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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los euromisiles que llegan

DICIEMBRE DE 1983 es la fecha fijada para iniciar la instalación de los misiles de alcance intermedio Pershing 2 y cruceros en Alemania Occidental, Reino Unido e Italia. Los cohetes ya están llegando a sus emplazamientos europeos. A medida que se acerca esa fecha, parece que las posiciones respectivas se hacen más incompatibles. Ronald Reagan hizo el otro día ante la Asamblea de la ONU un discurso con algunas propuestas nuevas (la inclusión, por ejemplo, de los bombarderos en el cálculo del equilibrio soviético-norteamericano) y en tono conciliador. La URS S ha respondido mediante una declaración de Yuri Andropov, leída por un locutor ante la televisión de Moscú, que es el texto más violento, más cargado de acusaciones extremas contra EE UU desde hace tiempo. Recordemos que cuando Andropov adelantó, en unas declaraciones en Pravda, ciertas sugerencias que respondían positivamente a preocupaciones expresadas por los norteamericanos (contabilizar las cabezas nucleares en vez de los misiles, etcétera), éstos dieron una respuesta negativa. No es ya una diálogo de sordos: parece que cuando uno de los contrincantes habla en un lenguaje pacifista, el otro saca entonces los rayos de la polémica dura; y viceversa.La proximidad del plazo de colocación de los euromisiles se produce en una situación mundial en la que las dos superpotencias disponen, en conjunto, de casi 20.000 cabezas nucleares; o sea, un potencial de unos 15.000 megatones; lo que equivale, por emplear una comparación más o menos comprensible, a una capacidad destructiva de un millón de bombas como la utilizada en Hirshima. Pero, además, en la producción de nuevas armas nucleares tiene lugar en la actualidad una mutación cualitativa que tiende a incrementar los peligros del estallido de la guerra. Como ha escrito en el New York Times Stanley Hoffmann, sin duda el primer especialista de EE UU en temas europeos, "en caso de crisis, las nuevas armas tenderán a empujar a cada lado a dar el primer golpe, para obtener ventaja o evitar una derrota completa". En ese marco mundial, la perspectiva de que, a partir de finales de este año, se desate en Europa una carrera incontrolada de armamentos nucleares es a todas luces aterradora. La última declaración de Andropov, con sus acentos catastrofistas, quiere dar la sensación de que eso es lo que va a ocurrir. Por eso insiste principalmente en la decisión de la URSS de responder a, los Pershing 2 y cruceros instalando nuevos armamentos, no sólo en territorio soviético, sino también en el de Alemania Oriental y Checoslovaquia.

Pero quizá no esté dicha la última palabra. El miércoles pasado, el vicepresidente norteamericano, George Bush, provocó una conmoción en los medios de comunicación al declarar que los 162 misiles franceses y británicos tendrán que ser tomados en cuenta ".en un momento u otro, en uno u otro de los foros de negociación de Ginebra" (el de los euromisiles o el de las armas estratégicas). Decir eso equivalía a dar la razón a los soviéticos en el punto hoy más caliente de la controversia. ¿Estamos ante un sondeo, una forma de presión sobre los aliados? En todo caso, Bush no tiene fama de ser un despistado o un irresponsable. Las protestas francesas y británicas fueron inmediatas. El Departamento de Estado publicó una nota diciendo, sin mencionar a Bush, todo lo contrario de lo que éste había declarado: EE UU nunca incluirá en sus negociaciones los armamentos franceses y británicos; no piensa en una fusión de las dos negociaciones de Ginebra. Si se tiene en cuenta que opiniones semejantes a las de Bush han sido emitidas, no ya por partidos en la oposición, como la socialdemocracia alemana, sino por el jefe del Gobierno italiano, Bettino Craxi, por gobernantes belgas y holandeses, cabe pensar que, por debajo de los choques frontales de los máximos dirigentes, subsisten ciertas posibilidades de negociación aún no agotadas.

Incluso en el curso de la instalación de los primeros euromisiles, que necesariamente será bastante larga, y se producirá sin duda en medio de protestas muy amplias, sobre todo en la República Federal de Alemania, no sería imposible que las negociaciones continúen y que se llegue a acuerdos parciales de última hora que podrían al menos limitar su número, en correspondencia con el mantenimiento de un número determinado de SS-20 soviéticos. Cualquier instalación de nuevas armas nucleares en Europa es totalmente negativa; pero, obviamente, la peor de todas las soluciones sería la carrera incontrolada en que a cada aumento por un lado se responda con nuevos aumentos del otro.

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