El Fary, populismo de barrio
Cuando termina cada canción, El Fary hace un gesto con la mano derecha como si la arrojara al público (la canción). Después abre la boca, enseña la dentadura y el personal es que se vuelve loco. Cantó, indudablemente, para sus incondicionales, y había aire de fiesta en el Salamanca.Yo confieso no haber asimilado muy bien aún las claves ocultas de este caso del mundo del espectáculo. La próxima vez prometo acudir acompañado de un experto psicólogo que me ayude a desentrañarlas. Lo cierto, lo que está ahí, es que El Fary es un artista con un fabuloso gancho para conectar con su público, que acude a oírle previamente entregado y se puede pasar casi todo el concierto en pie, ovacionándole.
El Fary, en concierto
Teatro Salamanca. Madrid, 6 de octubre.
El Fary, que es un hombre de extracción popular, ha tenido la suficiente sensibilidad o inteligencia o intuición para darse cuenta de que ésos son sus poderes, y cultiva un populismo directo, yo diría -y no en sentido peyorativo que de barrio, de andar por casa, que resulta enormemente eficaz. El invento funciona a las mil maravillas.
Y de cantar, ¿qué? Bueno, en este terreno las cosas ya parecen un poco más complicadas. El Fary canta, por supuesto. Tiene una voz potente, que él coloca habitualmente en todo lo alto, sin mayores preocupaciones por modular, diversificar los registros o enriquecer las tonalidades. Como, por añadidura, la megafonía de la sala funcionó a todos los decibelios imaginables, en el aspecto acústico el recital fue verdaderamente insufrible. Problema este, por otra parte, común a casi todos los conciertos actuales.
El Fary no parece haber creado un estilo propio. En su repertorio hay de todo, desde el fandango a la canción, con mucho ritmo americanizado, boleros, rumbas, tangos. Un tango, naturalmente, fue la canción que dedicó a su madre, quien se hallaba en la sala y se ganó lógicamente la simpatía del público en pie. Si hubiera que clasificarle de alguna manera, yo diría que El Fary cultiva un casticismo híbrido, cuyo inmediato antecedente sería Pepe Blanco.
Hizo sus fandanguitos, claro, que dedicó "a los grandes aficionados al flamenco" que había en la sala. No creo que hubiera muchos grandes aficionados al cante jondo allí, y los que hubiera seguro que no se lo agradecieron. Fueron los fandangos de siempre, facilones, sin enjundia flamenca alguna.
Hubo otras alusiones a lo flamenco, por llamarlo de alguna manera. Singularmente, una evocación de Marchena y Caracol, que nos sumergió medio siglo atrás en el túnel del tiempo, cuando la denominada ópera flamenca hacía estragos sin cuento. Pero lo cierto es que la noche para El Fary fue apoteósica. Al final, cuatro aficionadas subieron al escenario pretendiendo levantarle en hombros.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.