El estilo flexible de Teresa Berganza
Con el fin de ayudar al Conservatorio Antonio Soler, de San Lorenzo de El Escorial, Teresa Berganza (acompañada por Álvarez Parejo) cantó en la basílica del real monasterio un programa de canciones, lieder, arias y melodías de Vivaldi, Brahms, Guastavino y Ernani Braga.Al entusiasmo de los organizadores -Patrimonio Nacional y Conservatorio Profesional- y a la actitud generosa de la cantante madrileña, respondió el público hasta rebasar las 2.000 entradas previstas. No recuerdo, verdaderamente, un recital como el de Teresa Berganza, en un marco como el del templo escurialense, excelentemente iluminado. El estilo de la voz de Teresa Berganza es a la vez flexible y personalísimo. Cuando escuchamos su Vivaldi -Judit ha trimphans- o su Brahms -ese increíble Immer leiser- nos sentimos tan sintonizados con la tradición y la modernidad interpretativa como con la singularísima personalidad de la intérprete. Hay algo en la técnica y en el sentimiento determinantes del estilo que distingue a Teresa de cualquier otra diva. Este encontrarse a sí misma, este desentrañar las últimas razones de su ser, es una de las más difíciles empresas artísticas y humanas de una intérprete.
Hondura
Después de los tres fragmentos vivaldianos, abordados con virtuosidad y hondura, y de ocho lieder de Brahms, escogidos entre los mejores del compositor hamburgués, Teresa Berganza mudó en la segunda parte los rumbos de su poética musical a través de lo popular latinoamericano: cinco canciones del argentino Carlos Guastavino (Santa Fe, 1914) y la serie de melodías norestinas del brasileño Emani Braga (1898-1948), un condiscípulo de Gallet, perteneciente a la segunda generación nacionalista (la de Mignone, Viana y Lorenzo Fernández).
Guastavino trata la temática popular, y la que no lo es, con gran simplicidad: manda la melodía, que se ciñe al texto, y de ella se desprende un siempre sumario acompañamiento pianístico. Ejemplo del estilo es Se equivocó la paloma (1941), sobre: versos de Rafael Alberti, universalmente famosa. No son menos estimables Bonita rama del sauce, sobre Arturo Vázquez, o la estupenda Milonga de dos hermanos, apoyada en versos de Jorge Luis Borges.
Ernani Braga desarrolló un genio para la canción popularista que, por momentos, evoca la impronta lírica de un Toldrá en España. Con razón un analista tan fino como Vasco Mariz sitúa en cabecera de la obra de Braga estas canciones norestinas que cantó Teresa Berganza y que rebasan, con mucho, la mera actitud del armonizador. Recordemos la macumba O'Kinimba, la canción de cuna afrobrasileira Nigue-Nigue-Ninhas, la ronda infantil Sao Joao-da-ra-rao, de ritmo animado, que alterna con cadencias saudadosas, y, en fin, la por tantos autores tratada A casinha pequenina, uno de los más bellos madrigales populares de la América Latina.
Teresa Berganza derrochó talento, gracia instintiva y cultivada y acentos de irresistible atractivo. Excelentemente asistida por Álvarez Parejo, nuestra cantante venció las dificultades acústicas de la inmensa basílica.
Babelia
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