ungido de una reputación universal, conferenciante del máximo talante, analista sociológico-político-económico infatigable, Aron, del que Sartre decía, "con Aron es con el único que yo he discutido verdaderamente de filosofía", no se pudo de moda hasta hace apenas dos o tres años.

Un liberal solitario

La moda, tras la segunda guerra mundial en Francia, fueron Sartre, Foticault, Marcuse, Deleuze, Lacan y Althusser, entre otros intelectuales. Todos ellos estaban amparados por la aureola del marxismo o del para-marxismo-leninismo beligerante de esos tiempos. Aron se consideró siempre a sí mismo como un liberal. Habría que añadir que fue un liberal solitario.EL triunfo de la izquierda y la inclusión de cuatro ministros comunistas en el Gobierno, coincidente esta última con el declive de la ideología marxista-leninista, fueron los hechos que, en este país, repentinamente, revelaron a Aron al gran público. Desde entonces sus libros y mucho más sus editoriales semanales en larevista L'Expres eran devorados, estudiados, temidos. Aron se diferenció de Sartre y de todos sus colegas de la constelación de la inteligentzia francesa por sus conocimientos económicos. El gran mérito que se le reconoce en este país es el de haber sido probablemente el primer periodista contemporáneo que integró en el análisis político las componentes económicas. mundiales.

Sus memorias aparecidas el pasado mes de septiembre constituyeron aquí el acontecimiento del año. Para Aron representaron un éxito inesperado. Desde hace tres semanas, sus Cincuenta años de reflexión política, subtítulo de las Memorias, son el bestseller de Francia.

Reflexiones impersonales

Contrariando. la tradición de este tipo de libros de recuerdos, Aron apenas se desveló personalmente. Como ya adelanta el subtítulo referido, el ex editorialista de Le Figaro (lo abandonó porque su propietario, Herssant, decidió escribir editoriales), en las 780 páginas de sus memorias reflexionó sobre el último medio siglo. De su mujer apenas dice lo que una guía telefónica anota de un abonado. Pero sería aventurado creer que él no amaba o no sufría, como lo afirman algunos de sus adversarios. Decía que de su persona era preferible no hablar. Una de las pocas críticas feroces encajadas por las Memorias, que se proponía, sin ambajes, "acabar con Raymond Aron de una vez", decía: "la frustración que dejan estas memorias vienen también de su silencio sobre lo esencial: el amor, el sufrimiento, la duda. Tantas páginas sin una mujer es realmente desesperante. Cómo no pensar en Sartre que, entre un almuerzo con una chica bonita y Herni Kissinger, no hubiese dudado un instante. El mismo Sartre tenía mucha razón cuando, a los veinte años, le reprochaba a Aron el tener miedo siempre a hacer bobadas".

De Mitterrand, el liberal Aron no fue nunca un forofo, pero le llegó a reconocer valor para tornar las medidas económicas liberales hoy dominantes en Francía, "a pesar de su alergia a todo lo económico". Lo que menos le perdonó fue la inclusión de ministros comunistas en el Gobierno. Su ídolo, en la medida en que siempre mantuvo una distancia fría ante los políticos, fue Valery Giscard D'Estaing, porque lo consideraba el más competente, pero le reprochó el no haberse callado durante dos o tres años cuando perdió el poder y consideraba "extraordinariamente difícil" la eventual reelección que Giscard continuaba buscando con afán despiadado.

De Chirac decía que era "dirigente indiscutido del principal partido de derechas y, por ahora, jefe de la oposición" y creía que Raymond Barre, el tercer hombre de la oposición, podía llegar a presidente de la República si los franceses, un día, consideran necesario un Poincaré.

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