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Una respuesta fulminante

Ante el Gobierno, reunido ayer en Consejo de Ministros, se planteaba el dilema del no enterado de las declaraciones del teniente general Fernando Soteras Casamayor, capitán general de la VII- Región (Valladolid), publicadas en el semanario Interviú, o adoptar las medidas oportunas. La prudencia, de la que los socialistas en el Gobierno han hecho tanto uso, podía recomendar el no enterado oficial, pese a que todos los ministros conocieran el contenido de la entrevista sin necesidad de que sus servicios de Prensa les pasaran los recortes o fotocopias.Si tal hubiera sido el proceder, en el ejercicio, una vez más, de las prácticas del avestruz, frecuentes en nuestro país, escrito hubiese quedado, y sin respuesta alguna, que fue un móvil patriático el que indujo a los golpistas del 23-F; que sería una satisfacción para el Ejército el indulto de los condenados; que el 23-F fue sólo un toque de atención, en el que na se produjo derramamiento de sangre, que po día ser un acto inconstitucional, pero que sus responsables no eran antimonárquícos, "ni creo tampoco que atentasen contra la democracia en general, sino contra un momento en que el sistema democrático no estaba marchando"... El Gobierno podía no hacerse el enterado del estado de cabreo que el teniente general acepta que se vive en el Ejército, contestando a una pregunta del entrevistador, o de sus intentos irónicos cuando afirma que el título octavo de la Constitución (las autonomías) no se puede estudiar en las academias militares "porque es muy dificil de explicar", ironías que intentaba continuar con el añadido de que, a diferencia de las academias castrenses, donde algo se enseña de la Constitución, los ingenieros de Caminos y los registradores de la propiedad no reciben tales enseñanzas.

El Gobierno, como ha ocurrido tan frecuentemente, podía no haberse enterado del contenido de una entrevista. Pero quedaban escritas las afirmaciones de un teniente general en el desempeño del mando supremo dentro de una región militar. El Gobierno) sí se enteró y su respuesta ha sido fulminante: el cese del capitán general y el nombramiento de su sucesor.

Se ha obrado de manera resolutiva, como cabía esperar de un Gobierno que actúa de manera enérgica, aunque pueda parecer insuficiente a los que coraparten el estado de cabreo, en cuestiones tan graves como el terrorismo contra las personas y el terrorisino contra las banderas. ( ... )

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