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Los abuelos de la 'quinta del biberón'

Aquellos jóvenes, que lucharon en el Ebro con 17 y 18 años, se reúnen casi medio siglo después en Balaguer

Un surtido de entremeses, pavo trufado con champiñones y champaña configurarán el menú que, hoy al mediodía, comerán el millar de veteranos de la quinta del biberón, casi 45 años después de su entrada en combate, cuando los ejércitos republicano y franquista se disputaban, en 1938, el control de los ríos Ebro y Segre. Ex combatientes de ambos bandos, acompañados de sus familiares, se reunirán en Balaguer (Lérida), cerca del lugar donde recibieron el bautismo de fuego. Personajes como el ex senador Josep Benet han confirmado su asistencia. Otros, por ser de la misma quinta, han sido invitados: el mismo Papa Juan Pablo II, que en 1939 luchaba en Polonia, el capitán general de la IV Región Militar, José Antonio Sáenz de Santamaría, y Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, quien en aquellos años se unió a las tropas nacionales, pasando a través de Francia.Uno de los organizadores de la reunión de hoy, Jose Massamunt, ha cambiado 45 años más tarde la insignia de su batallón -una bomba de mano en el interior de una estrella roja de cinco puntas y con abrigos verdes a los pies- por una paloma con la cola alargada en forma de cuatro barras y con una rama de olivo en el pico, escudo de la Asociación de Supervivientes de la Quinta del biberón.

Movilizado a los 17 años

"El 27 de abril de 1938, con sólo 17 años, fui movilizado", recuerda Emili Lacort, otro de los organizadores del encuentro de este año. "Desde Flix, donde mi padre era maestro, llegué a Lérida. Nos trasladaron a Samà, junto a Cambrils, donde recibimos durante 10 días la instrucción militar. En Morell permanecimos una semana acogidos por los vecinos del pueblo; ya éramos unos 1.000 hombres entre voluntarios, biberones y soldados de quintas anteriores. A mediados de junio, junto con los combatientes comunistas de Córdoba, nos enviaron a las trincheras de Almatrei y Maials, encima mismo del río Ebro. Por allí vería yo, semanas más tarde, a John F. Kennedy, futuro presidente de los Estados Unidos, que recorría el escenario de la batalla del Ebro siendo joven periodista. Cuando nos llevaron cerca del Ebro todos comprendimos que el alto mando preparaba una ofensiva para cruzar el río. La noche del 24 de julio cenamos macarrones y un pedazo de bacalao, y a las 0.15 horas, o sea ya en el 25 de julio de 1938, comenzamos a descender desde las trincheras al borde el Ebro".En la otra parte, el trigo, a pesar de lo avanzado del verano, estaba sin segar. "Yo iba con dos muchachos de Ivars d'Urgell, dos cuñados que se habían alistado como camilleros para estar juntos, aunque se peleaban todo el día" añade Lacort. "Al amanecer comenzamos a cruzar disparos. Mantuvimos nuestra posición al otro lado del Ebro, pero el 2 de agosto tuve que ser evacuado por una herida en el pecho". Luego volvió otra vez al frente y estuvo varios días ante Mequinenza, donde el río Segre desemboca en el Ebro: "Años más tarde me he encontrado aquí, en Lérida, con un guardia civil de Toledo que me dijo que a lo mejor él había disparado contra mí, ya que defendió, en aquellos días, el castillo del pueblo, desde el bando nacional".

De uno y otro bando

Nacionales y republicanos están invitados a la segunda trobada (encuentro) de la quinta del biberón: por la mañana una visita a Balaguer, en cuya cabeza de puente lucharon muchos de estos supervivientes, después, al mediodía, una misa en la Seu Vella de Lérida, y más tarde la comida de amistad en el polideportivo del barrio de la Bordeta. Sorprendidos agradablemente quedaron los organizadores de este encuentro al oír la respuesta del gobernador militar de Lérida, el general José López Díaz, cuando le solicitaron el comedor del cuartel militar de Gardeny para celebrar el almuerzo: "Yo me apunto el primero a esta reunión y tenéis a vuestra disposición tanto el comedor, como la cocina y todos los instrumentos que os hagan falta". Finalmente, la comida se hará en el polideportivo, porque "vamos a pasar de las 1.000 personas y Gardeny se nos queda pequeño".De todas maneras, al menos en el primer encuentro, celebrado el pasado año en Capellades, más del 90% de los asistentes eran supervivientes que procedían del bando republicano. "A los que estuvieron con los nacionales les cuesta más acudir, pero estamos abiertos a todo el mundo. Incluso, la organización del acto de hoy la hemos llevado dos que estuvieron con los republicanos y otros dos de las filas nacionales". Entre ambos bandos, el número de muchachos de 17 y 18 años llamados a filas en 1938 se sitúa entre 3.000 y 4.000. "Al topamos", explica Emili Lacort, "ya al otro lado del Ebro, con las unidades del Ejército nacional, un grupo de soldados canarios que fueron hechos prisioneros se sorprendieron al ver que nosotros éramos un ejército de críos".

"Yo fui un biberón, pero voluntario", precisa Massamunt. "Después de luchar en la cabeza de puente de Balaguer y en el Segre, nos llevaron a la sierra del Montsant. De allí, cruzamos el Ebro para defender Fatarella y Gandesa. Salimos unos 1.250 y regresamos vivos sólo 300. Después tuve que irme a Francia, como exiliado, donde trabajé de minero, mi oficio de siempre que ya practicaba en mi pueblo, la Granja d'Escarp". Finalmente, Massamunt, al aparecer en escena el ejército nazi, volvió a España y se incorporá al Ejército, que lo envió a Mallorca a instalar baterías de costa.

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Después de la reunión de Lérida, la Asociación de Supervivientes de la Quinta del biberón celebrará otros encuentros, en Gerona (1984) y en Tarragona (1985). Para 1988, con motivo de las bodas de plata de los supervivientes, la reunión se realizará en el monasterio de Montserrat. Aparte de un reencuentro entre amigos, el sentido del acto es "enviar un mensaje de paz, de convivencia, un ejemplo práctico de comunicación entre los seres humanos, tanto de un bando como del otro.

Además, en 1938, muchos de nosotros, con 18 años no sabíamos claramente qué significaba cada uno de los dos ejércitos y fuimos protagonistas de una guerra que ni entendíamos", dice Massamunt.

1.830 días en filas

Entre los supervivientes que acudirán hoy al encuentro -"si alguien, desde Torres de Segre, me sube en coche hasta Lérida"-, un biberón como centenares de ellos que después de luchar en un lado tuvo que permanecer varios años en el bando nacional: Domènec Florensa, quien entre 1938 y 1944 sirvió en uno y otro ejército 1.830 días. Primero con los republicanos, después con los nacionales, trabajando en la construcción de los ferrocarriles de Castejón a Soria y Tudela-Zaragoza. Después, en un batallón disciplinario en Mallorca y en la base naval de Cartagena. "En Murcia, por fin, el 24 de julio de 1944, me licenciaron gracias a que expliqué al comandante todo este tiempo de servicio. De lo contrario, habría estado todavía un año más", explica.

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