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Tribuna:Cuarto centenario de un maestro del teclado
Tribuna
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La herencia española en la música de Frescobaldi

El día 15 de septiembre se conmemoró el cuarto centenario del nacimiento del compositor italiano Girolamo Frescobaldi (1583-1643), uno de los grandes maestros del teclado en la primera etapa del barroco. La obra del gran organista italiano representa, junto a la del holandés Jan Petersoon Sweelinck y la del español Francisco Correa de Arauxo, un avance decisivo en la música instrumental de su tiempo. A ese avance técnico y estilístico debemos añadir un don de libertad y fantasía creadoras como pocos artistas han poseído.Frescobaldi nació el 15 de septiembre de 1583 en Ferrara, ciudad que aún mantenía durante su infancia una brillante corte musical bajo el reinado del duque Alfonso II d'Este. En Ferrara, Girolamo tuvo oportunidad de estudiar con el gran organista Luzzasco Luzzaschi, tan ligado a Carlo Gesualdo, y posiblemente asistió a la segunda boda de éste con la hija del duque Alfonso, Leonora, afortunada destinataria de los libros de Madrigales, de Luzzaschi. En los primeros años del siglo XVII, el joven músico ferrarés había hecho ya varias giras por Italia. Su destreza como intérprete de órgano y de clavicémbalo y su excelente voz le procuraron gran renombre. Tenía admiradores que le seguían de una ciudad a otra para oírle cantar.

El año 1604, con 21 de edad, Frescobaldi fue admitido en la Congregación y Academia de Santa Cecilia, de Roma, la cual sólo acogía destacados músicos que viviesen en la ciudad eterna o celebridades musicales de la época (Lasso, Monteverdi, etcétera).

Tres años después servía como organista en San Juan de Letrán, pero poco después le hallamos acompañando al cardenal historiador Guido Bentivoglio, designado nuncio de Su Santidad en Bruselas. En Bélgica, Frescobaldi tiene ocasión de codearse con músicos de gran talla, la mayor parte adscritos a la capilla y cámara de "sus Altezas Serenísimas" los príncipes gobernadores españoles, el archiduque Alberto y la infanta Isabel Clara Eugenia. Allí encontrará a Gery de Ghersem, que acababa de volver a su tierra desde la corte de Madrid, a los organistas Peter Philips, Johan Boneville y Peter Cornet, al virginalista John Bull y al polifonista español Pedro Ruimonte.

Este último dirigía aquella ilustre capilla bruselesa y poco antes, había publicado en Amberes su libro de seis Misas (1604) a cinco y seis voces, en casa del impresor Pedro Falesio, donde también Frescobaldi publicaría, en 1608, el Primo Libro de Madrigali, a cinco voces. Ese mismo año, al dejar su cargo como organista de la capilla Julia el célebre Ercole Pasquini Frecobaldi fue nombrado organista de San Pedro de Roma, caso realmente asombroso si pensamos que tenía 25 años.

Concierto para 30.000 personas

Liborani, en su Ferrara d'oro, imbrunito (1665-1674), ha creado la leyenda según la cual la primera aparición de Frescobaldi en la tribuna organística de San Pedro congregó a unas 30.000 personas en la basílica vaticana. Ver improvisar a Frescobaldi una tocata da sonarsi all'elevazione extasiaba a los creyentes.

El 12 de mayo del año 1612 nace, en Roma Francesco, primer hijo de Frescobaldi y la joven milanesa Orsola del Pino. Girolamo contrajo matrimonio con ella, el 12 de febrero del año siguiente y tuvieron otros cuatro hijos, Magdalena Domenico, que fue poeta y sacerdote, Stefano y Caterina, cuyos ilustres padrinos de bautizo, desde un cardenal a un inquisidor de Malta, indican la alta consideración social alcanzada por Frescobaldi. Entre febrero y abril de 1615, el organista ferrarés atiende a la llamada del duque de Mantua, Fernando de Gonzaga, y acude a Mantua, dejando discípulos (años más tarde tendrá entre ellos al ilustre Froberger) y renunciando a sus obligaciones al servicio de los Aldobrandini.

El regreso a Roma será, esta vez, para quedarse allí 13 años (1615-1628), desde las Toccate a partite hasta Il primo libro delle canzoni (1628).

Florencia seguía viviendo de los hallazgos de la Camerata del conde Bardi y lo vocal primaba sobre lo instrumental. Allí publica Frescobaldi, en 1630, dos libros de arie musicale per cantarsi, y sabemos que el embajador de Francia en la ciudad del Arno, durante un concierto, oyó suonare il Frescobaldi y cantar al castrato Domenichino. Pero la decadencia florentina hizo que Frescobaldi volviese los ojos hacia su prestigioso y seguro cargo de organista del Vaticano, y otra vez se incorporó a su viejo puesto en San Pedro (1 de mayo de 1634) para no abandonarlo ya hasta su muerte, acaecida el 1 de marzo del año 1643.

Tal vez la única escapada de estos últimos años haya sido a Venecia, donde se publicaron las Fiori musicali, la colección más ambiciosa y variada salida de su pluma.

Lo español en su música

La libertad expresiva y formal del maestro de Ferrara otorga a su música una posibilidad de interpretación personal y subjetiva, una vertiente sentimental, desconocida en otros autores que tampoco alcanzaron su virtuosismo técnico y su opulencia sonora.

Uno de sus biógrafos, Armand Machabey, ha definido bien la importancia del arte frescobaldiano, cuando dijo que "sus obras", y a veces una sola obra, una tocata o fantasía, "son la síntesis de todo lo que le precedió".

Tras citar muchas cosas de la música europea anterior a Frescobaldi, termina: "Todo eso, bajo la pluma de Girolamo tiende o queda esencialmente italiano; más que italiano: romano; más que romano: frescobaldiano". Y entre esas múltiples influencias, Machabey cita "la variación de los españoles".

El musicólogo Santiago Kastner lanzó la teoría del influjo del organista español Antonio de Cabezón sobre los virginalistas ingleses del reinado de Isabel I, cuya irradiación llegaría hasta Sweelinck por un lado y por otro, a través de los organistas napolitanos, hasta Frescobaldi.

El año 1938 expuso el musicólogo Willi Apel la teoría de los lazos napolitanos entre Cabezón y Frescobaldi, sosteniendo que el músico italiano aprendió la técnica y el estilo improvisatorio del español a través de los organistas napolitanos (entonces Nápoles pertenecía a la corona española), sobre todo Ascanio Maione y Giovanni María Trabaci. Nadie ha podido rechazar la sugestiva teoría de Apel, aunque nosotros queremos añadir que, en su breve estancia en Bruselas, pudo Frescobaldi familiarizarse con la música del genial burgalés.

Sea como fuere, convendría estudiar el tema a fondo, si tenemos en cuenta que el legendario organista de San Pedro de Roma imprimió un giro trascendental -técnico, armónico, rítmico, contrapuntístico- a la música para teclado.

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