El pensador Xavier Zubiri tuvo ayer una despedida íntima de amigos e intelectuales en el cementerio civil de Madrid
El filósofo y pensador vasco Xavier Zubiri (San Sebastián, 1898), fallecido el pasado miércoles en Madrid, recibió a las tres menos diez de la tarde de ayer sepultura en el cementerio civil de Madrid, cerca de donde se encuentra la fosa de familiares de su viuda, Carmen Castro, con asistencia de un centenar de personas, la mayoría de ellas vinculadas por lazos familiares y sobre todo por el ejercicio filosófico. La capilla ardiente quedó instalada por la mañana en el aula magna de la Fundación Jiménez Díaz, por donde desfilaron diversas personalidades de la cultura y la política, entre los que figuraron el ministro de Cultura, Javier Solana. El pensador desaparecido deja una amplia obra inédita, libros sobre Dios, el hombre y problemas cosmológicos, junto a unos 30.000 folios de sus cursos, material que será catalogado y publicado por el Seminario Xavier Zubiri.
Madrid"Que quien tanta luz nos ha dado en la vida terrenal alcance la luz eterna". Con estas palabras, el sacerdote y filósofo Alfonso López Quintás terminó el responso ante el féretro del pensador vasco Xavier Zubiri, poco antes de ser descendido a la sepultura, junto a una rosa lanzada por la viuda del filósofo, Carmen Castro. Unas noventa personas, entre familiares y compañeros de generación, despidieron ayer, en el cementerio civil de Madrid, a uno de los maestros de la filosofía española, fallecido el pasado miércoles, a los 84 años de edad.
A cincuenta metros de donde fue enterrado se encuentra la sepultura de familiares de Carmen Castro, viuda del filósofo, con los restos de sus padres, el historiador Américo Castro (1885-1972) y Carmen Madinaveitia (1892-1971), y de Juan M. Madinaveitia Tabuyo (1894-1975). Este es el motivo de que Xavier Zubiri, un hombre profundamente creyente, que en los últimos años seguía estudiando el problema de Dios, descanse en el cementerio civil, uno de los pocos espacios de tierra que quedan y que en la actualidad ha perdido el calificativo de civil frente al de cementerio católico.
El centenar escaso de personas, con predominio de familiares y amigos, que despidieron al pensador vasco, estuvieron vinculados a través de la amistad y el magisterio filosófico. Entre los asistentes apenas figuraron estudiantes y los llamados "jóvenes filósofos". Aranguren, tras calificar a Zubiri como "el último gran metafísico", dijo que era "un testimonio único absolutamente ejemplar y aunque a algunos jóvenes les puede parecer anacrónico merece un enorme respeto". Pedro Cerezo, diputado y profesor de Historia de la Filosofía, manifestó que acompañar al filósofo era "dar testimonio de lo que ha significado como maestro de maestro" y su escasa proyección en la última generación se debía a su exigencia como pensador, "cosa que no se corresponde con ciertos estilos mentales más de moda, y eso lo separaba de la juventud, que ojalá pueda conocerle mejor ahora en su obra".
La capilla ardiente quedó instalada a las once de la mañana en el aula magna de la Fundación Jiménez Díaz. El cadáver estaba revestido con una sábana colocada como un hábito dominico. Su viuda, Carmen Castro, depositó en el féretro un ramo de rosas rojas. Ante el féretro desfilaron diversas personalidades de la vida cultural y política, entre los que figuraron Pedro Laín Entralgo, Cristóbal Halffter, Carlos Fernández Casado, Fernando Chueca Goitia, José Botella Llusiá, Justino Azcárate, Luis Rosales, Jaime Carvajal, José Luis L. Aranguren, Soledad Ortega, Joaquín Ruiz Giménez, José Ortega, Antonio Tovar, Rafael Lapesa, Ernesto Giménez Caballero, Marcelino Oreja y Soledad Becerril. Al final de la misa expresaron su condolencia el ministro de Cultura, Javier Solana, y el expresidente Lepoldo Calvo Sotelo.
A la una de la tarde, la misa de córpore insepulto fue concelebrada por cinco sacerdotes amigos del filósofo, Carlos Castro, Alfonso López Quintás, José Manuel de Aguilar, Carlos Baciero y José María Javierre. "En un aula nos da su última lección, como un símbolo que cumple un destino peculiar", dijo en la oración fúnebre Carlos Castro, quien resumió esa lección en una frase del propio filósofo: "No es que estamos en el tiempo, es que somos temporales", para añadir que "en esta aula donde tantas cosas se han dicho sobre el hombre, la salud y la enfermedad, el gran maestro nos está diciendo que la resurrección de Cristo es nuestra propia resurrección".
La misa finalizó con unas palabras del sacerdote y filósofo Alfonso López Quintás, uno de los fundadores del Seminario Xavier Zubiri, de la Fundación del Banco Urquijo, quien destacó la fe "como una roca" que había conservado el pensador durante, toda su vida, ya que "si su gran fuerte era la filosofía su gran amor era la teología". "El ejemplo de este hombre es algo que debemos todos agradecer y, sin duda alguna, imitar".
El pensador Xavier Zubiri deja una amplia obra inédita, con tres libros a punto de terminar y unos 30.000 folios de sus cursos dictados en los últimos años, material que será ordenado y archivado por el Seminario Xavier Zubiri, de la Fundación Banco Urquijo, para su posterior publicación. Uno de los fundadores del seminario, Alfonso López Quintás, declaraba ayer que el filósofo estaba trabajando en los últimos meses con intensidad y con mucha ilusión.
En el momento de su muerte según explicó Diego Gracia, director durante diez años del Seminario Xavier Zubiri, tenía a punto de terminar, a falta de una última redacción, un estudio sobre el tema de Dios.
En avanzada redacción, unos 600 folios, se encuentra un libro de antropología, un estudio sobre el hombre, y otro futuro volumen sobre problemas cosmológicos, en torno al espacio, tiempo y materia.
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