El difícil nacimiento del 'espíritu de Madrid'
Después de tres años de tensos debates, los ministros de Asuntos Exteriores de 35 países refrendaron un acuerdo que ponía fin a la tercera sesión de la Conferencia de Seguridad
Con la llegada a Madrid, el pasado martes, del Jefe de la diplomacia soviética, se iniciaba la fase final de la reunión de Madrid de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE). Otros 33 ministros de Asuntos Exteriores llegarían en las prócimas horas, para convertir a Madrid en la capital de Europa, como dijo el rey Juan Carlos en su discurso del viernes, en la "ciudad de la esperanza".Las altas temperaturas que se registraron en Madrid durante los tres días que duró la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la CSCE estuvieron en consonancia con los discursos de muchos oradores durante las sesiones. Andrei Gromiko, de quien se dijo en el Kremlin que podría sentarse sobre una barra de hielo sin derretirla, llegó a Barajas con sombrero, traje de invierno y buen aspecto físico. Cuentan que el ministro español, Fernando Morán, se disculpó de la inusual temperatura que reinaba en Madrid y que el político soviético le respondió: "No es culpa suya, es del de arriba", y señaló el cielo.
J
G. Y.,
Horas después, en la madrugada del miércoles, aterrizaba en Madrid otro de los principales protagonistas de la reunión, el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, un antiguo ejecutivo de la compañía multinacional Betchel, con bien ganada fama de negocia dor duro. Ni en la recepción del palacio de Viana ni en la ofrecida por los Reyes en el Palacio Real, se hablaron o se estrecharon la mano Shultz y Gromiko, que se atacaron mutuamente en sus discursos ante la Conferencia y mantuvieron una tensa reunion de más de dos horas en la residencia del embajador de EEUU en Madrid, con un clima que recordaba los tiempos de la guerra fría, los tiempos anteriores al Acta de Helsinki de 1975, inicio de esa distensión que pretendía prolongarse en la reunión de Madrid. Antes, Shultz había abandonado la sala de sesiones apenas oído el discurso del ministro soviético y Gromiko abandonaba Madrid el viernes por la mañana sin quedarse siquiera a escuchar la intervención de Shultz.
Pero, a pesar de los enfrentar mientos entre los jefes de la diplomacia de las dos superpotencias, del grave incidente del avión comercial surcoreano y de la fiebre de Malta que sufrió durante casi dos meses, la etapa madrileña de la CSCE se clausuró el pasado viernes, tres años justos después del início de la sesión preparatoria. Nacía así sobre el papel el espíritu de Madrid, versión corregida y ampliada de aquel espíritu de Helsinki que comenzó a crearse hace más de una década.
Acuerdo en el último minuto
Tanto la apertura de la Conferencia como su cierre, durante esta reunión de ministros de todos los países europeos, excepto Albania, más Estados Unidos y Canadá, estuvieron marcados por fuertes tensiones y sólo en los últimos momentos se consiguió llegar a un acuerdo. En noviembre de 1980, hubo que detener simbólicamente los relojes para alcanzar un consenso respecto a la agenda y al procedimiento de trabajo antes de la fecha fijada para el inicio de la reunión. De un modo análogo, la delegación de Malta aceptaba finalmente el martes por la noche el Documento de Madrid, sólo unas horas antes de que comenzara la sesión de clausura, que hubiera sido imposible sin la unanimidad de los Estados miembros sobre el texto tan trabajosamente elaborado.
Muchos ministros de Asuntos Exteriores habían emprendido viaje a Madrid sin saber a ciencia cierta si sería posible clausurar formalmente la Conferencia, o si deberían asistir a una reunión de ministros al margen del proceso de la CSCE. La actitud obstruccionista de Malta y el derribo deljumbo surcoreano dificultaban una vez más la Conferencia, como sucedió anteriormente con la intervención militar soviética en Afganistán -producida casi un año antes de la apertura- o el golpe de estado en Polonia en diciembre de 1981. La atmósfera de guerra fría reinó esporádicamente durante los tres últimos años en el Palacio de Congresos madrileño y los trabajos de la reunión llegaron a suspenderse por ocho meses consecutivos.
El acuerdo que los 35 ministros refrendaron esta semana en Madrid fue posible, tras numerosos ejercicios de encaje de bolillos diplomático, gracias a las propuestas de los países neutrales y no alineados contenidas, en el famoso documento R-39 y a la mediación española que hicieron posible al ,fin el acuerdo, el pasado 15 de julio. La negativa de Malta a aceptar el documento final, hasta que no se cumpliera su exigencia de .convocar una reunión sobre seguridad en el mar Mediterráneo, provocó la irritación de las restantes delegaciones. El embajador norteamericano, Max Kampelman, calificó de "megalómana" la actitud del primer ministro maltés, Dom Mintoff, que por fin envió a su ministro de Exteriores, Alexander Trigona, a refrendar el documento.
Salvada esta dificultad, los ministros de Asuntos Exteriores de los 35 países intervinieron en este foro internacional, único permanentemente abierto entre el Este y el Occidente europeos. Todos se felicitaron por la aprobación del Documento de Madrid, lo que no les impidió intercambiar acusaciones, especialmente a raíz del incidente del avión surcoreano.
La sangre estuvo lejos de llegar al río, sin embargo, ya que todas las delegaciones deseaban concluir esta reunión. Y los intentos de Norteamérica por conseguir que sus aliados de la OTAN impusieran sanciones a la URSS por el derribo del avión surcoreano resultaron fallidos. España, como país anfitrión, se opuso también a que se tomaran este tipo de decisiones en Madrid.
El documento final, de 33 folios, que ya ha sido publicado en este diario (ver EL PAIS del 8 de septiembre), profundiza el Acta de Helsinki en varios aspectos, entre los que destacan la condena del terrorismo y el compromiso de los Estados miembros para combatirlo; la convocatoria de una conferencia sobre desarme en Europa; medidas de cooperación económica y tecnológica; compromisos para ampliar los contactos entre personas, mediante el apoyo a las reunificaciones familiares y los matrimonios entre ciudadanos de distintos Estados y una mayor fluidez en el intercambio de informaciones, con mayores facilidades para el trabajo de los periodistas.
Continuar el diálogo
No es demasiado si se considera la preocupante situación mundial y la rivalidad creciente entre las dos superpotencias. Pero varios de los ministros subrayaron que el Documento de Madrid supone también la continuidad del proceso de distensión, que deberá prolongarse en una serie de próximas reuniones, como la de Estocolmo, en enero de 1984, sobre desarme en Europa; la de octubre de ese mismo año en Venecia sobre cooperación cultural y científica en el Mediterráneo; la de mayo de 1985 en Ottawa sobre derechos humanos o la de agosto del mismo año en Helsinki para conmemorar el décimo aniversario del Acta, que firmó por parte española el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro.
El ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, en su primera intervención ante la CSCE, "mientras la guerra fría es el silencio o los largos monólogos, la distensión es un diálogo".
Aparte del diálogo de sordos entre Shultz y Gromiko, que pone nubarrones en el futuro de la distensión, los ministros reunidos en Madrid mantuvieron numerosos encuentros bilaterales, que muchos de ellos reanudarán dentro de unos días en Nueva York, con ocasión de la asamblea general de las Naciones Unidas.
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